Dicen
que los esfuerzos se pagan, y es que meterse la pechada de hacer dos
medios Ironman en una semana no iba a pasar desapercibido para mi
maltrecho cuerpo. Confiado en poder estirar una semana más el ritmo
de carreras, pusimos rumbo a Valencia parte del equipo de “Apaleados
Team” En concreto, don Pablo Gutiérrez, alias el
“triatleta-poeta”, Segio Bolado, alias “cadena-limpia” y un
servidor, alias “el-globero-playero”, más que nada por las
pintas con las que me paseé por la playa de la Malvarrosa el
Viernes, cuando llegamos a Valencia.
Resumen de nuestro viaje en la "Tostadora" |
Tras
un viaje de los que unen, sudando juntos en la tostadora de Pablo
(por favor, arregla ya ese aire acondicionado), mientras sonaba de
fondo Andrés Suárez, desembarcamos en el hostal La Barraca. El
nombre lo dice todo… pero ¿qué podemos pedir por 20 euros/noche,
en primera línea de playa, a 200 metros de boxes y en un fin de
semana de Junio en Valencia? Tuvimos que hacer encaje de bolillos
para caber los tres con nuestras tres bicis y las maletas en la
habitación. Sillas y mesas “al palco”, cabras a la bañera,
Sergio al armario… un “Tetris” en toda regla para hacernos
hueco y dejar libres las “súper” camas donde pasaríamos dos
noches y supuestamente tendríamos que descansar para correr un Medio
Ironman. ¡Ahh! ¿que habíamos ido a Valencia a correr un Triatlón?
Ya ni me acordaba.
Optimizando espacio en la Barraca, de donde sin beber, sales con resaca |
Voy
a romper un poco con la típica crónica aburrida y pesada en la que
solo hablo de ritmos, rivales, tiempos y competición. Porque a veces
las historias hay que contarlas de otra forma (en realidad soy un
interesado, sabiendo que en Valencia salió una mala carrera, trato
de irme por las ramas… “¡qué pájaro este Pelayo!” jejeje).
Si
el viernes cuando llegamos hicimos bien el ridículo por la playa de
la Malvarrosa, con Sergio yendo a la playa en playeras y calcetines
blancos, yo con una bolsa de Carrefour y Pablo… bueno, Pablo es el
único que se salva; el Sábado no fue menos. Decían que había
olas. JA JA JA. Ya solo faltó que nos avisaran de peligro de
hipotermia si tocábamos el agua. Con nuestros trajes trampa puestos
(gracias Fer) catamos el caldo de Valencia, nadando entre boyas y
disfrutando de una piscina de agua caliente. Todo apuntaba a que la
natación del día siguiente sería sin neopreno ¡Cojonudo! Una cosa
menos que lavar al llegar a casa (en realidad me estoy intentando
convencer de que no está tan mal nadar sin neopreno, pero mis
piernas, que flotan menos que un cacho de hierro, me recuerdan que
quizás mejor sería llevar traje)
El show de Ximo: Público y protagonista |
Tras
acudir al show de Ximo, propulsor del Valencia 113 y de las demás
pruebas del circuito nacional “Non-Drafting Series”, nos fuimos a
nuestra gruta, La Barraca, para pegarnos una pequeña siesta antes
del madrugón del Domingo de carrera.
A
las 5:00 am sonaron las alarmas ¡pero si nos acabamos de acostar! Y
es que nos gusta madrugar mucho y dejar los deberes hechos bien
prontito. La salida prevista para las 7:30h nos obligó a ponernos en
marcha tan temprano. Pablo y Sergio desayunaron el “potito” de la
abuela de Sergio, más que nada porque no tenían otra cosa. Yo tiré
de Triforza para ir ligerito a la carrera. La carga de hidratos de
los días previos era más que suficiente para llegar con las
reservas llenas.
Nos podemos quedar ciegos, pero este amanecer merece la pena verlo de frente |
Y
con lo puesto nos fuimos a boxes mientras las luces se iban
encendiendo en Valencia. Salir en manga corta a las 6 de la mañana y
sentir calorcito puede ser un aviso del horno que se espera horas más
tarde. Ya en boxes me fui hasta el rinconcito del fondo, y allí,
tímida pero bien acompañada, estaba mi Avenger TM6, que habíamos
dejado el día anterior. Un número 2 flanqueaba mi bicicleta y,
justo al lado, el 1, de don Emilio Aguayo, un tipo tan normal, que
podría pasar desapercibido entre los más de 1000 triatletas que
allí estábamos si no fuera por el pequeño detalle de llevar el
dorsal 1 y ser, entre otras cosas, Campeón de España de la
modalidad y haber quedado segundo, ganando a Jammes Cunama, en el
Challenge de Salou, un par de semanas antes. ¡Casi nada! Pero la
naturalidad de Emilio se nota incluso momentos antes de empezar la
competición. Cuando otros nos ponernos más tensos que cagando sin
pestillo (frase para Pablito jeje) él está tan tranquilo,
charlando, sin preocupaciones y transmitiendo serenidad, un crack.
Y
en estas que estábamos metiendo aire a las ruedas, cuando oigo,
justo en frente ,a alguien pegar un grito acompañado de algún
juramento en hebreo. Pablo, que había ido a ayudar a Ximo a colocar
una valla, se acababa de atravesar el dedo con uno de los hierros
salientes y sangraba bastante. ¡Qué puñetera mala suerte! Si es
que el pobre, por si no tenía suficiente con los dolores de pubis,
rodilla, muelas…. Ahora le habían hecho un piercing en el dedo, a
menos de media hora de la salida.
Taponó
la hemorragia como pudo, pero el dolor era fuerte y su cabeza empezó
a funcionar negativamente. Esto fue, creo, un punto a su favor. Con
la idea de que con el dedo así no iba a hacer nada en carrera, se
quitó presión, se relajó y salió al Valencia 113 sin esa losa con
la que suele ir a las carreras después de haber gastado todas las
balas y buenas sensaciones entrenando. Me la estoy jugando, pero creo
que esa liberación de presión le hizo completar la mejor carrera de
su vida, como luego vamos a ver.
Caminé
junto al futuro triunfador del día hacia la arena de la Malvarrosa,
con un sol saliente cegador en el horizonte. Al final se iba a nadar
con neopreno, aunque creo que la temperatura estaba al límite y si
nos hubieran hecho ir sin él no habría protestado nadie. Ya en la
arena tuve tiempo de catar las cálidas y saladas aguas del
Mediterráneo, a diferencia del Triatlón de Pamplona o Madrid, donde
no pude calentar. En Valencia el problema iba a ser enfocar bien las
boyas, dispuestas en rombo y camufladas por ese sol que nos cegaba
por completo.
Obedientes como pocos, la rayita ni se pisa |
Dorsal
2 en liza y con ganas de cerrar a lo grande este primer bloque de
carreras de la temporada, centrado en la Copa de España de Triatlón
de Media Distancia, me coloqué en primera línea de salida.
Compartiendo esa primera línea estaba Emilio Aguayo, Pakillo, César
Pereira, José Andújar, Dani González, Cardona…. Y más nombres
conocidos de un nivel parecido al mío. Carrera muy abierta en
categoría Élite en la que, por qué no, soñaba con colarme en el
pódium.
Arrancó
la prueba a la hora prevista y los poco más de 50 triatletas de esta
primera tanda nos tiramos a las aguas del Mediterráneo como pollos
sin cabeza. Ahora lo miro y hace gracia, pero los primeros metros,
con el sol de frente, salimos más torcidos que la cola de un
gorrino. No levanté al cabeza hasta unos minutos después de la
salida, me dediqué a seguir las burbujitas que los de delante iban
dejando. Al ser pocos no hubo problema de golpes, y todos nadamos
limpiamente. Tardé en orientarme bastante cuando intenté por
primera vez situar la primera boya. Además de estar lejos, no se
veía por el sol, así que, a pies de otros, rezando para que ellos
sí fueran rectos hacia donde debíamos. Llegamos a esa primera boya
con los grupos definidos y, por fin, pude situarme en carrera. Como
siempre, identifiqué a Sergio nadando un poco por delante, también
a Andújar y a Dani. Más o menos lo previsto, los de siempre y un
buen grupo para nadar cómodo. Me mantuve atechado, guardando
fuerzas, el resto de la natación. No me veía con la frescura de
Madrid o Pamplona y en los intentos de salirme de la traza de mis
compañeros, el sobre esfuerzo para ir al mismo ritmo era demasiado,
así que volví de nuevo a mi guarida dejando que el tiempo fluyera.
¡Premio para el que sea capaz de apuntar de frente a la boya! |
Los de siempre. ¡Sergio, tenemos un imán en el agua! |
Momento clave, cagada monumental y carrera "al palco" |
Nada, que no quiere entrar la zapatilla... |
Cuando
pude empezar a pedalear, miré al fondo y vi el trenecito que debía
haber cogido y que en ese momento me sacaba un mundo.
Camino a la perdición |
Lo
que sí que me saqué yo fueron los ojos durante los primeros 5
kilómetros de bici para intentar recortar el hueco. ¡QUÉ AGONÍA!
¡QUÉ CALENTÓN! A más de 350 watios y no conseguía ver más
grande la figura de Dani y Bolado, que eran los que tenía
inmediatamente delante. Mi intento por paliar la cagada de boxes duró
hasta que las pilas dijeron basta. Cinco kilómetros y explosión.
Exploté en todos los sentidos, física y mentalmente. Incapaz de
contactar con ellos tiré la toalla, agaché la cabeza sobre mi
Avenger y, resignado, empecé a mentalizarme de lo que se me venía
encima: 80 kilómetros de bici más solo que la una y sin un ápice
de fuerza. La sangría de minutos que me podían caer iba a ser
antológica.
¿Cómo
se gestiona esa situación? Pues intentando distraer la cabeza para
que las piernas, poco a poco, vayan olvidándose del calentón y los
kilómetros pasen lo más rápido posible. Mi primera idea fue
disfrutar del paisaje… JAJAJAJA, iluso de mi. En medio de una
autovía de dos carriles, todos para mi solito, difícilmente iba a
disfrutar de las vistas. El primer tramo, hasta Náquera era todo
subida y los primeros 15 km por zonas muy “rodables” y carreteras
anchas.
Llegué
al primer avituallamiento. “¡Cojonudo, porque voy un poco seco!”
pensé. Con mi lengua relamiéndose y con ganas de isotónico llegué
a esas maravillosas mesas llenas de bidones donde los voluntarios
estaban a su bola… ¡Ni uno estaba pendiente de la carrera! Pedí
isotónico y pesqué un poco de agua de milagro. El último de la
mesa reaccionó a tiempo pero solo pudo darme agua…. ¡Muy bien!
Kilómetro 20 y hasta el 55 no volvía a tener avituallamiento…
Sin
isotónico y solo con geles y triaforza que yo llevaba conmigo, subí
por las preciosas carreteras levantinas que van a parar a Náquera.
Allí, un rampón de algo menos de 1 km dicta sentencia y la célula
del chip recoge el tiempo de la subida. Para olvidar… dos minutos
más que el año pasado… una vergüenza.
Seguía
sin fuerza y desconectado, así que traté de mantenerme entretenido
saludando a la gente que me animaba. Se notaba que lo hacían por
pena que otra cosa, como si estuvieran dándome el pésame en vez de
empujando, y casi tenía que animarles yo a ellos más que ellos a
mi.
Después
de coronar en Náquera, la carretera se torna “curvosa” y algo
delicada durante unos kilómetros. No me la jugué nada, ¿para qué?
Por la Sierra de la Calderona, espacio protegido y de gran valor
turístico y natural, fui trazando las curvas de las lamentaciones.
Cuando la parte técnica se terminó, empezó un tramo, ya casi hasta
Valencia, descendente pero con carreteras amplias y óptimo para una
rueda lenticular y un 53-11. El segundo requisito lo cumplía, pero
las patitas protestaban cada vez que metía el 11, así que, como
dice la canción que nos están metiendo este año hasta en las sopa:
“Deeees-paaaaa-cito”.
De
camino a la segunda transición volví a pasar por el
avituallamiento, esta vez con los voluntarios más atentos, pero…
¡SIN ISOTÓNICO! Y mira que pedía a grito pelao que me indicaran
qué bidones tenían sales… Pues no, no hubo manera y acabé de
nuevo con un botellín de agua en la mano… Con el calor que hacía
no me hazo ninguna gracia ir tan justo de sales.
Los
pocos kilómetros que faltaban para terminar el suplicio ciclista
eran por la autovía de entrada a la ciudad, y yo ya estaba más
preocupado de no perderme por las calles de Valencia que de apretar
las bielas. Fue entonces, mientras estaba inmerso en mis
pensamientos, cuando por fin vi un atisbo de vida en esta carrera.
Tras hacer 80 kilómetros más solo que la una, dos triatletas, que
también competían en Elite, me dieron caza y pusieron fin a mi
periplo en solitario. ¡A buenas horas! Llevaba toda la mañana
buscando amigos y van a aparecer justo antes de llegar a la T2. Al
menos me sirvieron para guiarme por los giros y bocacalles de la
ciudad levantina y así no perderme.
Ya no sé si voy o vengo... |
Con "toa" la calma |
Me
puse de pie, giré el dorsal, busqué la salida de boxes y empecé
los 21 kilómetros más llanos, pero a la vez más perros, de cuantos
triatlones de distancia Half haya hecho hasta ahora. ¡Qué pereza!
21 kilómetros por delante, 30 graditos de temperatura y subiendo, y
una carrera en solitario, presumiblemente, que se antojaba
complicada.
Vamos a ver si carburamos o gripamos motor |
Aun
así, salí a mi ritmo, a 3:30’/km, al que debería poder aguantar
y para el que estoy entrenado. En el kilómetro 2 adelanté a los dos
triatletas que me pasaron antes de la T2, y no iban lentos. ¡Para
nada! Me costó lo suyo adelantarles, y eso que yo iba alegre.
Me
puse noveno, y ya de ahí en adelante sí que había un mundo. El
paso por las dársenas del puerto de Valencia era una lucha constante
por buscar sombra. No importaba hacer más metros, cualquier hilo
negro proyectado en el suelo y que sirviera para protegerse de ese
solazo valía. Incluso cuando me encontré al padre de Sergio, éste
indicó el camino de sombra .
La
alegría de ritmo con la que salí en esos primeros dos kilómetros y
que, como digo, debería haber sido la que llevara en toda la carrera
a pie, se terminó pronto. Recuerdo la petada monumental del año
pasado en este mismo triatlón, arrastrándole a 5’/km en el último
tramo de carrera por haberme pasado de vueltas al principio. Y este
pensamiento, unido a las malas sensaciones que empezaban a aparecer,
me hicieron sacar la calculadora y activar el modo supervivencia.
¡Ufffff! ¿A dónde iba yo a 3:30’/km? Una locura a la que le
calculaba, como mucho, 5 kilómetros de vida. Así que, coincidiendo
con la entrada en el parque y al paso por la Ciudad de las Artes y
las Ciencias, puse el piloto automático a ritmo de 3:50-4 e intenté
aguantar como pude.
Lo
bueno que tiene la carrera a pie de Valencia es que, al ser de ida y
vuelta, si llegas a la mitad, por narices tienes que volver y sí o
sí la vas a acabar.
En
el kilómetro 5, y mientras me entretenía tratando de recordar el
lugar donde el año pasado tuve que hacer una excursión a los setos,
me crucé con Fernando Santander, que se había dado la vuelta y
venía de frente caminando. Una deshidratación de campeonato dio al
traste con la gran carrera que estaba haciendo. Me animó a seguir
empujando, tratando de convencerme de que los de delante iban
muertos. ¡Anda que yo iba curioso!. Pero en realidad, si vas muerto
con 10’ de ventaja, la muerte es menos dolorosa. Sabía que rascar
algún puesto más iba a depender de grandes petadas.
Y
yo iba justito, tan justito que el primer gel cayó en ese km 5….
En Orihuela lo estiré hasta el km 10, y aquí, ya en el 5 el cuerpo
me pedía gasolina. Se la di y parece que me sirvió para mantener el
ritmo, trotón, pero constante.
Ximo,
el organizador, hace todos los años una clasificación que la llama
“The Walking dead”, y que mide la diferencia entre la ida y la
vuelta de la carrera a pie, clasificando primero el que más haya
petado a la vuelta. Pues si el año pasado estuve en puestos de honor
en esta clasificación, este año me negaba a ser protagonista, y por
eso (además de porque no podía con los cataplines jejeje) fui
tranquilo por las orillas de cauce del el río Turia.
Al
paso por el km 8 ya empecé a fijarme en quien vendría como líder,
aunque no hubo sorpresas y pocos metros después me crucé con Emilio
Aguayo, que volvía con una frescura que ya quisiera yo. Detrás de
Aguayo apareció mi amigo Alberto Romero en bici. Iba acompañando al
líder y compañero de entrenamientos, pero al verme pasar se dio la
vuelta para saludarme.
Fueron
unos pocos metros pero no veáis lo que me sirvieron. De hecho, lo
primero que me salió del alma nada más verle fue un “Dame
conversación” jajajajaja. Sí, no se me podía ocurrir un “dame
agua”, “quítame el viento”, “márcame el ritmo”… tuvo
que ser un “dame conversación”, porque el desgaste mental que
llevaba tras más de tres horas de carrera sólo, me pedía más
entretener la mente que cualquier otra cosa. Desafortunadamente el
entretenimiento duró poco, porque Alberto tuvo que darse la vuelta e
ir en busca de Emilio.
Seguí
mi periplo en solitario, pero ya más entretenido y cruzándome con
triatletas que volvían. Segundo iba Pakillo, tercero Andújar,
cuarto Daniel González…. Me fui cruzando con todos y a mi me
quedaba aún un kilómetro para el giro.
La
única motivación fuer ver a Sergio relativamente cerca. Él cerraba
el grupo que se había bajado a correr delante de mi y ya le había
recortado casi toda la diferencia. Cuando di la vuelta en el
kilómetro 10.5, eran algo menos de dos minutos los que me separaban
de él.
Afronté
el regreso a Valencia de la misma forma que me había tomado la
carrera a pie, en modo supervivencia, y no fue hasta el kilómetro 14
cuando alcancé a Sergio. Le di un pequeño empujoncito de ánimo y
seguí adelante, sin referencias y apalancado en un octavo puesto al
que parece que estaba destinado.
Pero
antes de pasar a Sergio me llevé la mayor alegría del día, porque,
cuando tu carrera está siendo un calvario, qué menos que alegrarse
por la de tus amigos. Y es que, para mi sorpresa, no había llegado
yo al kilómetros 13 cuando vi venir de frente a la “bala de
Liencres”, al “soneto saltarín”, al “trovador de la Arnía”,
al “cohete de rima asonante”, a Don Pablo Gutiérrez. ¿Ya estás
aquí? Fue lo primero que se me vino a la cabeza. Me daba la
sensación de que mi presi iba muy muy adelante, y cuando me lo crucé
confirmé que, no solo iba en un buen puesto, sino que también iba
sobrado de fuerzas. El “cabrrrrrr….” de él me solmenó tal
ostia (perdón por la expresión) al chocar las palmas que casi me da
la vuelta y quedo mirando para el otro lado. Entre eso y que yo iba
justo de fuerzas me pasé unos cuantos metros recomponiéndome del
leñazo ¡Sí que va bien el Pablo! Jajaja
Y
de ahí al final poco más, sobreviviendo como pude al calor y
esquivando a la gente que disfrutaba del día por el paseo de la
playa de la Malvarrosa. Me costó vislumbrar el arco azul de meta de
A300W entre la maraña de turistas. Aunque como no me jugaba nada,
tampoco me desesperé en esos metros finales en zigzag. Último
arreón, espalda recta, zancada larga y al menos intentar disimular
la “paliza” que llevaba encima.
¡¡META!!
Octavo puesto Élite y cuarto medio Ironman en un mes y medio. Hoy
pagué la fatiga acumulada de toda la primavera, sufrí lo que no
está escrito en bici y no tuve mi mejor carrera, pero aun así, la
sonrisa que se me dibujó cuando crucé la meta es reflejo de que en
el fondo estoy contento, contento por haber superado momentos
difíciles, contento por haber disfrutado del camino y, sobre todo,
contento por lo que falta por venir, que es mucho y muy bueno.
Pero
antes de cerrar esta crónica y echar las cortinas al primer acto de
la temporada 2017, con la Copa de España de Media Distancia como
objetivo principal, quiero acordarme del poeta más rápido de
España. Porque el choque de palmas del kilómetro 13 con Pablo me
dejó, además de un poco desencajado, con la curiosidad de saber qué
podía hacer el del Bender Triatlón. Si en 2016 me dio tiempo a
terminar la carrera e ir al hotel antes de que Pablito llegara a
meta, este año no tuve tiempo ni de tomar el Recovery, y cuando aun
estaba de “cháchara” con el resto de corredores que iban
llegando, apareció “ricitos del oro” por meta proclamándose
¡SUBCAMPEÓN DE SU GRUPO DE EDAD EN EL HALF VALENCIA 113! ¡ENORME
PABLO!
No íbamos a irnos de Valencia sin medalla ¿no? |
Con el ganador, Don Emilio Aguayo |
Bueno
señores, como digo, punto y seguido a la temporada, tres semanas de
desconexión y de nuevo a preparar los objetivos que vienen, que no
son pocos:
-
Medio Ironman de Buelna
-
Ironman 70.3 World Championchips (Chattanooga, USA)
-
Ibiza Half Triatlón (Final de la Copa de España de Media Distancia)
Gracias
a todos los lectores valientes que han llegado hasta aquí y aguantan
mis crónicas.
Muerte por indigestión del Éxito |
Un
abrazo a todos y ¡BUEN INICIO DE VERANO!
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