martes, 28 de mayo de 2019

SURFER´S HALF MARATHON: Lluvia, viento, frío, granizo y la primera en CA "pa la saca"


Cambio de país, cambio de continente y cambio radical a mi vida. Hace poco más de tres semanas que hice las maletas y me convertí en uno más de los miles de españoles que probamos suerte fuera de nuestro país. Admito que en mi caso me ha movido más la inquietud que la necesidad, es decir, las ganas de conocer mundo y ampliar el alcance me mis perspectivas laborales. En estas tres semanas en suelo americano no puedo más que confirmar las buenas sensaciones con las que me he ido.


Puestos ya en contexto, este blog no lo creé para hablar de mi vida personal y laboral, sino para tener un recuerdo de mi otra afición: el deporte. No es, ni mucho menos, un blog donde busco venderme, enseñarme o publicitar mis éxitos o desgracias. La esencia con la que lo creé y que aún mantengo vigente, es el de tener ordenada cada competición que he hecho y poder, años más tarde, rememorar las sensaciones y sentimientos vividos en carrera. Ya son más de seis años lo que llevo escribiendo en “corriendo por lo segao” y espero que la llama no se apague nunca.

Pues eso, tres semanas en Santa Cruz de California ha sido lo que tardado en ponerme un dorsal en el pecho. Con objetivos más ambiciosos a la vista, coincidió que este fin de semana se disputaba la Media Maratón de Capitola (la “Surfers half marathon”). Una carrera popular con casi 2000 participantes que recorre el frente costero de Santa Cruz, en dirección a Capitola, para volver por el mismo lugar y terminar en le emblemática playa de Cowell, junto al “Wharf”. El recorrido, siempre con el océano Pacífico como testigo, transcurre por algunas de las zonas de surf más conocidas de California.


Santa Cruz tiene un clima “Mediterráneo”, bastante seco, especialmente en esta época del año. Pero este mes de Mayo está siendo uno de los peores que recuerdan los locales en cuanto a climatología. Tras una semana de lluvias constantes, el Domingo de carrera apuntaba a “catástrofe meteorológica”, e igual nos quedamos cortos con este término. La carrera estaba prevista a las 7:00 am ¿qué horas son estas? Desde luego que tengo que cambiar el chip español de competir a medio día. El problema de correr tan temprano es que, por mucho que te empeñes, siempre vas a dormir poco la noche antetior y, además si tienes que desayunar, el madrugón puede ser peor ¿solución? Ir a la carrera sin desayunar, con la cena de las 6 de la tarde del día anterior, y así poder apurar el sueño. Estoy muy acostumbrado a hacer entrenamientos de intensidad con el estómago vacío, por lo que consideré menos arriesgada la opción de ir en ayunas.

A las 5:45h sonó el despertador ¿ya? Bueno, me visto y salgo a activar 10’ las patitas y conseguir, a su vez, que se active mi estómago; pero no hay manera. Estas horas no son las habituales y no le da la gana “despertar”. No queda otra que rezar para que ya no se active hasta el final de la carrera. Media hora antes de empezar, bajo a la zona de salida, y justo cuando llego empieza a chispear. El cielo no puede estar más gris y con peor pinta. Ante la previsible mojadura del calentamiento y como no tengo a quien dejar la ropa (voy de corto, y me estoy congelando), opto por resguardarme bajo techo de la lluvia y el frío y salir de mi refugio un minuto antes de la salida. Creo que era peor empezar con hipotermia que sin calentar. Avisan de que queda un minuto y salgo de mi escondite, colocándome en primera fila. No tengo ni idea de quien corre, ni del nivel ni de nada, pero ya el hecho de ponerme en primera fila y que la gente de alrededor se aparte y de deje un metro a cada lado, quiere decir algo, y espero que no sea que es porque huelo mal. 


Poca tensión cuando termina la cuenta atrás y enfilamos la calle paralela al Boardwalk. Y en un perfecto ejercicio de sincronización con el pistoletazo de salida, el cielo se nos cae literalmente encima ¡QUÉ DUCHA! Ni 100 metros llevábamos y no me cabía más agua en la ropa. La coña de correr en bañador iba camino de convertirse en la opción más lógica. Entre el viento (de culo) y el agua, la sensación térmica era muy baja, por lo que inconscientemente hice un primer kilómetro un poco rápido para entrar en calor, quedándome más solo que la una. Sí, solo, solo desde el principio. 

Ante ese panorama no quedaba otra que tomarse la carrera como una lucha mental contra uno mismo y contra los tiempos, el del reloj y el meteorológico, aunque el primero de ellos iba a estar directamente condicionado por el primero. En el kilómetro dos empiezan las rampas, no demasiado largas, pero sí machaconas, que acumulan en total 150 metros de desnivel positivo. No es la Media Maratón de Siero pero tampoco es rápida. Trato de centrarme y correr detrás de la moto y la bici que abren carrera sin bajar el ritmo. Los primeros kilómetros voy rodando a 3:20’/km y bastante bien, de momento no percibo las consecuencias de no haber desayunado. En cada zona baja se había acumulado muchísima agua y he llegado a pasar charcos de media pierna. 

Público poco (lógicamente) pero el que hay ¡cómo anima! Aquí en América se vuelcan con el corredor, cero prejuicios y aunque no te conozcan te gritan como lo haría tu grupo de amigos si te estuvieras jugando un campeonato de España. Trataba de ir devolviendo los ánimos con un saludo o algún comentario. De esta forma fueron pasando los kilómetros y llegué al punto de giro, en Capitola, donde había que dar la vuelta para regresar por el mismo camino. 

Hasta entonces el viento había soplado de culo; al girar, pasaría de dar de culo a “dar por el culo”. Solo faltaba el granizo en la fiesta, y apareció. Volviendo de Capitola empezaron a caer piedras blancas que me hicieron pensar que estaba soñando ¿De verdad está granizando en Mayo en Santa Cruz? ¡Manda cojones que tenga que venir al Estado del surf, la playa, las chanclas y los bañadores para encontrarme con frío, granizo, lluvia, viento y rayos! ¡y qué rayos! La tormenta eléctrica se quiso unir a la fiesta. Afortunadamente, para contrarrestar las condiciones adversas estaban los miles de participantes con los que me iba cruzando al volver. TODOS, absolutamente TODOS con los que me cruzaba me animaban. Al principio me motivé saludando a cada uno de ellos, pero cuando son miles de personas llega un punto en el que acabas con el oído izquierdo un poco saturado y la mano más atrofiada de saludar que la de la reina de Inglaterra. Aún así, gracias, de verdad, porque esto es lo que da sentido a nuestro deporte.

Y cuando me las veía felices, volviendo con holgura respecto al segundo (algo más de un minuto) y con la gente animando, apareció lo que no tenía que aparecer… las ganas de ir al baño. Kilómetro 11 ¡No fastidies! ¿Y cómo voy a aguantar yo 10 km así? Pues nuevo reto para mí, tratar de controlar con la mente lo que el cuerpo quiere hacer. Bajé el ritmo, me centré mucho en cada zancada y fui limando los kilómetros que quedaban hasta meta con mi estómago pidiendo guerra. Obviamente no pude ni beber ni comer nada en carrera, pero las sensaciones musculares seguían siendo buenas. Lo mejor de todo era ver como mi marcha de supervivencia rondaba los 3:30’/km, y con un pulso de algo más de 150 pulsaciones, buena señal. 

Cuando por fin pude ver el Wharf al fondo respiré tranquilo. Tenía más miedo que se me escapara otra cosa que no la victoria. Últimos metros, giro a la izquierda, y meta en 1h 11’ 54”, batiendo el récord de la prueba. Meta que por cierto estaba desangelada. Normal, ¿quién iba a estar ahí con la que caía? A los dos minutos llegó el segundo y ocho minutos después el tercero. Hicimos la foto, nos dieron el trofeo a los tres, y pa casa. A las 8:30h de la mañana ya estaba entrando por la puerta de casa “cagando ostias”, nunca mejor dicho.



Sí señores ¡8:30 am! Y ya había corrido una media maratón, me habían dado el premio y estaba en casa…. ¡A ver si lo de madrugar no va a ser tan malo!


Nada más por ahora. Primer dorsal californiano saldado con éxito. En breve repetiremos, pero la próxima vez no va a ser ni tan fácil ni tan light.

¡Sean felices!