lunes, 26 de diciembre de 2016

SAN SILVESTRE ANGULERA 2016: Como en la lotería, "lo mejor es compartirlo"

Copiando la rutina navideña del pasado año, que tan buen sabor de boca me dejó, decidí aparecer por la San Silvestre Angulera de San Juan de la Arena, perfectamente organizada por la" Asociación Cultural Garabuxada". Dos días después del calentón de la carrera de Nochebuena de Gijón, las piernas amanecieron torpes y perezosas. Un trote de activación la mañana de la carrera sirvió para darme cuenta de que hoy iba a tocar sudar la gota gorda para estar al nivel del pasado año. Como dice Ricardo: "los progresivos son un termómetro para medir el estado muscular", y lo de por la mañana me hizo ver que aún las "patitas" no habían cogido temperatura.

Nos acercamos hasta San Juan de la Arena, con el objetivo de revalidar la victoria del pasado año, aunque viendo el nivel de los rivales, como el de Ciro Canseco esta temporada, se antojaba más complicado.

Se le veía venir ¡Qué progresión Ciro!

Una tarde fresca, pero con un tiempo agradable, aún impropio de las fechas en las que estamos, cientos de corredores populares y niños, muchos niños, nos animamos a participar en la cita angulera. Calenté con Pablo Camino, recorriendo al trote el sinuoso circuito que minutos después haríamos con la lengua fuera. Unos progresivos para agitar la patata y a las 17:00 h nos colocamos en línea de salida el medio millar de atletas dispuestos a "pescar" la angula que había en juego. Porque si algo caracteriza a esta San Silvestre es el premio al primer clasificado en forma de menú de angulas en uno de los restaurantes del pueblo.

Anclas fuera y ¡a navegar!

Redes en mano dieron la salida, y los 500 pescadores izamos velas y pusimos rumbo a alta mar. Como era de prever, los chavales del pueblo salieron con ganas de dejarse ver en los primeros metros. Me coloqué cerca de cabeza de carrera, junto a Ciro, a priori, el rival más duro, y cuando apenas llevábamos 400 metros, la gente menuda que había disfrutado de su momento de gloria, nos dejó paso y me vi sin querer, liderando la carrera.

Primeros metros de tanteo
No era lo que tenía en mente, quizás tomé la iniciativa demasiado pronto, pero ya que estábamos ¿por qué no intentarlo? Sin pensármelo dos veces me puse a tirar. "El que quiera venir que coja el tren, y el que no, que pille otro vagón, pero aquí no se espera", pensé. A ritmo pero sin cebarme completé el primer kilómetro en el que ya se hizo un corte y nos quedamos en cabeza de carrera Ciro, Alejandro Rodríguez, un chaval muy joven de la Atlética Avilesina y a quien habrá que cogerle la matrícula para futuras citas, y yo.

Ejemplo de simetría
El segundo kilómetro, rumbo a la playa, es ligeramente favorable y bastante rápido. Fue ahí donde el pasado año pegué el cambio y me fui solo, pero esta vez sería distinto, porque Ciro está mucho más fuerte que entonces y no me iba a dejar escaparme así como así. Aunque un par de tirones sí que intenté dar para probar al personal, pero fueron en balde.

Se corrió bastante, no nos lo pusieron fácil
Seguí bregando, tramos de viento a favor y tramos de viento en contra, pero manteniendo una velocidad cercana a 3'/km de forma constante. Tenía la esperanza de que  ese ritmillo machacón hiciese ceder a mis rivales, pero no fue hasta el kilómetro tres cuando el chavalín empezó a quedarse. Por delante 1,6 kilómetros en lo que se preveía un mano a mano muy duro con Ciro, que seguía enganchado sin dar muestras de debilidad.

No me quería imaginar una llegada a cara de perro de nuevo. En Gijón me exprimí demasiado al final y de ese tipo de esfuerzos cuesta recuperarse, así que, pensando ambos en nuestro principal objetivo, la San Silvestre de Oviedo, hicimos un pacto de no agresión a falta de un kilómetro para meta y así evitarnos ese desgaste que nos iba a perjudicar a los dos. Lo hablamos durante el cuarto kilómetro y no tuvimos ningún problema en repartirnos la victoria en San Juan de la Arena. 

Disfrutando de los últimos metros
Última recta, no íbamos despacio, pero afortunadamente tampoco nos íbamos muriendo. Entramos en la zona de público que animaban ante lo que pensaban que estaba siendo un sprint, y entramos juntos en meta, como digo, evitándonos ese desgaste que pudiera hipotecar nuestro rendimiento en Oviedo.

El premio de compartirlo
Me alegro mucho por Ciro, porque sé que le presta tanto o más que a mi ganar una carrera y hoy aguantó a 3:05 sin ningún problema, por lo que más que merecido este resultado. Y yo me voy encantado para casa porque las sensaciones compitiendo fueron increíbles, en contraposición a lo que pronosticaban mis piernas en el calentamiento. Hice mi carrera, tirando y a buen ritmo, y no me quemé al final.

Pódium Sénior Masculino, aunque algún trofeo tenía tetas jeje
Gracias a los amigos de la Asociación Cultural Garabuxada por el esfuerzo que hacen para sacar adelante esta prueba y desde aquí les animo a que sigan organizándola cada Navidad con las mismas ganas e ilusión. Si no pasa nada, ¡hasta 2017!


Y a los lectores del blog les cito el próximo 31 de Diciembre en Oviedo, en la carrera del año, en la prueba que nos pone la piel de gallina cada Nochevieja. 

Allí ya no vamos a dejar balas en la recámara.

sábado, 24 de diciembre de 2016

CARRERA DE NOCHEBUENA DE GIJÓN 2016: Las gacelas y el león también comen chocolate y turrón

Otro año más, y con este van siete, llegó el día de ganarse un Papá Noel de chocolate. Porque la carrera de Nochebuena de Gijón, además de ser un clásico de las pruebas populares asturianas, se caracteriza por ese obsequio que nos dan a todos, pequeños y mayores, al entrar en meta. Más de 2500 figuritas de chocolate se repartieron este 24 de Diciembre, de nuevo primaveral, y con una temperatura más propia  de la época estival que del invierno.


Tras los 8 km de Castrillón del Sábado pasado, las piernas no estuvieron muy finas durante la semana. Competir dándolo todo en asfalto me deja bastante tocado muscularmente, pero, gracias, entre otras cosas, a las prodigiosas manos de Sergio Ingelmo, y a los minuciosos y detallistas entrenamientos planificados por Ricardo, conseguí llegar a Gijón muy recuperado y con buenas sensaciones. La única sesión de calidad de esta semana fue el Martes, con unas series (5x500 + 5x400) en la Albericia, que me dejaron buen sabor de boca y confianza para esta carrera.

Como todos los años, la prueba de Nochebuena de Gijón, al igual que los 8 km de Castrillón, suele ser un anticipo de lo que se va a ver en las San Silvestres, y no hay más que echar un vistazo a la lista de inscritos para darse cuenta del nivel. Por descontado, la dupla del Gijón Atletismo, Youssef Benkert y Raúl Álvarez, partían como favoritos, pues llevan unos meses dando recitales en todas las carreras a las que van. Aunque también formaban parte de esa lista atletas con opciones Borja Jerónimo, Martín Acebes y Martín Álvarez Espinar, para mí, los otros tres que deberían estar luchando por las plazas de top 5. Luego estamos un grupo muy igualado en el que me incluyo junto a Jorge Cosío, Aurelio, Lionel... Todos ellos presentes en el arco de salida. Eché de menos a algunos inscritos como Pablo Ibañez o Manu Guerreiro, que al final no vinieron. Aún así, creo que había suficientes nombres como para ofrecer una carrera vistosa.

Raúl y Youssef, ¡como sigáis corriendo tanto vais a dejar de aparecer en las crónicas! jeje

Buen calentamiento por las inmediaciones de Las Mestas y a las 11 en punto estábamos los más de 2000 participantes ya prestos a tomar la salida. Por delante 5,1 kilómetros agónicos, rápidos y disputados. Una cuenta atrás de 10 segundos dio paso a la marabunta multicolor que, como todos los años, salió despendolada en dirección a las universidades. Me vi muy cerrado en los primeros metros, y rebasado por varios atletas jóvenes y rápidos que son capaces de aguantar los primeros kilómetros a ritmos inferiores a 3'/km. Preferí no agobiarme con esa sangría de posiciones y en vez de pegarme un calentón para avanzar puestos, me dediqué a esperar que la gente fuera cediendo. Miraba el reloj e íbamos a poco más de 3'/km, por lo que el ritmo era el que tenía que ser, y un calentón en ese momento podía hipotecar la carrera.

¿Atechado o atrapado? Buscando a Wally (Foto: Correr Asturias)

 Durante ese primer kilómetro a la expectativa, esperando a que se despejara el panorama, vi como Borja había puesto la directa y nos sacaba un verano. Detrás de él y también varios metros por delante de mi grupo, rodaban Raúl, Youssef y Martín Acebes. No hice amago de ir a por ellos porque su ritmo era sub 3 y si lo intentaba la petada podía ser monumental.

Llegamos al giro donde la Laboral, en el kilómetros 1.5, y el despeje de corredores previsto me permitió ponerme en posiciones delanteras de mi grupo. Cosío era el que tiraba de nosotros, mientras que Martín Álvarez y yo le secundábamos. También Lionel (con quien había tenido un duro sprint por el 4º puesto en la San Silvestre de Oviedo de hace dos años) iba con nosotros, al igual que Aurelio.

Tensando, con Cosi y Lio atentos
Ya de vuelta hacia las Mestas Martín Álvarez cambió ligeramente y aproveché para ponerme a la par y darle continuidad al ataque. No miré hacia atrás, pero creo que algún integrante del grupo empezaba a ceder. Llegamos al kilómetro 2 y por primera vez levanté la cabeza para ver lo que pasaba por delante.
Vi a Borja girarse para comprobar la distancia con Raúl y Youssef, y poco después de hacer el gesto se retiraba, dejando vía libre a los dos galgos gijoneses. Por su parte, Martín Acebes cedía unos metros con los dos líderes, circunstancia que quise aprovechar para acercarme a él. Pusimos rumbo hacia el Molinón y metí una marcha más, a la caza del atleta del Universidad de Oviedo. Conseguí separarme unos metros de Lionel, Cosío y Martín Álvarez, pero el regreso en paralelo por el Piles se me hizo eterno. Tanto, que Lionel consiguió enganchar conmigo, pasándome como un obús. Sin cebarme con el ataque, poco a poco, me pegué a él y juntos entramos en el complejo deportivo de Las Mestas. Solo 800 metros para meta y ya estaba pasándoseme por la cabeza aquél sprint en la San Silvestre de Oviedo 2014 ¡Qué agonía!

Último giro, se puso nerviosa la fotógrafa y por eso salió borrosa jeje
Esperé el cambio y éste vino a unos 500 metros de meta, quizás demasiado fuerte y demasiado pronto. Aunque íbamos rápido, mis piernas me permitieron poner una marchita más y responder al acelerón de Lionel con un último cambio una vez hubimos entrado en el velódromo.

Fotaza: Ángeles Llera Fernández y Francisco Rivas Álvarez

No se puede decir que no lo di todo. Foto:Araceli Sánchez Jose María Villamandos

Conseguí abrir un hueco de 20 metros y sufrí para mantenerlo hasta meta, entrando en cuarta posición por detrás de Youssef, que repetía victoria, Raúl, que repetía segundo puesto, y del joven atleta del Universidad de Oviedo, Martín Acebes, que aguantó como un jabato la tercera posición en solitario.

Misma foto que en 2015: Pódium Sénior Masculino
Y ¿qué conclusiones saco después de esto? Pues que ya casi estoy al nivel del año pasado. Que hoy, pese a ese primer kilómetro en el que me vi atrapado, fui capaz de rodar a 3 pelaos e incluso hacer el último kilómetro sub 3; y que cada semana doy un pasito respecto a la anterior.

Ahora a recuperar con los turrones para seguir disfrutando de las carreras navideñas.

Próxima parada...

domingo, 18 de diciembre de 2016

8 km de CASTRILLÓN 2016



Hacía años que le tenía ganas a esta prueba pre-navideña de Asturias, en la que tradicionalmente la gente acude en masa para medir sus fuerzas de cara a las San Silvestres. Pero no fue hasta este año 2016 cuando decidí formar parte de la fiesta de Piedras Blancas, pese a coincidir, como siempre, con la carrera de Navidad de Piélagos. Permuté una carrera por otra y aquí va mi pequeña historia de lo acontecido ayer en los 8 km de Castrillón.

Otro sábado veraniego en pleno mes de Diciembre ayudó a que más de 1300 personas se animaran a correr entre Piedras Blancas y Salinas. A esta carrera llegué con los deberes mejor hechos que a citas anteriores. Pese a no estar como el año pasado a estas alturas, creo que esta temporada estoy creando cimientos más sólidos. De la mano de Juan Carlos Llamas (Nutrición) y de mi nuevo entrenador, el gran Ricardo Lanza, espero llegar a mi nivel real pronto y poder sacar todo lo que tengo. Pero por el camino también quiero disfrutar de la competición, para mí, la mejor forma de mantenerme motivado.


Llegué a Piedras Blancas a las cuatro de la tarde, una hora antes de la salida, y el ambiente que se respiraba de atletismo popular y buen rollo da a uno un punto más de ganas de competir. El cartel de la prueba estaba formado por, a priori, muy buenos atletas: Ivan Cánovas (ganador el pasado año), Youssef Benkert, Raúl Alvarez, Borja Jerónimo, Adrián Iglesias (vencedor de los 10 km de Oviedo de este año), Jorge Cosío, Máximo Cordero, Aurelio… Un cartel de lujo pese a que el día siguiente se disputa el regional de cross en Asturias y muchos atletas federados optaron por esta segunda opción.

Durante el calentamiento me acerqué a la zona de salida y vi que había dos cajones preferentes para dorsales azules y verdes, mientras que los dorsales blancos debían salir atrás del todo. Me levanté la camiseta y confirmé lo que no me esperaba… tenía dorsal blanco ¿con qué criterio habían hecho dicha asignación? Pregunté a gente de la organización y me comentaron que era para dar prioridad a la gente que ya había corrido otros años… ¿y qué hay de la gente nueva que quiere salir a disputar un puesto? Les pedí cambiar el dorsal, pero me lo negaron, así que no quedaba otra que salir desde atrás, pero de vez en cuando hay que echarle un poco de cara, y no iba a dejar escapar a todos los favoritos en la salida. Además, había gente que no había corrido otros años y tenían dorsal preferente, así que me negué a que me boicotearan de esa forma. Se fue acercando la hora y minutos antes de comenzar me percaté de la presencia de cierto personaje que tras cumplir una sanción por dopaje de 2 años, se dedica a ir a carreras de pueblo a sacar dinero. Deciros que en esta había premios en metálico para los 7 primeros clasificados y un bote de 800 euros para el que batiese el récord de la prueba. Pues lo que me da rabia es que esta persona, pese a su polémica actitud allí donde va, se le invita por la organización, no figura entre los inscritos a la carrera el día que se cierra el plazo para apuntarnos todos los mortales y encima se le da dorsal preferente… En fin, detalles que estropean un ambiente de fiesta y que me hacen plantearme el volver a correrla.

Foto: La Nueva España

Pero vamos al lío, porque no merece la pena perder el tiempo con estas cosas. Minutos antes de salir, me intento colar en el segundo cajón, y veo que Jorge Cosío y Adrián Iglesias, otros de los favoritos para optar a premio, estaban en la misma situación que yo, con dorsal blanco. Un miembro de la organización nos abronca y nos echa para atrás, diciendo que hasta que no nos vayamos a donde nos corresponde, no da la salida. Nos ponemos los primeros del cajón blanco, viendo como los atletas de los cajones precedentes apuraban el calentamiento. La vena de la mala leche se me estaba hinchando un poco más y tenía unas ganas de soltar la adrenalina corriendo que no veía. Pero justo antes de salir, mientras sonaba el himno de Asturias, quitaron las barreras y rápidamente pude coger un sitio en segunda fila, detrás de Raúl Álvarez. 

Cuenta atrás desde 10 y arrancamos rumbo a Salinas. 8,4 km por delante semi-llanos, aunque no había grandes subidas, estaba lleno de repechos tendidos que van haciendo “pupa” en las piernas.

Foto: MV Foto

El guión previsto se cumple, el que vino a por el record se va solo, y detrás se forma un grupo con Cánovas, Youss, Raúl, Jonatan Vior y yo. Sé que no es mi lucha, que yo debo estar por detrás de ellos, luchando con Cosío, Máximo, Aurelio o Adrian, pero apuesto por jugármela e intentar seguir el ritmo de los tres monstruitos. Con terreno favorable en la ida, cubrimos los dos primeros kilómetros a 3’/km de media. Sigo enganchado al grupo y pienso quedarme ahí hasta que reviente, aunque sé que voy fuera de punto, alguna vez hay que probarse e intentarlo. La estrategia me sirvió para abrir un pequeño hueco con mis rivales “reales”, con los atletas que están al mismo nivel que yo.

Foto: MV Foto

 Pasamos por el kilómetro 3 y las fuerzas empiezan a fallar. El ritmo que llevan es demasiado para mí, y empiezo a ceder unos metros. Empieza entonces una lucha contra mí mismo, una contrarreloj de más de 5 kilómetros en solitario, luchando por mantener un quinto puesto que me da acceso a premio en metálico y que, viendo el nivel de los participantes, era el mejor puesto al que podía optar. 

Foto: Alfonso Valdés Gallego
Llegamos a Salinas, giramos para volver por el mismo camino, y con pequeños giros de cuello para ver como viene la carrera por detrás, tengo la sensación de que me están recortando. Sé que Cosío está fuerte  este año, y espero poder aguantar en los 4,2 kilómetros de vuelta. La carretera tiende más a picar hacia arriba en sentido Piedras Blancas, y los repechos se me hacen montañas. Procuro poner la mente en blanco y correr, sufrir y seguir corriendo. Por delante aún atisbo la figura esbelta de Cánovas, que rueda a unos 20 segundos de mí, y eso me ayuda a mantener la concentración. 

Foto J.m. García Fernández


Cada metro me cuesta más, voy a 178 ppm, mi tope en carrera, y las piernas piden tregua, pero solo queda un kilómetro y medio y no pienso dejar que se relajen. Llegamos a Piedras Blancas, penúltima recta ETERNA. Una calle que pica hacia arriba durante un kilómetro fue la mayor tortura de toda la prueba.

Foto: Alfonso Valdés Gallego


 El último giro no llegaba y seguía sintiendo en el cogote el aliento de Cosío y Máximo, aunque era todo psicológico, porque en realidad rodaban bastante distanciados. Sufrí para llegar a ese último giro de 90 grados lo que no está escrito. En la curva giro la cabeza, 300 metros a meta y con cientos de personas a ambos lados de la calle, no doy ni un metro, y cruzo la línea de meta quinto y feliz por haber sido capaz de no venirme abajo en el kilómetro tres cuando me quedé solo.

Foto: MV Foto
Al batirse el record de la prueba, los premios corren un puesto y me llevé el del cuarto, por detrás de la dupla gijonesa de Raúl y Youss, y de Iván Cánovas, que no pudo aguantar el ritmo de los dos titanes del Gijón Atletismo.



Tengo que estar contento con esta carrera, que supone dar un paso grande respecto a las anteriores y que me deja con el buen sabor de boca de haberme exprimido a tope.
Y lo mejor de todo es que esto solo puede ir a mejor.

Próxima parada: Carrera de Nochebuena de Gijón.

viernes, 9 de diciembre de 2016

CARRERA DE LOS PIMIENTOS RELLENOS DE BLIMEA 2016: Salvando los muebles

Aprovechando el puente de la Constitución, me desplacé hasta Blimea (Asturias) para matar dos pájaros de un tiro: por un lado, completar la dupla de carreras gastronómicas tras la disputada hace unas semanas en L´Entregu (Carrera de Les Cebolles Rellenes) con la que se corría este Jueves (Carrera de Los Pimientos Rellenos); y por otro lado, darle un poco de gusto al paladar y disfrutar de estos platos típicos en la cuenca del Nalón.

Llegué a Blimea tras una semana de carga y con un par de entrenos (a pie y en bici) el día anterior, que me hacían presentir que las piernas no iban a carburar al 100%. Pero el objetivo es otro y, a veces, hay que sacrificar alguna carrera para poder sentar una base que aún noto que me falta.
Calenté bien durante media hora, con progresivos, cambios de ritmo y agarrando una sudada que parecía que ya había competido antes incluso de salir. Porque el veranillo de Diciembre sigue con nosotros, y ayer, en Blimea, los termómetros rondaban los 20 grados. Creo que soy más de frío que de calor.

Sin tiempo para pensar me coloqué en la salida, oteé un poco a los compañeros de primera fila e identifiqué alguna cara nueva respecto a la Carrera de Las Cebollas. Miguel Moro, por ejemplo, atleta veterano en edad, pero junior en ambición y nivel, iba a poner las cosas muy difíciles a Alejandro Onís (ganador en L´Entregu), a Máximo Cordero, a Aurelio Díaz (que venía de cascarse 2:38 en la Maratón de San Sebastián) y a un servidor. Entre nosotros iba a repartirse la rifa, solo tocaba luchar por llevarse el premio más gordo. Como la carrera de las cebollas, junto a esta, daban opción a premio en metálico para los tres primeros de la general, yo tenía que, o ganar la carrera con más de 3 segundos de ventaja respecto a Alejandro, o entrar dos puestos por delante de él, para llevarme la general, tarea que se antojaba difícil en vistas a cómo llegué a esta prueba.



Se dio la salida por las sinuosas calles de Blimea. El circuito constaba de 6 kilómetros ratoneros, con subidas, bajadas y sobre todo, muchos muchos giros, que hacían imposible coger ritmo. Dos vueltas de tres kilómetros y un pequeño extra de 100 metros sería la distancia a recorrer. Se salió rápido, pero tras la primera curva el ritmo se ralentizó. ¡Perfecto! Cuando más se dilataran las hostilidades en el tiempo mejor. No es lo mismo recuperarse de un 6km a tope que correr fuerte solo al final, y yo necesito estar recuperado para acabar bien lo que queda de semana, por lo que ese ritmo cómodo del principio me venía bien. Máximo Cordero, valiente como siempre, tomó la iniciativa en los primeros compases. 

Foto: Pedro Pablo Heres

Sin apenas tirones (solo uno pequeño al salir del paso subterráneo bajo las vías del tren), fue pasando la primera vuelta. Tres kilómetros recorridos ya y aún nadie había mostrado sus cartas. El grupo de cabeza era grande, demasiado para mi gusto, y parece que también para el gusto de Miguel Moro, que a la salida del paso subterráneo volvió a tensar la cuerda. A este primer envite aguantamos Aurelio, Máximo, Alejandro y yo. Ya solo quedábamos 5 atletas y ahí empecé a sentir el cansancio y falta de ritmo en las piernas.

Foto: Pedro Pablo Heres

Pero la insistencia de Moro por hacerse con el triunfo no se quedó en un solo intento, pues a falta de 2 kilómetros volvió a lanzar un ataque, consiguiendo abrir unos metros. Fue entonces cuando me la jugué, equivocadamente, y salí a por él. Era la única esperanza que me quedaba de descolgar desde lejos a Alejandro y no llegar con él al sprint. Pero gasté la única bala que tenía en llegar a la espalda de Moro. Una vez lo alcancé, este se paró y yo me quedé sin chicha, por lo que nos volvieron a coger y, ya sí, Miguel acometió el ataque definitivo, dejándome muy tocado, a falta de kilómetro y medio, a rueda de Máximo, Alejandro y Aurelio.

Foto: Pedro Pablo Heres

Si se pudiera cuantificar la agonía de esos últimos 1500 metros, esforzándome por no perder el grupo de cabeza, no cabría tal cantidad de sufrimiento en la tierra. Sin duda estaba corriendo por encima de mi límite. La cabeza se nubla, el pulso se dispara y los metros pasan muy muy despacio.

Foto: Pedro Pablo Heres

Callejeamos por el último tramo del recorrido y 300 metros de meta (en subida), Alejandro lanza el sprint. Yo no sé ni lo que hago, porque no siento las piernas, pero inconscientemente me veo corriendo detrás de él, a su espalda. Noto que me falla todo, pero queda poco y no puedo tirar la toalla. Giro la cabeza y Máximo y Aurelio vienen pegados. Puffff no dejo de apretar en ningún momento, los metros finales me parecen kilómetros, pero consigo rascar un tercer puesto en la carrera, por detrás de Moro y Alejandro, y asegurar el segundo puesto del Primer Trofeo Gastronómico San Martín del Rey Aurelio.



Una de las carreras más sufridas que recuerdo. Nunca antes había competido sin bajar la carga de entrenamiento los días anteriores, y la diferencia de sensaciones entre llegar preparado y no, es enorme, pero creo haber sacado adelante un buen 6000, que de haberlo hecho entrenando, no habría salido ni la mitad de bien.

Ahora a seguir dándole que lo bueno todavía está por llegar. Eso sí, del camino se disfruta y fíjate tú por dónde que hoy el camino terminó en el pueblo de San Mamés, degustando un menú de pimientos rellenos que me ayudó a resucitar del esfuerzo.



...y que dure...

PD: Muchísimas gracias a Pedro Pablo Heres por el reportaje fotográfico y los montajes que nos hace.

lunes, 5 de diciembre de 2016

CTO DE CANTABRIA DE CROSS CORTO 2016 (LAREDO): ...o como marchar caliente pa casa...

El segundo cross de la temporada en Cantabria, nada tiene que ver con el primero. Cueto es una carrera dura, con subidas y en la que salir con una marcha menos puede hacerte ganar muchos puestos al final. Laredo (Campeonato Regional de Cross Corto), sin embargo, además de correrse sobre una distancia de 4100 metros, es la prueba de más nivel que hay en la región, y si sales con una marcha menos, no es que pierdas algún puesto, sino que corres el riesgo de morir atropellado en la salida.

Mañana primaveral en la turística villa laredana. El veranillo de Diciembre que nos ha acompañado toda la semana pasada quiso alargarse un poco más y "sacudirnos" con sus agradables 20 grados el día que muchos crossistas y mediofondistas cántabros estaban esperando.



Llegué a Laredo una hora antes de la carrera, algo justo para mi gusto, pero como la logística de las pruebas de atletismo no requiere mucha preparación, fue más que suficiente. Calenté bien, alternando durante media hora un trote de activación con algún progresivo al que parecían responder bien las piernas. Ya estaba todo listo para dar comienzo a esta loca carrera con más de 100 atletas dando vueltas al sinuoso circuito de 1km alrededor de la pista de atletismo. Fue en el momento de ponerme los clavos cuando me di cuenta de la cagada del día... ¡Se me había olvidado revisar con qué clavos correr! Tenía puestos los de 9mm cuando el circuito estaba para 6mm o incluso para voladoras. Pero no merecía la pena comerse la cabeza con ello, así que me calcé las zapatillas y me coloqué en el cajón de salida Nº8 junto a mis compañeros del Selaya Reparte.



Momentos de mucha tensión previos al pistoletazo que da comienzo al cross más rápido de la región. Sin ser consciente de ello, me vi corriendo desbocado hacia la primera curva, rodeado de atletas de todos los colores. Cuatro vueltas agónicas por delante, a ritmos a los que nos estoy acostumbrado este año todavía, pero con la idea de dejarme el alma y coquetear con mis límites. Y al límite sentí haber cubierto la primera de las cuatro vueltas. Aún así, una treintena de atletas me precedía. Con la referencia de Andrés Mediavilla, gran dosificador de esfuerzos, por delante fui progresando puestos en esta segunda vuelta, superando a Mustapha Attaoui y Hachoumi entre otros, y llegando a la altura de Marcos Fernández. 




En la tercera vuelta sigo pensando que voy al límite, pero soy imprudente y me pongo delante de Marcos y Oscar, intentando perseguir a un corredor del Valladolid que parecía tener un ritmo bastante constante. Ciego, completamente ciego persiguiendo al atleta de rallas violetas fue pasando la cuarta y última vuelta. No me quedaba ni un ápice de fuerza y mis compañeros de viaje me merendaron en los últimos metros, relegándome a una vigésima posición que, por ritmo (3:09) me deja contento, pero sé que aún falta mucho, demasiado, y eso me ilusiona.



Ahora empieza un nuevo planteamiento, habrá novedades y seguro que con ellas vendrán alegrías. Ilusión no me falta.


... y que dure...

domingo, 27 de noviembre de 2016

Cross de Cueto 2016: un año más participando en nuestra pequeña "Meca"

Con esta ya son 5 las ediciones en las que participo en "la Meca" del cross cántabro. Abrir la temporada de campo a través con esta carrera se está convirtiendo en un clásico. En 2014 volví a los barrizales tras cuatro años lejos del terreno fangoso, y me colé en el top 10. El año pasado, con más expectativas y una mejor preparación, subí algún puesto y terminé séptimo, pero haciendo una carrera de más a menos que tampoco me dejó muy buen sabor de boca. Este año iba con la ilusión e incertidumbre de cómo me sentiría corriendo de nuevo en las cuestas de Mataleñas. 



Llevo un mes entrenando y las sensaciones cada vez son mejores. Tras la Media de Kasterlee pasé una semana de gripe que me impidió estar a tope el pasado fin de semana en la carrera de las Cebollas, pero para Cueto me sentía bastante recuperado.

Mañana idílica la del Domingo, sol, buena temperatura y mucho ambiente antes del Cross. Disfruté de un calentamiento lleno de reencuentros y saludos, y sin darme cuenta dio la hora de formar en salida. Una ligera mirada a ambos lados de la primera fila y empieza uno a ver que va a haber guerra. Javier Crespo, Ricardo Lanza, Yassine, David Álvarez, Mediavilla, los dos Adrianes, mi compañero de entrenos y el del Saporo, Araúzo, Fran, Sergio Santiago, Manu Heras... Voy a dejar de contar porque no termino la crónica...

Pistoletazo de salida y arranca la temporada de Cross en Cantabria. Primeros metros de tanteo, en los que decido salir muy despacio. Son cuatro vueltas y media (empezando por la media y dando luego cuatro completas) y prefiero ir de menos a más para que el final de carrera no sea tan agónico como lo fue la temporada pasada. Esta decisión me hace verme desbordado en esos primeros metros. Me pasa gente por la derecha, por la izquierda y casi por encima. Completamos la media vuelta inicial y decido que hasta ahí estuvo bien el paseo. Tico el reloj para llevar control del tiempo por vuelta (solo por la curiosidad de saber si lo que por sensaciones es una carrera de menos a más, objetivamente y mirando tiempos lo es realmente).



Aprovecho las bajadas para adelantar puestos y las subidas para recuperar fuerzas (mundo al revés) pero la táctica funciona y cada vez me siento mejor. Paso la primera vuelta en el puesto 20 en 6'14'', por detrás de Adrian (Cárcoba) y Fran (Saporo). Sé que Fran está en forma y suele correr con cabeza, de menos a más, por lo que ir justo detrás hace que no me agobie con el puesto en el que voy. También nos acompaña en veterano Fuica, que solo tenía que dar dos vueltas. Sigo esperando con paciencia a que las sensaciones vayan a más, y así sucede. Antes de terminar la segunda vuelta adelanto a Adri en una bajada y pongo mi ritmo. Veo que me he quedado solo, dejando atrás también a Fran, y paso la segunda vuelta en 6'16'', solo 2 segundos peor que la primera. 



Empieza aquí una lucha contra mí mismo por aguantar el umbral de sufrimiento y no dejarme llevar por la situación de carrera. Busco al frente una referencia que me ayude a motivarme pero Araúzo y Sergio Santiago, que son los que me preceden, están a casi medio minuto, por lo que me centro en lo mío y en seguir, zancada a zancada, cubriendo metros por la campa del faro. Paso la tercera vuelta en 6' 24''. Se me ha ido el tiempo pero las sensaciones son buenas y empiezo a ver a tiro a mis predecesores. 



Ya son pocos metros los que me separan de ellos, pero la lucha por el 8º puesto (en ese momento iba 9º) se tornaría en una lucha por aguantar el envite de Fran, que a falta de tres cuartos de vuelta me dio caza, sacándome de mi letargo. Aguanto pegado a su espalda en la subida y le paso en la bajada. Menos de un kilómetro a meta y ya meto la última marcha que me queda. Veo que no me sigue y yo me acerco a Araúzo y Sergio, pero la meta ya está ahí y finalizo 9º, con una última vuelta en 6'23'' y muy buenas sensaciones.



Con este entreno mañanero de domingo me voy para casa la mar de contento. Un buen calentón y satisfecho de haber revolucionado el motor más de lo que lo habría hecho si hubiese salido a rodar por mi cuenta.

Antes de despedirme me gustaría felicitar a los dos veteranos Javier Crespo y Ricardo Lanza, que año tras año engrasan y afinan a las mil maravillas el motor y nos dejan en mal lugar a los veinteañeros. En serio, ¡¡¡mi más sincera admiración!!! 

En una semana nos vemos en Laredo, 4 kilómetros de cross en los que ya no se puede salir a verlas venir.


Buena semana a todos.

Carrera de Les Cebolles Rellenes: Del dicho al hecho...

Voy a ser breve con esta crónica, lo prometo, casi tanto como lo fue la carrera de hoy. Muchas veces he aguantado la coña de "Te crees bueno por ganar la carrera de las cebollas..." (refiriéndose con ese nombre a cualquier carrera de pueblo sin nivel ni importancia), pero mira tú por dónde, que dio la casualidad de que existe una carrera con ese nombre y encima en Asturias. ¡Qué mejor excusa que competir el "Les cebolles rellenes" de L´Entregu para volver de fin de semana a casa!



Tras llegar de Bélgica cogí una gripe horrible. El Martes por la mañana me metí en la cama con 38,5 de fiebre y desperté el día siguiente a la hora de comer... Una gripe que me dejó sin fuerzas y consumido hasta el viernes, pero como soy un poco cabezón y a veces desobediente (lo siento Juan Carlos), me apunté a esa carrerita de 6 kilómetros del L´Entregu.

Llovía a mares la mañana del domingo. No recuerdo haber agarrado mayor mojadura calentando como ese día. Con las piernas como flanes por las secuelas de la gripe me puse en línea de salida. El objetivo era probarme pero sin pasarme de la raya, y ver hasta dónde puede llegar mi grado de masoquismo. Éramos poquitos pero bien nacidos. La presencia de Máximo Cordero o el joven Alejandro Onís me hacía pronosticar que la carrera no iba a ser tranquila y el sufrimiento estaba asegurado.

Salimos en tropel por el parque, dando curvas de 180º y arrancando y frenando constantemente. Justo lo que mejor le viene a mi estado de flacidez muscular post-gripe. Primer kilómetro y me llevan con la lengua fuera. Sufro por no quedarme descolgado de un grupo de 5 unidades en las que Máximo marca el ritmo, en torno a 3'10''/km. Al pasar por meta e iniciar la primera de las dos vueltas largas de las que constaba la carrera, se empiezan a definir las posiciones. Vamos entrando en calor y tan solo quedamos Alejandro Onis, Máximo y yo en cabeza. Esto va a ser cosa de tres, pienso, aunque los 4 kilómetros que faltan podían dar para mucho. Me empiezo a sentir cómodo y noto que el ritmo se ralentiza, momento en el que me la juego y muevo el árbol, pero no cae ninguna manzana. Lo que el año pasado, cuando estaba a tope de forma, suponía un cambio definitivo hasta meta, este año aún es pronto para aguantarlo y fue solo una bala de fogueo, pero había que intentarlo. Tomo la iniciativa al paso por meta y con solo una vuelta por delante. Es entonces cuando Alejandro Onís pega un buen hachazo y nos rompe. Consigo recuperarle ese huequito psicológico que había abierto conmigo, pero Máximo no, y la carrera se va a resolver en el último kilómetro entre Alejandro y yo.



Noto como mi rival baja el ritmo a falta de 800 metros "¿arranco?", pero el miedo a reventar y a romperme me hacen ser un poco conservador y me bajo el ritmo yo también. El dicho de "no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy" me lo tengo que tatuar a partir de ahora en la piel, porque dejar para el sprint a un chaval joven y rápido como Alejandro era condenarme al segundo puesto. Últimos 50 metros y mi amago de esprintar dura medio parpadeo, lo que tarda el joven atleta en decirme adiós y meterme 20 metros en esos últimos 50. Segundo en meta y buen calentón para el cuerpo, pero faltó ser más listo o atrevido. Aún así contento, porque conseguí olvidarme de la gripe por completo y correr libremente, con buenas sensaciones al final y 6 kilómetros a 3:10 pa la saca, en un circuito ratonero, con muchas curvas y agua como para llenar el embalse de Trasona.




Y con esto y un bizcocho, bueno, mejor dicho, con unes cebolles rellenes, nos vemos en la siguiente aventura, dentro de 7 días. 

¡Arranca el cross!

miércoles, 16 de noviembre de 2016

MEDIA MARATÓN DE KASTERLEE: Épica belga

Han pasado dos meses desde que viviera la aventura americana del Ironman 70.3 de Santa Cruz. Dos meses que sirvieron para decir adiós a la temporada 2016 y abrir el telón de 2017. Por el medio fueron cuatro las semanas de desconexión deportiva, en las que me olvidé de la efectiva, pero dura, dieta del míster Juan Carlos Llamas y en las me dediqué a comer todo lo que no pude probar durante el año. El resultado final: unos kilillos más de felicidad y una recarga de pilas para arrancar un nuevo año lleno de objetivos e ilusiones que detallaré en otra entrada del blog.



Y para no dilatar más el motivo de esta crónica, tras tres semanas y media en vereda, con duros y productivos entrenamientos, puse rumbo a Bélgica, buscando estrenar temporada junto a mi amigo Pablo Ibarguren, con la Media Maratón de Kasterlee, la undécima de su reto "12 Medias, en 12 Países en 12 Meses". Es la segunda en la que le acompaño tras Dublín, y en esta ocasión Dani Lanza también formó parte del equipo "ibargurense"; los tres dispuestos a emular las clásicas ciclistas del país.  Porque allí, ni las medias maratones, habitualmente pruebas atléticas de asfalto y largas rectas, son normales. La épica suele ir de la mano en el territorio belga, y el frío y lluvioso pueblo de Kasterlee iba a ser el escenario de una lucha entre el barro más propia de un cross o, como digo, y siguiendo el símil ciclista, como una clásica adoquinada de las que por aquí se disputan.



El viernes por la tarde llegué a Lovaina, donde un "ovetense por el mundo"  y buen amigo, Fernando, me recibió y acogió en su casa. Aunque las tres semanas de entrenamientos que llevo las había seguido a rajatabla, cuidando las comidas y los descansos, en Lovaina me esperaba un pre-carrera un poco ajetreado. Una fiesta en casa de Fer durante la noche del viernes al sábado me hizo olvidar todo y desconectar, quizás demasiado, del objetivo con el que había ido a Bélgica. El día siguiente y con el cuerpo bastante machacado de la fiesta, me reuní con Pablo y Dani para dirigirnos a Kasterlee y pasar allí la noche previa a la prueba. 



Recogimos los dorsales y nos informamos bien de quienes eran los corredores más rápidos y favoritos para la media maratón. Me resultó curiosa la seguridad con la que uno de los organizadores de la carrera daba por hecho que el primer puesto estaba asignado a un tal Seppe Odeyn, máximo favorito ante la ausencia de Bart Borhgs, ganador en 2015. La curiosidad por saber algo más del supuesto futuro ganador me hizo rebuscar en google y toparme con su palmarés. Efectivamente, este chico belga cuenta en su haber con un Oro en el Campeonato del mundo Élite de Duatlón de Larga Distancia de este mismo año o con un 5º puesto Elite en el europeo de Duatlón Cross de Castro Urdiales del pasado año. Sin duda, la afirmación del buen hombre de la organización estaba fundamentada y por mi parte no quedaba otra que descubrirse ante el mejor duatleta belga en la actualidad y sentirse afortunado de intentar, al menos, ponérselo difícil.



Amaneció lluvioso y frío el domingo en Kasterlee. Los tres grados de temperatura y una fina cortina de agua que había caído durante toda la noche le darían un tono más épico, si cabe, a la carrera. Con tiempo suficiente nos acercamos en coche hasta la salida, nos abrigamos bien y calentamos al trote junto a los aproximadamente 2000 participantes. ¡qué moral tiene la gente aquí! Si tengo que entrenar día tras día con este frío y este tiempo veo más posibilidades de acabar haciéndome jugador profesional de cartas que atleta.



A menos de 10 minutos para la salida me dispuse a colocarme entre la muchedumbre, lo más adelante posible. Para ello me colé, saltando una valla, y conseguí un hueco en segunda fila, aprisionado entre corredores y otra valla delantera. Demasiado tiempo parado, pensé, pero como iba a ser igual para todos no le quise dar más vueltas a dicha circunstancia.  A falta de dos minutos para salir vi que por delante de la valla donde yo estaba encerrado empezaban a colocarse corredores que venían directamente del calentamiento ¡Mierda! ¡Había cajón de salida y no lo sabía! Con todo el morro volví a colar y, por suerte, nadie me dijo nada. Al menos así evitaba perder unos segundos en la salida o arriesgarme a ser empujado. Un minuto para el pistoletazo y sin querer me vi en primera fila. Giré mi cabeza a la izquierda y allí estaba el crack belga, concentrado para darlo todo.



El pistoletazo de salida, acompañado de una lluvia de confeti, dio paso a unos primeros metros frenéticos. Me vi desbordado y sobrepasado por unas 20 o 30 personas, que arrancaron como si la carrera se acabase a los 200 metros. "Tranquiiiiilo" me iba diciendo. Los entrenamientos de los días previos me aseguraban poder correr cómodamente a 3:30, pero un exceso al principio de una carrera tan larga te puede hipotecar el resultado. Completamos el primer kilómetro por un asfalto mojado y lleno de charcos. Preferí no mirar el reloj, pero sabía que estaba yendo por debajo de 3:20, y aún así me había quedado descolgado del quinteto cabecero que lideraba la carrera unos 20 metros por delante.



La alegría de correr por terreno duro duró poco... Sabía que el 90% de la carrera transcurría por caminos, pero lo que no me esperaba era el barrizal que nos encontramos. Barro hasta las rodillas y charcos como lagunas... ese era el panorama que tendríamos que librar en lo que quedaba de prueba. El segundo y tercer kilómetro por terreno ya fangoso, me permitieron acercarme a ese quinteto  de cabeza y ponerme a cola de grupo. Un belga de camiseta amarilla y el favorito, Seppe Odeyn, parecían los más fuertes del grupo, mientras que los otros tres daba la sensación de que habían salido muy por encima de su ritmo.



Curva tras curva, charco tras charco y barrizal tras barrizal, fueron pasando los kilómetros. Como lugares anecdóticos de paso de la media estuvo cruzar la banda de un campo de fútbol mientras se disputaba el partido, teniendo que saltar un muro de tierra para volver al camino (totalmente surrealista) o atravesar una zona de huertas, cabañas, portillas... Y entre medias, cada vez que el camino cruzaba una carretera, se veía a mucho público animando. Al parecer, el circuito estaba montado de tal forma que los espectadores podían moverse por carretera e ir viéndonos en varios sitios. En el kilómetro 5 ya solo quedábamos los tres que antes mencioné en cabeza, además de un chico francés que llegó desde atrás y enganchó con nosotros. Viéndole la pinta, se podía intuir que sería uno de los rivales más duros.


Preocupándome más de guardar el equilibrio que de correr rápido, llegamos al ecuador de la carrera, donde un avituallamiento líquido nos esperaba. Mi torpeza extrema a la hora de coger el vasito hizo, no solo que se me cayera todo el agua, sino que perdiera el gel que llevaba en la otra mano... ¡Cojonudo! Otra carrera en la que pierdo la comida. Daba igual, no iba a poder meter mi gel del kilómetro 14 pero había que olvidarse de ello y centrarse en correr. Al poco de perder el gel, Seppe Odeyn tuvo un susto. En una de las curvas se fue al suelo, y unánimemente, los tres que le acompañábamos, bajamos el ritmo y le esperamos. Con un simple "ok" por su parte, se abrió la veda de nuevo. 

Ya estábamos en el kilómetro 15 y las hostilidades aún no habían comenzado. Tras uno de los "tropocientosveinticomil" cambios de sentido, nos encontramos con un cartel que decía: "Col Hoge Mouw". Cualquier duda sobre lo que aquello significaba quedó resuelta de inmediato cuando el camino se puso pendiente y al barro se le añadió la dificultad de tener que superar esas rampas, cortas, pero matadoras. Odeyn atacó en la subida. No entré al trapo pero, a ritmo, poco a poco vi que le volvía a coger. En la bajada enganché con él de nuevo y al girar la cabeza vi que el de amarillo y el francés habían cedido unos metros. Primeros signos de flaqueza de nuestros rivales, que, aunque lograron conectar con nosotros, ya no iban tan frescos como parecía. 



La calma duró poco, pues otro cartel ("Muur kastel") precedió a otra subida donde de nuevo Odeyn aceleró, dejando reducido definitivamente el grupo a tres unidades: él, el francés y yo. Las piernas ya no las notaba tan frescas pero todavía me veía con cambio en caso de llegar juntos a un hipotético sprint. Era el kilómetro 18 y el "Col Roger" fue el último obstáculo antes de lanzarnos hacia meta. En esta subida fue donde yo tomé la iniciativa, tirando con todo y llevándome a Odeyn conmigo. El bravo duatleta belga respondió a mi ataque con otro hachazo ¡Qué agonía! Nunca había competido en una media con tantos tirones, ataques, barro, frío, subidas, bajadas, lluvia... me lo estaba pasando pipa, dentro de lo bien que uno se lo puede pasar yendo a 180 pulsaciones por minuto.


Entramos en el último kilómetro, ya por fin por asfalto. Sabía que la recta de meta era larga y picaba hacia arriba, y que una vez entrada en ella lanzaría mi sprint. No antes porque no sabía con exactitud cuando faltaba. De hecho, fue una sorpresa la forma en la que asomamos en dicha recta de meta, que fue tras pasar por un garaje... sí sí, a 400 metros de meta teníamos que entrar por un garaje o parking, no sé muy bien lo que era.





Tras ese paso subterráneo Odeyn lanzó el esperado sprint. Lo di todo esos primeros metros para que no se me fuese, y me costó la vida. Pero no había viajado a bélgica para perder una media maratón en los últimos 50 metros, por lo que ya con el arco de meta como referencia, eché el resto. La acidosis y la descoordinación al esprintar me recordaron al de aquella San Silvestre de Oviedo de 2013 en la que conseguí ser tercero in extremis. Confetis al aire, giro la cabeza casi sin querer y veo que Odeyn está justo detrás, cierro los ojos y me exprimo hasta intuir (que no ver) haber cruzado el arco de meta. ¡VICTORIA! 



No me lo podía creer, en uno de los sprints más agónicos que recuerdo había conseguido ganar la media Maratón de Kasterlee. Lo más gratificante fue el saludo y felicitación del hombrecillo de la organización que el día antes había dado por supuesto la victoria de Seppe Odeyn. El pódium lo completó el atleta francés Florent Fenrich, un mediofondista con marcas destacables en 1500 (3:53) y 3000 obstáculos (8:55), que no pudo seguir los cambios de ritmo de los últimos dos kilómetros.



Con frío en el cuerpo corrí hasta el coche a cambiarme y volver de nuevo a meta para recibir a Dani y Pablo, que con 1h 39' llegaron a meta felices y cerrando la undécima etapa del reto de la 12 medias ¡Ya solo te queda Lisboa, a por ella! 




Pero lo mejor de todo fue el post-carrera. Las carreras como esta en las que todo el pueblo se vuelca con ellas, suelen ir acompañadas de un trato al corredor espectacular, pero la de Kasterlee superó las expectativas. Una carpa con cerveza, pasta y buen ambiente nos tuvo entretenidos a los dos mil participantes antes de disfrutar de la ceremonia de trofeos. 



Cada día valoro más estas oportunidades que me da la vida, ya no estoy hablando solo de ganar o hacer pódiums, sino de poder compartir pequeñas aventuras con amigos y disfrutar, que para dos días que estamos en esta vida es de lo que se trata.


¡Carpe Diem!