martes, 1 de enero de 2019

SAN SILVESTRE DE OVIEDO 2018: La mejor forma de acabar el año


¡Qué fácil es volver a sentarse un 1 de Enero a escribir las primeras líneas del año sobre nuestra querida San Silvestre! Creo que todos los ovetenses que compartimos y sufrimos kilómetros por nuestra ciudad coincidimos en que no hay otra carrera como esta en todo el año. Empiezo 2019 sin poder aún creerme cómo terminó 2018. Correr estas Navidades estaba a años luz de mis posibilidades hace poco más de 3 semanas, y me alegro de haber apartado mis prejuicios y mis miedos, y haberme puesto el dorsal para despedir el año en la San Silvestre de Oviedo.

Por otro año repitiendo esta foto
No hay nada mejor que tocar fondo para valorar cada pequeño paso, reforzar la confianza y multiplicar las ganas. Y es que este año y medio alejado de las carreras ha sido el mejor estímulo para volver con más ilusión que nunca. Es muy fácil adaptarse al éxito, pero nadie nos enseña a adaptarnos al fracaso. De las carreras de estas Navidades me llevo una gran lección, y es que, a veces, un pasito atrás es el camino para dar dos hacia delante y valorar infinitamente más cada pequeño logro.

Más que números, ilusiones
Tras la carrera de Nochebuena de Gijón y la de los Inocentes de Arriondas, me volví a poner el dorsal 6 para correr la San Silvestre de Oviedo. Casualidades de la vida, me tocó el mismo número con el que había ganado en 2015. Esta vez iba con un objetivo completamente distinto, pero con más ganas incluso que en aquella ocasión. Consciente de mis limitaciones pero agradecido por haber sido capaz de sobreponerme a ellas, nos citamos en el mismo semáforo de siempre, a la misma hora de siempre y el mismo día de siempre Miguel y yo, para bajar juntos hacia la zona de carrera. ¡Qué sería de la San Silvestre sin esta tradición que repetimos casi ininterrumpidamente desde el año 2009! 

Aprovechamos el calentamiento para recorrer parte del circuito y examinar la nueva zona de meta, situada frente al teatro Campoamor. La bajada por la adoquinada calle San Francisco, a 400 metros de la meta, me hizo ver dónde podía ganarse alguna posición. Estaba mojada y resbalaba mucho, por lo que lanzar un ataque en esta zona era inviable. Habría que entrar abierto en la curva anterior y coger ya en velocidad la zona mojada. Elucubraciones mentales que me gusta hacer antes de competir y que, a veces, resultan útiles, como fue en este caso.

Mi sitio, mi sueño. El momento más especial del año.


Los pelos de punta en los prolegómenos de la salida. Ya solo con disfrutar de ese momento había merecido la pena tragarme el orgullo y decidir correr. Los progresivos en la recta de salida se mezclaban con abrazos de reencuentros con amigos del atletismo. Son muchos los abrazos repartidos en esos minutos previos a la salida y las sensaciones de estar en el lugar que realmente quieres.

A las 18:15 nos situamos los 5000 corredores tras el arco de salida. Me puse en primera fila, no sé si merecedor de ella pero necesitaba volver a sentir esa adrenalina ¡¿Quién me lo iba a decir, pocas semanas atrás, que iba a estar ahí?! A mi derecha varios de los candidatos a la victoria: Alberto, Moha, Hugo, Onís, Ciro, Pela... Les miraba con nostalgia y con la ilusión de poder, en próximos años, estar pegándome con ellos. Pero mi lucha era otra: la batalla a librar era conmigo mismo, con poder demostrarme que había merecido la pena ponerme el dorsal.

Salida. Foto: La Nueva España
Salida trepidante. Enseguida me veo desbordado por todos los lados y antes de curvar hacia la subida de Toreno calculo que son más de 100 los atletas que me preceden. Manteniendo la mente fría y evitando los calentones, fui viendo como, poco a poco, la gente iba cediendo en la cuesta. Recuerdo también echar el ancla a mi amigo Carlos, que me adelantó al inicio de la subida a un ritmo desbocado... Estos excesos se pagan muy caro en Oviedo. Coroné Toreno a ritmo, y en la bajada por la calle Cervantes empecé a dibujar el panorama. A unos 30 metros por delante se había formado un grupo donde iban, entre otros, Pablo Camino, Mario o Luís Díaz Grueso. Sabía que ese iba a ser el segundo "vagón" de carrera, tras los 8 primeros que se iban a jugar la victoria y están dos puntos por encima. Apreté en la calle Independencia y, frente a la Escuela de Minas, conseguí engancharme al grupo. Éramos unos 10 y el ritmo parecía "sufridamente asumible", vamos, al límite de mis posibilidades.

Sé que no tengo el ritmo de Pablo y Mario, pero me pareció que la "marcheta" que llevaban podía aguantarla. El pequeño calentón para enganchar me hizo sufrir mucho en el transcurso de Melquiades Álvarez y Covadonga, hasta llegar a la curva de la calle Paraíso, donde, más o menos, pude respirar. ¡Y menos mal! porque al terminar la calle Paraíso empezaba mi suplicio: 1,5 km de subida donde mi gran amiga, la gravedad, alimentada por mi sobrepeso, iba a joderme bien jodido. La empinada calle de Marqués de Gastañaga me puso en mi sitio y me descolgué unos metros del grupo. "¡A ritmo Pelayín, a ritmo!". Y a ritmo, no sé cómo, volví a contactar antes de llegar a la plaza San Miguel. Solo me quedaba el último envite hasta el auditorio y estaba hecho. 

Grupeta de este año. Un placer sufrir juntos.
De ahí a meta 2 km predominantemente de bajada. Cuando conseguí llegar al auditorio a cola del pelotón de 10 en el que iba, supe que había opciones de luchar por un buen puesto. Nos estábamos jugando del 9º al 20º aproximadamente.

Bajamos un tramo de Federico García Lorca y cuando giramos hacia la plaza de España siento que he recuperado muy bien y me noto con fuerza. Estuve a punto de pegar un cambio en ese tramo, pero no tengo la confianza ni sé hasta dónde puedo tirar todavía, así que guardé fuerzas para el final. La calle Santa Susana, que "pica p´arriba" la pasamos no demasiado rápido. Me empecé a poner nervioso cuando vi que ni siquiera en Fruela la gente quería mover el árbol. Tan solo 700 metros a meta y seguíamos a ritmo. Situación perfecta para poner en práctica lo pensado durante el calentamiento. Me dejé caer a cola de grupo en la calle Pozos, me abrí mucho en la curva con San Francisco y arranqué desde atrás sin pensármelo hasta meta. El factor sorpresa pareció funcionar, pues tras sobrepasar a todos los integrantes del grupo y girar la cabeza, vi que había abierto un pequeño hueco. Me exprimí al máximo, las sombras de Mario y Pablo venían muy cerca, pero la jugada me salió bien y me pude colar en meta 9º y el primero del grupo donde corrí toda la prueba.

Con el ganador de 2025

Tu día, Moha, ya te lo he dicho, pero te lo repito: tienes que estar orgulloso de lo que has hecho
¡Otra sorpresa más! Si me dicen que iba a quedar entre los 10 primeros este año en las condiciones que competí, habría tildado de loco al que me lo hubiese dicho. Pero no sé qué tiene esta carrera que saca el 1000% de lo que tengo y cada año que corro me sorprende.

No le puedo pedir más al final de 2018, pero sí al 2019 que empieza: disfrutar del camino hasta volver a ser competitivo.

¡Nos vemos el año que viene, querida San Silvestre!