jueves, 11 de abril de 2019

CP CAÑERO DE CÓRDOBA: 2º puesto entre salmorejo y salmorejo

Si me preguntan qué no haría el día antes de una carrera, respondería “exactamente lo que hice antes de competir en la Carrera Popular Cañero de Córdoba”. El fin de semana de desconexión en esta preciosa ciudad andaluza bañada por el Guadalquivir, no podía haber dado más de sí. Además de visitar a mi primo, ir a verle jugar contra el Mallorca y catar la gastronomía cordobesa, hubo una sorpresa improvisada el día de mi cumpleaños.

El sábado salí a hacer mi entrenamiento de 1 hora y pico con 12 cambios fuertes de 1’ por el Parque de Miraflores, y el resto del día lo dediqué a avituallarme con salmorejos, pinchos de tortilla, almendras garrapiñadas… A las 12:00 de la noche estaba cenando la tortilla más bestia que haya visto nunca, en el bar Santos. Me acosté a punto de reventar, y me desperté el domingo casi en las mismas condiciones. Eran las 9 de la mañana del día de mi cumpleaños, y lo primero que hice fue vestir mi traje de luces (pantalón corto, camiseta, chubasquero y zapatillas de correr) para salir a hacer el rodaje largo del domingo que tenía programado en el plan de entreno. Cuando estaba a punto de salir, se me ocurrió la “brillante” idea de ir trotando hasta el barrio de Cañero, donde había visto que se iba a disputar una carrera de 9,1 km a las 10 de la mañana. Lo hice (lo prometo) con la idea de hacer más entretenido el rodaje y empaparme del ambiente de “runners” andaluces. Pero fue llegar a la plaza donde era la prueba y no pude evitar lo inevitable. Eran las 9:45, y el señor Pelayo estaba pidiendo un dorsal para correr ¡La hemos jodido! Los 5 km que llevaba rodando fueron suficientes para calentar.

Me coloqué en línea de salida junto a más de 500 personas. Ni conocía a nadie, ni tampoco sabía qué cojones estaba yo haciendo allí. El caso es que no me dio tiempo a pensar mucho, porque cuando me quise dar cuenta estaba envuelto en medio de un pelotón, camino del primer kilómetro de carrera. El salmorejo de la noche anterior y la tortilla cobraron vida de inmediato y me recordaron lo jodido que es correr alegre con la barriga llena. Por ello, fui poco a poco entrando en carrera, sin mirar el reloj y dejándome llevar por las sensaciones. 



Al no conocer el circuito, cada curva y cada calle era una sorpresa. Pasé la primera de las dos vueltas sin matarme, y ya iba entre los 10 primeros. Poco a poco, ya con las piernas calientes, fui testigo de las petadas que iban sufriendo mis predecesores hasta colocarme segundo, casi sin querer, en el kilómetro 7,5. 





El chavalín que lideraba la carrera iba muy por delante, y yo no estaba para muchos trotes, así que me dediqué a mantener mi ritmo crucero de 3:20 sin agobiarme por nada. Pero hubo algo que me sacó de mi ensimismamiento. En las rectas dejaba de oír a los que me perseguían, y al salir de las curvas los tenía pegados al cogote. Esta secuencia se repitió varias veces, hasta que, mosqueado, giré para ver por qué narices perdía tanto tiempo en los giros, y vi que mientras yo trazaba las curvas por la carretera, mis perseguidores se comían la acera constantemente ¡Seré pardillo! No hay nada como un toque de atención para ponerse serios, y eso fue lo que me hizo decidir que si querían quitarme el segundo puesto, iban a tener que hacer algo más que recortar aceras. Apreté el culo en el último kilómetro, y entré segundo en meta, detrás de un chico de 20 años del que luego supe que es una de las promesas de atletismo andaluz, con marcas envidiables en distancias que van desde 800 m hasta 10 km.



Y con la misma prisa que llegué, me tuve que ir. Pedí disculpas a la organización por no poder quedarme a la entrega de premios, pero por delante aún tenía 5 km hasta el hotel y a las 12 debía estar en el campo de El Arcángel para ver el partido de mi primo con el Córdoba. Esa prolongación de carrera fue quizás más dura que los 9 km a 3:20 ¡Se me hizo eterno! Y es que al bendito salmorejo tomó la “brillante” decisión de que había llegado el momento de abandonar mi cuerpo. Si en el último kilómetro de carrera tuve que apretar el culo para que no me pillaran, ahora lo tenía que hacer por otro motivo. Llegué al hotel pidiendo la hora, pero llegué.

Con este autorregalo improvisado de cumpleaños sumamos una carrera y más un pódium más en el inicio del año del “retorno”. Otra cosa no, pero ¡cómo estoy disfrutando de cada prueba en este 2019! Van tres fines de semana seguidos, y el siguiente toca también jaleo.

¡Nos vemos en Donosti!