Otra
semana más que se va terminando. Es la segunda de un total de 10
hasta llegar al Mundial de Ironman 70.3. Cuesta mucho arrancar tras
un periodo de descanso y los primeros bloques de la planificación,
que suelen ser de volumen, se hacen, a veces, un poco pesados y
duros. Por eso hay que buscar estímulos que nos ayuden a motivarnos
en el día a día. Esta segunda semana el estímulo fue el Campeonato
de España de Biatlón, que se disputó en Gijón el Sábado por la
tarde. El biatlón es una disciplina deportiva dentro de la
federación de Péntatlon Moderno y que, desafortunadamente, no goza
de buena salud en lo que a número de participantes se refiere. Solo
Asturias, Cantabria, Castilla y León y Galicia estuvieron
representadas en el Campeonato de España.
La
brevedad y explosividad de este tipo de carreras, en las que hay que
completar 1500m a pie, 200 metros de natación y 1500 metros finales
a pie, hacen que la gente rehuya de ellas y, aunque sean muy
vistosas, no tiene el “efecto llamada” de un Ironman, por
ejemplo, donde cruzar la línea de meta es ya un premio, y la
clasificación pasa a un segundo plano.
Pues
tras una temporada centrada en pruebas de más de 4 horas me planté
en Gijón para pegarme el calentón del siglo y pillar algo de
velocidad en una carrera de menos de 15 minutos. El mundo está lleno
de contrastes y yo quise aportar mi granito de arena pasando de la
media distancia al biatlón. Mi compi de equipo, Melanie, se lió la
manta a la cabeza y juntos competimos también el relevo mixto,
debiendo hacer cada uno un biatlón completo pero de mitad de
distancia (750/100/750).
Llegamos
con tiempo para calentar y ver a viejos amigos. Jaime Garrido, Juan
Ojanguren, Lucas Ojanguren… entre otros, estaban en el puerto
“chico” de Gijón disfrutando de la tarde y, los dos primeros,
compitiendo en mi misma categoría por una medalla nacional. Disfruté
del calentamiento charlando con ellos y viendo las carreras
anteriores, con un Manolo incombustible que da igual lo que le
pongan: nieve, agua, hielo… él va a estar ahí dando el cayo pase
lo que pase.
Con
retraso fuimos llamados a línea de salida. Situación extraña la de
correr una carrera a pie con el gorro de natación y las gafas
puestas, pero es que perder 5 segundos en la transición puede ser
una condena en estas pruebas tan cortas. Entre categorías Junior y
Sénior seríamos unos 30 participantes. Como digo, es una pena que
el biatlón no sea más popular porque es un deporte muy accesible a
cualquier edad y condición física. Entre los Sénior, Jaime,
Carlos, Juan y yo éramos los que, presumiblemente, lucharíamos por
las medallas.
Llegé
primero a la primera transición, me quité las zapatillas y lo que
pasó a continuación me hizo cubrirme de gloria. Ante la mirada de
decenas de personas que me habían visto liderar, hasta el momento,
una prueba de la talla de un “Campeonato de España” , el menda
que aquí escribe se lanzó en bomba desde la rampa del puerto
deportivo de Gijón, dejando caras de asombro y, por qué no decirlo,
provocando el descojone general del público. Es lo que hay, 27 años
y todavía no me tiro de cabeza.
Comencé
nadando detrás de Carlos, que me superó en ese lanzamiento suicida
a las aguas Xixonesas. Aún tengo que perfeccionar mi estilo “bomba”
y, quizás, saltar más lejos jajajaja. El trayecto hasta la primera
boya fue un suplicio. Hiper-ventilaba y no había manera de coger
aire en condiciones. Bastante hice con seguir los pies de mi
predecesor. De la primera a la segunda boya más de lo mismo...¿pero
quién robó el aire de esta ciudad? Porque no había forma de
respirar. Y mientras yo nadaba a lo perro, un grupo de 4, con Jaime y
el gallego, entre otros, me adelantó como si fueran tiburones, o más
bien como si yo fuera un trozo de plomo. En el tercer y último largo
ya me recompuse un poco y al salir del agua quinto, las opciones de
pódium pasaban por una remontada a pie y un buen calentón.
Empecé
a correr como buenamente pude y poco a poco el cuerpo fue poniéndose
a tono. Me coloqué cuarto y tercer Sénior (el gallego era Junior),
a la estela de Carlos, al que vi superar a Jaime antes de la primera
vuelta. Aproveché para hacer lo propio y ponerme segundo. Quedaba
una vuelta y me sentía cada vez mejor, alcanzando a Carlos nada más
dar el giro y yéndome solo a por el líder. Últimos metros por el
puerto de Gijón y ¡meta! ¡Por qué poco! Me faltaron diez
metrillos para pillar a Raúl, pero como él es Junior yo me hice con
el Campeonato de España Sénior, por delante de Carlos y Jaime.
Pero
la sorpresa llegó nada más acabar, cuando me comunicaron que debía
pasar un control antidoping de orina ¿En serio? Mi reacción fue, en
partes iguales, de sorpresa y de alegría, porque no solo era la
primera vez que debía pasar un control sino que, el hacerlo en lo
que se supone que es una prueba menor, da muestras de que hay interés
de cortar por lo sano con los posibles tramposos, a todos los
niveles,.
Y
si habéis llegado hasta aquí y pensabais que una crónica de un
Campeonato de España se acababa nada más cruzar la meta, lo siento,
pero voy a entreteneros un poco más y contar el post carrera, que
fue mucho más entretenido.
Cuando
eres seleccionado para pasar un control, te asignan una persona para
que esté contigo vigilándote en todo momento hasta que lo hagas. El
problema era que 15 minutos después debía correr el relevo mixto
con Melanie. Fui conducido hasta el local donde estaban las dos
personas encargadas de llevar a cabo los controles, quienes me
tomaron los datos, pero… ¿a ver quién era el listo que podía
mear nada más competir? Antes de la carrera había vaciado depósitos
hasta quedarme en menos que en reserva, lo que unido al líquido
sudado tras el esfuerzo, hacía que llenar el botecito fuera poco más
que una proeza. Encima tenía que volver a competir unos minutos
después. No voy a engañaros si os digo que me agobié un poco en
esos momentos.
Me
hinché a beber en el rato que estuvieron cogiéndome los datos y,
por suerte me dejaron bajar a correr el relevo mixto antes de pasar
el control. Eso sí, custodiado en todo momento por una persona que
no podía perderme de vista.
Con
la barriga hinchada de beber y los músculos fríos de haber parado
de repente para subir al local de los controladores, tocó conectar
otra vez con el mundo de la competición. Unos 10 equipos tomamos la
salida en la prueba de relevo mixto. Melanie lo bordó en su relevo
y me pasó el testigo con el pódium casi hecho, tercera. Salí a por
los 750 metros iniciales con fuerza pero no tardé ni 100 en tener
que echar el freno ¡Qué rigidez y qué pesadez de estómago! El
agua botaba en mi barriga y las piernas estaban tiesas del esfuerzo
anterior, así que puse el modo supervivencia y acabé la carrera
como pude, defendiendo ese tercer puesto y llevándonos el bronce
para casa. Segunda medalla del día y muy contento por ello, pero
había que volver a la realidad y luchar por el objetivo más jodido
del día: llenar el puto bote.
Con
mi “guardaespaldas” custodiando mis movimientos en todo momento,
volví al local del control antidoping y, osado de mi, aseguré estar
listo para mear… ¡Ya la hemos liado! Un protocolo, el de los
controles, que ni en la elección del Papa se vio. Todo tiene que
hacerse de forma rigurosa. Desde la elección del bote (obligatorio
tener tres botes en una mesa para que el deportista elija uno) hasta
que procedes a llenarlo, debes entrar en el baño con el controlador,
lavarte las manos sin jabón y no tocar nada, secarlas con secador,
abrir el sobre que contiene el recipiente, cogiéndolo por la base
sin contaminar su interior, hacer lo propio con la tapa, siempre
tocándola por la parte de fuera, y lo más jodido, mear hasta la
rayita de 90 cl, delante y a la vista de dicho controlador.
Hasta
aquí todo bien. Yo, todo motivado porque ya tenía algo de ganas, me
pongo a ello y…. ¡60 cl! ¡Solo 60 míseros centilitros! Jajajaja.
Y mira que apreté como en mi vida, pero allí no había más.
La
liada viene cuando tienes que seguir otro protocolo igual de estricto
para guardar esa primera muestra (lo tienen todo estudiado y esto
suele pasar) hasta que tengas ganas y puedas completar lo que falta.
¡Una
hora! Sí, sí, una hora tuve a los pobres y pacientes señores del
control esperando a que me entraran las ganas. En Gijón ya no
quedaban, para entonces, más que jóvenes bebiendo sidra en la
calle, ni rastro de la carrera. Mientras, mis padres y el pobre Luis
esperando. Estuvimos charlando sobre protocolo y tipos de controles
que hay, me estuvieron explicando cómo funciona el pasaporte
biológico y todas estas cosas y, en definitiva, pasando el rato con
mis amigos del antidoping, hasta que por fin me vi en condiciones de
completar la muestra. Oooooootra vez a repetir todos los pasos. ¡Qué
tensión! No podía fallar ya la segunda vez. Por suerte no lo hice,
les di lo que querían y sobró como para regar las plantas de medio
Gijón . No me extraña con todo lo que había bebido.
Graciosa
experiencia la vivida hoy, una aventurilla más y una crónica
diferente donde el Campeonato de España conseguido pasó a segundo
plano tras el espectáculo que di en el post carrera. Mañana a
ponerse el mono de trabajo y a seguir labrando con buenos entrenos un
objetivo que tanto Ricardo como Juan Carlos y yo tenemos claro.
¡¡Continuamos
“road to Chattanooga”!!
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