Las Navidades en Asturias siguen su curso y este año he
decidido aprovechar un poquito más el buen estado de forma en que me encuentro
y apuntarme a alguna San Silvestre extra.
Tras el buen sabor de boca que me dejó el tercer puesto de
la carrera de Nochebuena de Gijón, la siguiente cita tendría lugar dos días
después, en el pueblo pesquero de San Juan de la Arena. Me estrenaba en esta
peculiar San Silvestre, apodada como "Angulera", que, en años
precedentes, constaba en el palmarés de grandes atletas asturianos como David
Fernández Ginzo (2014) o Borja Jerónimo García (2013). El nivel siempre había
sido bastante alto, pues los 100 euros y el lote de angulas que la organización
concede a los ganadores absolutos eran un buen reclamo para atraer atletas de
prestigio.
Con la duda de quién vendría a por las angulas me planté en
San Juan. Era una tarde soleada, típica de este maravilloso verano que estamos
viviendo en Navidades. Temperatura perfecta para correr (12 graditos) y nada de
viento. El ambiente de San Silvestre se respiraba nada más llegar. Es una
pasada ir a los pueblos y ver a todo el mundo volcado con la prueba. Primero
fueron los niños quieres corretearon por las calles de la villa, y a las 17:00
horas, con una puntualidad asombrosa, nos situamos en línea de salida los más
de 500 atletas que íbamos a luchar por el suculento premio. Miré a ambos lados
y no conocí a nadie de los que estaban en primera fila, por lo que se perfilaba
una carrera divertida, de 4700 metros y llena de incógnitas.
Tras las animaciones previas del speaker se da la salida por
las abarrotadas calles de San Juan de la Arena y pronto me doy cuenta de quién
es quién. Los primeros metros son de tanteo y espero a ver qué atletas dan la
cara y a qué ritmo. Daniel Martínez (Atlética Avilesina), chaval joven y de
buena planta, es el primero en mostrar sus cartas, pero tras 800 metros a
3:10'/km veo que somos muchos en el grupo y decido emprender una aventura en
solitario.
Por primera vez asumo un rol al que no estoy acostumbrado. Ataco
desde lejos, aún con 4 kilómetros por delante y toda la carrera por decidir,
pero me encuentro tan bien que no me lo pienso y "clavo" un 2:55'/km
en el segundo kilómetro. Llego al punto de giro y es ahí cuando soy consciente
de que la carrera ya está rota. Le saco al segundo más de 100 metros y aún me
veo con fuerzas para mantener el ritmo. Cuido la técnica, me centro en la
zancada y empiezo a pensar en dosificar fuerzas para el día siguiente, en
Mieres, no acusar el esfuerzo. Aún así, sigo rodando a poco más de 3'/km.
Entro
en las calles principales del pueblo y disfruto de la gente, el ambiente y la
victoria. Carrera ganada de una forma a la que no estoy acostumbrado: yéndome
solo y a ritmo, sin agobios y sin perseguir a nadie más que al coche que abre
carrera. Me alegra enormemente este triunfo, ya no solo por los premios, sino
por suceder en el historial de ganadores de la San Silvestre Angulera a atletas
de la talla de Ginzo o Borja.
Y sin tiempo para respirar, al día siguiente por la mañana
pongo rumbo a Mieres para citarme de nuevo con un dorsal. Es la cuarta vez que
corro la San Silvestre mierense, que se ha convertido en un fijo de mi
calendario navideño. Las ediciones anteriores se saldaron con un 5º puesto en
2012, 5º puesto en 2013 y 2º puesto en 2014. ¿seguirá la progresión?
El nivel este año es bastante alto. Aunque el último
ganador, Juan Luis esté ausente, a la cita acuden atletas de la talla de Jorge
Cosío y Juan Carlos, con quienes ya había corrido años atrás y me habían ganado
en varias ocasiones. Mientras calentaba con Luis Cue fui consciente de las
buenas sensaciones en las piernas. Pese al esfuerzo del día anterior en San
Juan, estaban aparentemente descansadas y me pedían marcha.
A las 12:00h formamos en línea de salida más de 300 atletas
para cubrir un recorrido de 4500 metros, dando dos vueltas iguales que empiezan
y acaban frente al ayuntamiento. Se da la salida y vaticino que no va a ser una
carrera tan fácil como la del día anterior. Me espero a Juan Carlos y a Cosío
imponiendo un ritmo más fuerte que el que llevamos al principio en San Juan,
pero mis previsiones no se cumplen y a los 500 metros vuelvo a sentirme como un
caballo atado y enjaulado. Sin pensármelo, de forma alocada me pongo a tirar y,
para mi sorpresa, me quedo solo.
A los 800 metros de recorrido ya iba en cabeza
en con dos galgos por detrás que seguro que no me iban a dar tregua. Tiré para
adelante sin girar la cabeza en ningún momento. Metro a metro me fui
distanciándome de mis perseguidores, de nuevo rodando a 3'/km y con cierta soltura.
Primer paso por meta y a falta de una vuelta la victoria la siento mía.
Inconscientemente el cuerpo me pide relax, me suplica que no le machaque si no
hace falta, y por eso en el kilómetro 3 se me va un poquito el ritmo, pero lo
recupero al final y entre corredores doblados cruzo la meta en primera
posición.
A la cuarta fue la vencida. Victoria en Mieres, por delante
de Juan Carlos y Cosío y doblete de San Silvestres el fin de semana.
Como digo, no estoy acostumbrado a asumir el papel de
favorito en carreras de atletismo y ser yo el que tenga que dar la cara desde
el principio, pero estas dos San Silvestres me han enseñado mucho: otra forma
de correr, otra forma de sufrir y otra forma de disfrutar. Los halagos
debilitan por lo que no quiero hacerme ilusiones de ningún tipo y prefiero
seguir siendo crítico con los pequeños detalles que sé que aún se me escapan.
Así que, a tres de días de la San Silvestre de Oviedo nada de hacerse
ilusiones, solo pensar en corregir matices (que los hay) y en disfrutar de mi
ciudad en la que va a ser, sin duda, una de las carreras más especiales del
año.
Nos vemos el 31...