De las muchas carreras que corro durante el año, al final
siempre me gusta quedarme con dos o tres y guardarlas con cariño en el baúl de
las "elegidas". Acaba de comenzar 2015, pero estoy seguro de que la
Media Maratón de París de este año tendrá su hueco en ese baúl de los
recuerdos. ¡Empezamos!
Allá por Septiembre me propuse volver a correr una Media
Maratón y, por fin, probarme seriamente en la distancia. No tuve muchas dudas
sobre qué carrera elegir, y tan pronto como se abrieron las inscripciones de la
Semi Maraton de Paris, ya estaba mi nombre escrito en la lista de los casi
40.000 valientes que se darían cita el 8 de Marzo de 2015. Conseguí convencer a
un buen grupo de amigos: Pablo Ibarguren, Álvaro Renuncio, Javi López y Andrew
me iban a acompañar en un fin de semana turístico-deportivo que prometía mucho.
Los meses desde la inscripción hasta el fin de semana de la
carrera fueron pasando, y la víspera del viaje ya tenía todo preparado con mimo
para volver a la ciudad de la que, con nostalgia, guardo muchos recuerdos al
haber pasado allí el curso 2011-2012, de Erasmus.
El viernes por la tarde pusimos rumbo a Bilbao desde
Santander Andrew, Javi y yo, y nos juntamos con Ibarguren y Álvaro en el
aeropuerto Charles de Gaulle, pues ellos volaban desde Madrid. Tarde, pero con
ganas de pasárnoslo bien, llegamos al hotel Ibis donde nos íbamos a alojar,
próximo a la plaza de la Bastilla y justo enfrente del que sería el kilómetro 6
de la carrera del domingo. Primera noche en París y primera noche de creps.
Disfrutamos de un primer paseo nocturno por la ciudad debutando, algunos, en el
maravilloso mundo de los creps, y haciendo planes para el día siguiente.
El sábado lo dedicamos a turistear. Bien es cierto que a
París iba con la idea de hacer buena marca en la carrera, pero no podía olvidar
que no solo estaba allí para hacer deporte, sino para disfrutar de un fin de
semana con amigos y diferente al resto. Por la mañana fuimos al Parc Floral a por los dorsales ¡qué
riada de gente! Aprovechamos la ocasión para empaparnos del ambiente de atletismo
que se respiraba en el entorno del Bois de Vicennes, donde el día siguiente se
daría la salida. Pablo y yo saldríamos en el segundo cajón (Preferenciel)
mientras que el resto lo haría en el de 1h 35 min.
Desde el Bois de Vincennes nos dirigimos a los jardines de Luxemburgo,
donde aprovechamos el buen tiempo para comer un cucurucho de pasta sentados en
el borde del estanque central. Un autentico lujo de tiempo, nada habitual en
Paris, y que nos permitió ver la ciudad en su máximo esplendor. Eran las cinco
de la tarde y mis piernas me pedían reposo. Tras caminar por la zona del Barrio
Latino y el Sena hasta Notre Dame, y tras llevar muchas horas de pie, pensé que
lo mejor sería descansar un poco, así que volví al hotel con la idea de relajarme y concentrarme para
la carrera.
Y por fin llegó el día. Mi costumbre de desayunar al menos 4
horas antes de las carrera hizo que me tuviera que despertar a las 5:30 de la
mañana y, sigilosamente, roer mis mueslis metido en el baño, para no despertar
a Andrew, mi compañero de habitación.
Las sensaciones eran muy buenas, pese a la caminata del día
anterior, y no me encontraba demasiado cansado. Poco a poco se fueron despertando
todos y a las 8:20 salimos del hotel hacia el Bois de Vicennes. De nuevo, la
línea 1 del metro estaba llena de corredores, pero nada agobiante (ventajas de
ir con la suficiente antelación). Casi 40.000 personas se iban a dar cita en
una de las carreras más multitudinarias de Francia.
La emoción de verme
envuelto en el mismo ambiente que en 2012 me hizo recordar aquella edición, en
la que 1h 23 min 6 seg fue mi tiempo, un tiempo que ahora me parece discreto
pero que hace tres años veía inalcanzable. En 2015 otro Pelayo volvía a
Francia. Un Pelayo curtido ya en muchas carreras, pero aún no en la distancia
de 21 kilómetros, por lo que el respeto a este tipo de carreras estaba presente
en todo momento.
Dio la hora de la salida y nos fuimos dirigiendo a nuestros
cajones. Para llegar al mío tuve que andar casi un kilómetro. Conseguí meterme
en mi cajón 20 minutos antes de la hora y, la verdad, impresiona pegar un
saltito y ver detrás tuyo a tanta gente. En el cajón precedente, a unos metros
de distancia, los etíopes, keniatas y algún que otro privilegiado se preparaban
para la batalla. Doscientas plazas VIP donde se podía calentar hasta el minuto
antes de salir. Por el contrario, yo me tuve que comer 20 minutos inmóvil, de
pie y apretado... No era la mejor forma de empezar, pero es lo que hay.
Demasiado despacio fueron pasando los minutos hasta las
10:00h de la mañana, pero por suerte la salida se dio con rigurosa puntualidad
y rápidamente la "serpiente multicolor" se puso en marcha. Primeros
metros frenéticos, mucho ansia en la gente y demasiados calentones. Sin querer,
me vi arrastrado por la marea humana en un primer kilómetro por debajo de
3:20... Puff, ese no era el plan, pero era imposible reprimirse, así que la
idea de salir a 3:30 desapareció de inmediato y se convirtió en una carrera
suicida, donde los primeros kilómetros se preveía que iban a ser a un ritmo más
rápido del previsto. Salimos del Bois de Vincennes y cruzamos la Puerta Dorada
para tirarnos calle abajo por la Avenida Daumesnil.
El desnivel favorable en
los primeros 8 kilómetros animaba a los corredores a salir por encima de sus
posibilidades... ya vendría Paco con las rebajas del kilómetro 13 al 18, donde
la carretera pica notablemente hacia arriba. Por mi parte, tras un inicio
rápido, fui encontrando mi sitio y acercándome poco a poco a los grupos que me
precedían, hasta tal punto que en el kilómetro tres enlacé con el grupito de
las cuatro primeras chicas (Keniatas) que seguían a un coche que les marcaba en
todo momento el tiempo. ¡Qué paranoia mental! Con lo poco que me gusta a mí ir
mirando tiempos durante la carrera, me encontré con la tortura de llevar un
cronómetro delante. Afortunadamente fue un visto y no visto, porque tan pronto
alcancé al grupo de las Keniatas, estas cambiaron de ritmo y allí me quedé, en
tierra de nadie, intentando encontrar compañeros de viaje que fueran al mismo
ritmo que yo. Paso por el kilómetro 5 y ¡16:43! Casi un minuto por debajo de mi
tiempo objetivo. De momento las sensaciones eran buenas y no quería imaginarme
una posible petada.
Del 5 al 8 la carretera ya es más llana, pero me conseguí
mantener a un ritmo cercano a 3:20, por lo que tras girar en Chatelét y
afrontar la vuelta empecé a acusar muscularmente el esfuerzo. Quizás era más
mental que físico, pero del 8 al 10 me costó un poco concentrarme. Aún así
kilómetro 10 en ¡33:40! Madre mía... la que me espera. Es esa fase de la
carrera el viento nos daba de cara y comenzamos tres corredores a darnos
relevos cortos, para ayudarnos e intentar pescar al grupo numeroso que nos
precedía. Y así llegamos al kilómetro 12, justo al segundo paso por la
Bastilla. El calor del público en la Plaza, y las bandas de música hacían más
amena nuestra agonía. Pero ¡aaaay amigos! llegó el kilómetro 13, y con él, se
acabó lo bueno. Desde ese punto nos tocaba subir todo lo bajado y, hasta el 18,
la carretera no dejaría de apuntar al cielo. Lógicamente el ritmo decreció, y
empezamos a correr a 3:30-35. La verdad es que tuve suerte de ir bien
acompañado por otro par de corredores del grupo que acababa de alcanzar, y nos
íbamos dando relevos constantemente. Pasamos por el kilómetro 15 y aproveché
para tomarme el gel de 3 Action. Gran acierto, porque de ahí al final las
piernas funcionaron a la perfección. Pensaba que iba a acusar el sobreesfuerzo
de los primeros kilómetros pero el desfallecimiento no llegaba.
El kilómetro 18 suele suponer una tortura para muchos y es
conocido en la jerga atlética como el mini-muro de la media Maratón. Pero en
París, ese kilómetro coincidía con el fin de la subida y los tres restantes
eran completamente llanos, e incluso ligeramente favorables. Fue ahí donde un
negrito que iba conmigo se puso a correr a 3 min el kilómetro como si tal cosa.
Cuando pegó el cambio salí detrás de él, pero el calentón me duró 100 metros...
¡Quiéeeeeto! ¿cómo iba a ponerme a ritmo de carrera de 3 kilómetros en los
últimos 3 de una media? Aún así mantuve un ritmo alto y junto a un experto
Francés que venía a mi rueda fuimos cubriendo los últimos metros. En el 19
pasamos por la zona de fotógrafos y aproveché para mandar algún saludo, que
espero quede reflejado en las imágenes. El francés que iba conmigo me miraba en
plan... ¿pero tan sobrado vas como para ponerte a posar? Y le dije en un
perfecto francés fatigado, que estaba aprendiendo de los mayores expertos del
postureo: mis compañeros del Bender Triatlón.
Tras ese pequeño diálogo
encaramos la recta de meta y cambié de ritmo ¡qué buenas sensaciones! Parecía
que la meta estaba cerca pero la alfombra azul aún se veía al fondo ¿qué tiempo
haré? Cuando por fin tuve a tiro de vista el crono de meta vi que ya iba a
superar el tiempo de 1h 11min 59 segundos. No pasa nada, sprint sobre la
moqueta y brazos en alto animado por las bailarinas con pompones que nos
recibían en los últimos metros.
Fue cruzar la meta e invadirme un sentimiento
de bienestar y felicidad enorme, muy similar al que tuve tras hacer 32:30 en
los 10 km de Laredo en 2014, pero, esta vez, en una prueba más dura y más
larga. Y mi tiempo real: 1h 12min 06 segundos!!!!! Puffff QUÉ PASADA!!!! Había
conseguido colarme en el puesto 36 de casi 40.000 corredores y, además, siendo
el primer español y de los primeros europeos en cruzar la línea de meta.
Y lo
mejor de todo: que aún presiento que en esta distancia hay margen de mejora,
mucha. Corrí sin saber cómo hacerlo, sufrí, pero quizás no tanto como podría
haberlo hecho. No llegué a coquetear con mis límites porque, para hacerlo, hay
que tener experiencia en la distancia, y creo que ahora ya tengo algo más de lo
que tenía. De hecho, mi pulso medio durante la carrera fue de 165 pulsaciones,
cuando debería ser capaz de ir al menos a 172... así que se puede decir que me
dejé unos caballos en el motor sin usar. En definitiva, que me llevo de París
1hora 12min y las ganas de volver a intentarlo y hacerlo mejor.
El camino hasta aquí no fue fácil, y mucho tengo que
agradecer a los que me aguantan día a día, a los que me apoyan y a los que, de
forma altruista, me tienden su mano. Por eso, esta satisfacción al cruzar la
meta en París es de mucha gente: mis padres (aunque digan que no se puede
correr tanta distancia siendo tan joven, estoy seguro de que disfrutaron con
ello), Vanesa, mis compañeros del Bénder, mis compañeros del viaje, el equipo
de la UC de atletismo con quien entreno y mi equipo (Selaya-Reparte), Juanillo
por sus buenos consejos de última hora y por su apoyo, Isma Megustalanaranja,
por apoyarme y acompañarme en este reto con sus espectaculares naranjas, 3
Action, por darme ese plus de energía que necesito gracias a sus geles y a
Catlike, vestirme con el mejor material. En definitiva, muchas gracias a todos
por vuestro granito de arena.
Y para rematar un día redondo, el Domingo por la noche me
llega un correo de la Federación Cántabra de Atletismo para decirme que estoy
en la Selección Cántabra de Cross que el próximo fin de semana disputará el Campeonato
de España en Alcobendas. Sin duda, este
era uno de los grandes retos que me había propuesto al empezar la temporada de
cross y que tras darla por concluida me llega de forma inesperada. Me alegro
mucho por mi equipo de atletismo, el Selaya Reparte, porque apostaron por mí
este año y, dentro de mis limitaciones como atleta, creo que esta convocatoria
hace justicia al año que hemos hecho como equipo.
Con ilusión, ganas y esfuerzo seguiré construyendo mi camino
Un abrazo a todos