domingo, 15 de mayo de 2016

DUATLÓN DE SANTA MARÍA DEL PÁRAMO 2016: Tirando a ciegas casi hacemos diana

La suspensión del Duatlón de Cabezón de la Sal, previsto para este fin de semana, trastocó ligeramente mis planes de preparación para el Mundial de Avilés, pues iba a ser la última oportunidad para medirme en una carrera con la cabra y sin drafting. Pero, para saciar el hambre de competir, me busqué alternativa en la comunidad vecina de Castilla y León.



Nunca había competido en un duatlón de esta provincia, aunque sí había leído y escuchado muy buenas críticas al respecto las organizaciones. Por lo que la mañana del sábado puse rumbo a Santa María del Páramo para competir en el duatlón de dicha localidad, muy próxima a León capital y sobre distancia sprint y con drafting.

Malacostumbrado, este año, a escaparme en el primer sector de carrera a pie de los duatlones de Cantabria, el de Santa María iba a ser distinto. Para ser un duatlón de pueblo presentaba un cartel con muchos nombres TOP a nivel nacional: Iván Cánovas, Pedro J. Ramos, Daniel Lazo, Rubén Ceballos, Jorge López, Rubén Barrio… todos ellos con un ritmo de carrera a pie demoledor y que me iba a venir muy bien para medirme de verdad con gente de nivel.



Los circuitos no tenían mucha historia, completamente llanos y, salvo unos 300 metros por un camino de tierra y piedras en la carrera a pie, el resto hacía prever una carrera muy rápida. A las 18:00h nos llamaron para formar en línea de salida los más de 100 duatletas inscritos en la prueba. El tiempo amenazaba lluvia pero por el momento no había caído ninguna gota. Mientras el organizador estaba explicando los circuitos me apoyé para estirar en uno de los banquillos de la pista de atletismo donde estaba situada la salida y la meta, con la increíble casualidad de que pegado al banquillo había un cartel donde anunciaban que el dorsal 63 había sido premiado en la rifa de embutido que hicieron previa a la carrera… ¿y sabéis quién llevaba el dorsal 63? ¡BINGO! El “menda lerenda” tenía ese número. Me había tocado la rifa, y enterarme segundos antes de salir me ayudó a rebajar la tensión y empezar la prueba más motivado.



Sin tiempo a celebrar ni a avisar a mis padres de este hecho, sonó el pistoletazo de salida que daba paso a una carrera a pie de 5500 metros por el páramo leonés. Salí de la pista de atletismo bien colocado, a la expectativa de ver quien movía ficha e ir yo detrás. Poco tardaron en ponerse boca arriba las cartas. Pedro J. Ramos nos puso en fila a los pocos metros, imponiendo un ritmo monstruoso por debajo de 3’/km y que, aunque al principio aguantaban un gran número de duatletas, pronto pondría a cada uno en su sitio. Al medio kilómetro de salir Iván Cánovas, que había empezado algo retrasado y con la cabeza, avanzó hasta empezar a comandar la carrera. El guión era el previsto, Cánovas, el más fuerte a pie, tirando, seguido de Pedro J., Barrio y, en cuarto lugar y enganchado a ese trío cabecero, pero con pinzas, iba yo.



Por detrás Rubén Ceballos empezaba a ceder y me vi relegado a la última posición de ese primer grupo que, en ese momento era un cuarteto. El ritmo impuesto por Cánovas y Pedro era cada vez más exigente y mis piernas dijeron basta antes de terminar la primera vuelta. A sabiendas de la importancia que tendría llegar a boxes en ese grupito cabecero, sufrí como un perro haciendo la goma, pero cuando te llevan al límite y te sacan de punto da igual que te revuelvas. Ese no era mi ritmo y estaba a punto de pagarlo. El coste del sobresfuerzo se vio reflejado en la segunda vuelta en la que, metro a metro, fui diciendo adiós a las opciones de colarme en el trío cabecero. Trío que pronto se quedaría reducido a dos unidades cuando Barrio, al igual que me había pasado a mí, empezó a ceder. En este caso cedió más de la cuenta e incluso le llegué a alcanzar y superar yo. Corría en solitario en tercera posición, pensando ya en la bici y en que las opciones de pódium pasaban por dosificar fuerzas, pues los dos de cabeza, con más de 15 segundos de ventaja y probablemente su buen entendimiento en bici y previsible gran sector a pie final, iban a vender muy caras las dos primeras plazas del pódium.



Bajé el pistón en el último kilómetro, llegando a boxes tercero y en solitario. Tras un cambio de material bastante mediocre salí con la bici casi a la par de Barrio, quien me había recortado en boxes la diferencia. Empezamos juntos la bici, pero a los pocos metros vimos que si esperábamos a Rubén y a  Jorge, tendríamos más opciones de recortarle tiempo al dúo cabecero. Tardaron poco en unirse a la grupeta estos dos duatletas y cuando lo hicieron, la ventaja de Pedro e Iván era de unos 30 segundos. Comenzó entonces una persecución a relevos un poco desorganizada, pero con bastante buenas intenciones por parte de los cuatro. El interés de ir juntos era común y, cada uno dentro de sus posibilidades, tratamos de contribuir con relevos cortos. Jorge y Rubén fueron los más generosos en esta faceta, yo pasaba prácticamente siempre pero cuando me veía con el viento en contra la velocidad del grupo caía en picado y pronto se ponían a tirar de nuevo Rubén y Jorge. Y así fueron pasando las vueltas, limando segundo a segundo la ventaja con los dos de delante, aunque no lo suficientemente rápido como para enlazar con ellos antes de la transición.



Pero como en todas las carreras hay sorpresas y nunca debes dar nada por perdido hasta que no cruces la línea de meta (lección aprendida el pasado fin de semana en Torrelavega), al comenzar la cuarta y última vuelta de bici vemos a Ivan Cánovas descolgado y en solitario. No nos hizo falta hablar mucho a ninguno de los cuatro para fijar el objetivo: pasarle lo más rápido posible sin darle opción a que nos cogiera la rueda. Tenía pinta de ir bastante tostado y cuando pasamos a su lado y le superamos, no hizo ademán siquiera de intentar seguirnos. Buena señal, un rival peligrosísimo a pie que se iba a quedar fuera de las opciones de pódium si éramos capaces de abrir hueco con él durante los kilómetros finales de bici. Y así hicimos, tiramos en la segunda parte de la última vuelta para conseguir ese colchón que nos permitiese jugarnos entre los cuatro las dos plazas de pódium que estaban en juego.



Los boxes estaban cerca y yo empezaba a frotarme las manos, pero con prudencia, pues debía hacer una transición impoluta si quería luchar con Rubén o Jorge, quienes iban con rastrales y estaba previsto que hicieran el cambio en la transición unos 10 segundos más rápido que yo, que tenía que calzarme las zapatillas de correr.



Nos bajamos de la bici los cuatro juntos y en una transición de infarto consigo salir a correr el último, pero pegado a Jorge y a Barrio, de tal forma que a los 50 metros y me coloqué tercero. Rubén aprovechó mejor que Jorge la ventaja de los rastrales y nos precedía 10 segundos por delante. Como suele ser habitual, en 2,5 km la gente sale con todo, y yo también. Las piernas no las sentía pero sabía que si mi cabeza quería ellas iban a correr, así que ¡a darle caña!



Faltaban 2 kilómetros y por fin despegué a mis perseguidores, quedándome solo en tercer lugar y sin ver ningún progreso hacia la segunda plaza que Rubén defendía con un ritmo endiablado. Yo era consciente de que este corredor tenía uno de los mejores segundos sectores de carrera a pie de todos y me lo iba a poner casi imposible, pero no había ido hasta allí para dejar de luchar antes de cruzar la meta. Apreté el culo y, ante mi sorpresa, a falta de 1 kilómetro los metros que me separaban de Rubén empezaron a reducirse, abriendo en mí un halo de esperanza. Tan solo 500 metros a meta y consigo pegarme a su espalda. Me paro unos segundos, respiro… Lo más difícil estaba hecho y ahora, con el factor psicológico ganado por haber llegado recortando desde atrás, solo quedaba rematar la faena. Con un cambio de 400 metros agónico pude zafarme del gran duatleta del Eresma y entrar en el estadio al que había que dar más de media vuelta. Fue la primera vez en todo el sector a pie que me fijé en Pedro, líder indiscutible de la carrera y merecedor de la victoria, que rodaba apenas 70 metros por delante. Apreté a muerte para defender el segundo puesto, el primero ya era imposible y seguramente inmerecido. Recta de meta, últimos metros y ¡final!



Exhausto pero más feliz imposible. Con el cartel que presentaba la carrera y por cómo se planteó el transcurso de la misma, verme segundo en meta era más de lo que podría imaginar. Pedro ganó sobrado y Rubén se hizo con el tercer puesto. El top cinco lo completaron Jorge y Barrio.
Gran toque da calidad antes de Avilés, el último en competición y que me hace afrontar las tres semanas que quedan con muy buenas sensaciones.




Tras la carrera y la entrega de premios, la organización preparó un pinchoteo para corredores y acompañantes con sándwiches, empanada, bebida, patatas, embutido, nocilla… vamos, que salí de allí cenado. Da gusto ir a correr este tipo de carreras, primero, porque no te conoce nadie y pasas completamente desapercibido antes de la misma, papel en el que me encuentro mucho más cómodo que cuando hay que correr en Cantabria o Asturias y te conoce todo el mundo, y segundo, por el trato al corredor, con sorteos, pinchos, pases para un balneario, premios en metálico… En definitiva, experiencia que merece la pena repetir y que incluso deja en anécdota un segundo puesto.

Y con esto y un bizcocho… ¡a comernos las tres semanas que faltan!
¡Fuerza y kilómetros para todos!


PD: Muchas gracias a Dani Becerra por los ánimos y por las fotos. Fue una sorpresa verte por allí animando. GRACIAS

No hay comentarios:

Publicar un comentario