La suspensión del Duatlón de Cabezón de la Sal, previsto
para este fin de semana, trastocó ligeramente mis planes de preparación para el
Mundial de Avilés, pues iba a ser la última oportunidad para medirme en una
carrera con la cabra y sin drafting. Pero, para saciar el hambre de competir,
me busqué alternativa en la comunidad vecina de Castilla y León.
Nunca había competido en un duatlón de esta provincia, aunque
sí había leído y escuchado muy buenas críticas al respecto las organizaciones.
Por lo que la mañana del sábado puse rumbo a Santa María del Páramo para
competir en el duatlón de dicha localidad, muy próxima a León capital y sobre
distancia sprint y con drafting.
Malacostumbrado, este año, a escaparme en el primer sector
de carrera a pie de los duatlones de Cantabria, el de Santa María iba a ser
distinto. Para ser un duatlón de pueblo presentaba un cartel con muchos nombres
TOP a nivel nacional: Iván Cánovas, Pedro J. Ramos, Daniel Lazo, Rubén
Ceballos, Jorge López, Rubén Barrio… todos ellos con un ritmo de carrera a pie
demoledor y que me iba a venir muy bien para medirme de verdad con gente de
nivel.
Los circuitos no tenían mucha historia, completamente llanos
y, salvo unos 300 metros por un camino de tierra y piedras en la carrera a pie,
el resto hacía prever una carrera muy rápida. A las 18:00h nos llamaron para
formar en línea de salida los más de 100 duatletas inscritos en la prueba. El
tiempo amenazaba lluvia pero por el momento no había caído ninguna gota.
Mientras el organizador estaba explicando los circuitos me apoyé para estirar en
uno de los banquillos de la pista de atletismo donde estaba situada la salida y
la meta, con la increíble casualidad de que pegado al banquillo había un cartel
donde anunciaban que el dorsal 63 había sido premiado en la rifa de embutido
que hicieron previa a la carrera… ¿y sabéis quién llevaba el dorsal 63? ¡BINGO!
El “menda lerenda” tenía ese número. Me había tocado la rifa, y enterarme
segundos antes de salir me ayudó a rebajar la tensión y empezar la prueba más
motivado.
Sin tiempo a celebrar ni a avisar a mis padres de este
hecho, sonó el pistoletazo de salida que daba paso a una carrera a pie de 5500
metros por el páramo leonés. Salí de la pista de atletismo bien colocado, a la expectativa
de ver quien movía ficha e ir yo detrás. Poco tardaron en ponerse boca arriba
las cartas. Pedro J. Ramos nos puso en fila a los pocos metros, imponiendo un
ritmo monstruoso por debajo de 3’/km y que, aunque al principio aguantaban un
gran número de duatletas, pronto pondría a cada uno en su sitio. Al medio
kilómetro de salir Iván Cánovas, que había empezado algo retrasado y con la
cabeza, avanzó hasta empezar a comandar la carrera. El guión era el previsto,
Cánovas, el más fuerte a pie, tirando, seguido de Pedro J., Barrio y, en cuarto
lugar y enganchado a ese trío cabecero, pero con pinzas, iba yo.
Por detrás Rubén Ceballos empezaba a ceder y me vi relegado
a la última posición de ese primer grupo que, en ese momento era un cuarteto.
El ritmo impuesto por Cánovas y Pedro era cada vez más exigente y mis piernas
dijeron basta antes de terminar la primera vuelta. A sabiendas de la
importancia que tendría llegar a boxes en ese grupito cabecero, sufrí como un
perro haciendo la goma, pero cuando te llevan al límite y te sacan de punto da
igual que te revuelvas. Ese no era mi ritmo y estaba a punto de pagarlo. El
coste del sobresfuerzo se vio reflejado en la segunda vuelta en la que, metro a
metro, fui diciendo adiós a las opciones de colarme en el trío cabecero. Trío
que pronto se quedaría reducido a dos unidades cuando Barrio, al igual que me
había pasado a mí, empezó a ceder. En este caso cedió más de la cuenta e
incluso le llegué a alcanzar y superar yo. Corría en solitario en tercera
posición, pensando ya en la bici y en que las opciones de pódium pasaban por
dosificar fuerzas, pues los dos de cabeza, con más de 15 segundos de ventaja y
probablemente su buen entendimiento en bici y previsible gran sector a pie
final, iban a vender muy caras las dos primeras plazas del pódium.
Bajé el pistón en el último kilómetro, llegando a boxes
tercero y en solitario. Tras un cambio de material bastante mediocre salí con
la bici casi a la par de Barrio, quien me había recortado en boxes la
diferencia. Empezamos juntos la bici, pero a los pocos metros vimos que si
esperábamos a Rubén y a Jorge,
tendríamos más opciones de recortarle tiempo al dúo cabecero. Tardaron poco en
unirse a la grupeta estos dos duatletas y cuando lo hicieron, la ventaja de
Pedro e Iván era de unos 30 segundos. Comenzó entonces una persecución a
relevos un poco desorganizada, pero con bastante buenas intenciones por parte
de los cuatro. El interés de ir juntos era común y, cada uno dentro de sus
posibilidades, tratamos de contribuir con relevos cortos. Jorge y Rubén fueron
los más generosos en esta faceta, yo pasaba prácticamente siempre pero cuando
me veía con el viento en contra la velocidad del grupo caía en picado y pronto
se ponían a tirar de nuevo Rubén y Jorge. Y así fueron pasando las vueltas,
limando segundo a segundo la ventaja con los dos de delante, aunque no lo
suficientemente rápido como para enlazar con ellos antes de la transición.
Pero como en todas las carreras hay sorpresas y nunca debes
dar nada por perdido hasta que no cruces la línea de meta (lección aprendida el
pasado fin de semana en Torrelavega), al comenzar la cuarta y última vuelta de
bici vemos a Ivan Cánovas descolgado y en solitario. No nos hizo falta hablar
mucho a ninguno de los cuatro para fijar el objetivo: pasarle lo más rápido
posible sin darle opción a que nos cogiera la rueda. Tenía pinta de ir bastante
tostado y cuando pasamos a su lado y le superamos, no hizo ademán siquiera de
intentar seguirnos. Buena señal, un rival peligrosísimo a pie que se iba a
quedar fuera de las opciones de pódium si éramos capaces de abrir hueco con él
durante los kilómetros finales de bici. Y así hicimos, tiramos en la segunda
parte de la última vuelta para conseguir ese colchón que nos permitiese
jugarnos entre los cuatro las dos plazas de pódium que estaban en juego.
Los boxes estaban cerca y yo empezaba a frotarme las manos,
pero con prudencia, pues debía hacer una transición impoluta si quería luchar
con Rubén o Jorge, quienes iban con rastrales y estaba previsto que hicieran el
cambio en la transición unos 10 segundos más rápido que yo, que tenía que
calzarme las zapatillas de correr.
Nos bajamos de la bici los cuatro juntos y en una transición
de infarto consigo salir a correr el último, pero pegado a Jorge y a Barrio, de
tal forma que a los 50 metros y me coloqué tercero. Rubén aprovechó mejor que
Jorge la ventaja de los rastrales y nos precedía 10 segundos por delante. Como
suele ser habitual, en 2,5 km la gente sale con todo, y yo también. Las piernas
no las sentía pero sabía que si mi cabeza quería ellas iban a correr, así que
¡a darle caña!
Faltaban 2 kilómetros y por fin despegué a mis
perseguidores, quedándome solo en tercer lugar y sin ver ningún progreso hacia
la segunda plaza que Rubén defendía con un ritmo endiablado. Yo era consciente
de que este corredor tenía uno de los mejores segundos sectores de carrera a
pie de todos y me lo iba a poner casi imposible, pero no había ido hasta allí
para dejar de luchar antes de cruzar la meta. Apreté el culo y, ante mi
sorpresa, a falta de 1 kilómetro los metros que me separaban de Rubén empezaron
a reducirse, abriendo en mí un halo de esperanza. Tan solo 500 metros a meta y
consigo pegarme a su espalda. Me paro unos segundos, respiro… Lo más difícil
estaba hecho y ahora, con el factor psicológico ganado por haber llegado
recortando desde atrás, solo quedaba rematar la faena. Con un cambio de 400
metros agónico pude zafarme del gran duatleta del Eresma y entrar en el estadio
al que había que dar más de media vuelta. Fue la primera vez en todo el sector
a pie que me fijé en Pedro, líder indiscutible de la carrera y merecedor de la
victoria, que rodaba apenas 70 metros por delante. Apreté a muerte para
defender el segundo puesto, el primero ya era imposible y seguramente
inmerecido. Recta de meta, últimos metros y ¡final!
Exhausto pero más feliz imposible. Con el cartel que
presentaba la carrera y por cómo se planteó el transcurso de la misma, verme
segundo en meta era más de lo que podría imaginar. Pedro ganó sobrado y Rubén
se hizo con el tercer puesto. El top cinco lo completaron Jorge y Barrio.
Gran toque da calidad antes de Avilés, el último en
competición y que me hace afrontar las tres semanas que quedan con muy buenas
sensaciones.
Tras la carrera y la entrega de premios, la organización
preparó un pinchoteo para corredores y acompañantes con sándwiches, empanada,
bebida, patatas, embutido, nocilla… vamos, que salí de allí cenado. Da gusto ir
a correr este tipo de carreras, primero, porque no te conoce nadie y pasas
completamente desapercibido antes de la misma, papel en el que me encuentro
mucho más cómodo que cuando hay que correr en Cantabria o Asturias y te conoce
todo el mundo, y segundo, por el trato al corredor, con sorteos, pinchos, pases
para un balneario, premios en metálico… En definitiva, experiencia que merece
la pena repetir y que incluso deja en anécdota un segundo puesto.
Y con esto y un bizcocho… ¡a comernos las tres semanas que
faltan!
¡Fuerza y kilómetros para todos!
PD: Muchas gracias a Dani Becerra por los ánimos y por las
fotos. Fue una sorpresa verte por allí animando. GRACIAS