Como un niño con zapatos nuevos me sentía los días previos a
volver a disputar una distancia, 21 km, a la que cada vez le voy cogiendo más
gusto. Cuando a principios de año me planteé correr la Media Maratón de
Santander, lo hice con el objetivo de tener una motivación previa a la parte
fuerte de la temporada.
Han pasado dos meses desde que alzaba los brazos en la San
Silvestre de Oviedo. Dos meses desde que cumplí uno de mis sueños deportivos y
por el que me sacrifiqué duro durante el inicio de la temporada. Pero el 1 de
Enero me devolvió de golpe a la realidad. Si bien la meta de mi planificación
la tenía planteada para el Mundial de Duatlón de Junio, la veía tan distante en
el tiempo que, ese 1 de Enero se abría un abismo sin final ante mí. Intenté
mantenerme activo todo este tiempo, corriendo los crosses de Cantabria, pero la
fórmula no funcionó. Quizás el desgaste de ver tan lejos tus metas y el pasar
de cumplir uno de tus sueños a arrastrarte por el barro fueron una piedra de
toque para aprender a dosificar esfuerzos. Y como esta temporada es de
aprendizaje, primera lección aprendida.
Con los crosses olvidados ya, la Media Maratón de Santander suponía
un halo de ilusión antes de meterme de lleno con los duatlones. Mi estado de
forma, pese al pequeño bajó en Enero, es bueno, y las semanas previas había
conseguido recuperar las sensaciones corriendo, gracias, entre otras cosas, a
las series cortas, que “engañan” al cuerpo y le dan algo chispa que había
perdido. Por tanto, llegó el fin de semana de la Media y las pilas estaban más
que cargadas.
La mañana del domingo fue climatológicamente infernal. El
pico del temporal de frío, viento, lluvia y nieve que golpeó el Norte de
España, coincidió con el día clave. Con hora prevista de salida a las 9:30h, no
hubo mucho tiempo para pensárselo. Madrugón antológico para tomarme mi taza de
avena con leche y un poco de chocolate, tres horas y media antes de la salida.
Correr en Santander tiene la ventaja de que puedes salir directamente de casa
hacia la zona de la carrera y apurar las últimas horas de descanso… Pero esta
vez apuré demasiado. Eran las 9:00 cuando me disponía a salir del portal y
aprovechar el trayecto para calentar. Pero fue asomarme a la calle y empezar a
diluviar como nunca. Volví a refugiarme al portal, pues en vez de calentar lo
que haría sería coger una mojadura y enfriarme más. “Parará pronto” pensé…
Iluso de mí. Dieron las 9:15 y seguía lloviendo, por lo que no tuve más remedio
que salir de mi escondrijo y dirigirme a línea de salida directamente.
Empapado y muerto de frío llegué justo a tiempo para
situarme en segunda fila. Es la primera vez que no hago un previo de carrera
charlando con la gente y disfrutando del ambiente, pero el día no se prestaba a
ello. Los dos minutos que nos tuvieron parados antes de salir se nos hicieron eternos.
Miré a mi alrededor y allí, entre nosotros, estaban grandes atletas
maratonianos españoles como Fabián Roncero, Martín Fíz o Abel Antón. Todo un
lujo compartir carrera con ellos.
Y poco más me dio tiempo a ver, porque cuando me quise dar
cuenta, ya salíamos escopetados del Paseo de Pereda para cubrir, entre un
“jarreo” incesante de lluvia, los 21097 metros de los que consta una Media
Maratón.
Mi objetivo para esta carrera no estaba claro, y más con el
día tan terrible que había salido; por lo que procuré adaptarme e improvisar
según se fuera desarrollando la carrera. En el kilómetro 1 quedaron definidos
varios grupos, y mi lugar ese día estaba en el grupito de Manu Heras, Fabián
Roncero y Pablo Martínez Serna. Nos juntamos muy pronto los tres y nuestra
compañía perduró bastantes kilómetros. Tras recorrer toda la Calle Castilla a
un ritmo cómodo de 3:30, enfilamos la subida de Valdecilla en el kilómetro 3 y
nos lanzamos San Fernando abajo para volver a pasar por meta, coincidiendo con
el punto kilométrico 5,5. En ese momento, los corredores de la prueba de 5 km
entraban en meta y nosotros seguíamos en dirección a la temida S-20. Pero lo
que climatológicamente estaba siendo un infierno, físicamente y a nivel de
sensaciones estaba siendo una maravilla. Además, tener como compañeros de viaje
a dos personas con tanta experiencia como Manu y Fabián, y el ambiente
distendido y de cachondeo que llevábamos, hacían que los kilómetros pasaran sin
enterarnos. Por delante había un gran salto de nivel y no me merecía la pena
morirme yo solo durante 21 km. Por tanto, la estrategia de la que dudaba antes
de comenzar, estaba clara, ir bien acompañado y entretenido.
Cuando pasamos por Piquío (km 9) una nueva invitada se unió
a la grupeta. La líder femenina y reciente subcampeona del maratón de Sevilla,
Kaoutar Boulaid, enlazaba con nosotros. ¡Qué pasada! Estaba corriendo junto al
plusmarquista europeo de media maratón (Fabián Roncero), junto al mejor maratoniano
cántabro actual y liebre de la atleta olímpica Paula González Berodia (Manu
Heras) y junto a la vigente subcampeona de España de Maratón (Kaoutar Boulaid),
por lo que no podía sentirme más privilegiado en ese momento.
El ritmo seguía siendo cómodo al paso por el kilómetro 10.
Aproximadamente 35’30’’ y con el pulso por debajo de 160 pulsaciones, muy lejos
de mi umbral. Pero me daba igual, me lo estaba pasando como los indios y eso es
lo que importaba. Comenzamos los 3,5 kilómetros de ida por la S-20 con bastante
viento en contra y, sin querer ser tacaño, me puse a marcar el ritmo del grupo.
Sabía que me estaba desgastando algo más que el resto, pero me daba igual.
Entre glorieta y glorieta fuimos “comiendo” metros a la
parte más dura del recorrido hasta que, poco antes de dar la vuelta, empezamos
a cruzarnos con los primeros, que ya volvían. Fue entonces cuando fuimos
conscientes por primera vez de en qué posición íbamos y qué nos estábamos
jugando. Dentro de ese ambiente distendido que estábamos llevando, empezamos a
concienciarnos de que en realidad competíamos por el 8º puesto de la general y
el 3º puesto de atletas empadronados en Cantabria, que daba derecho a premio en
metálico de 75 euros. Desde ese instante el panorama cambió. Sólo uno de nosotros
se iba a llevar el suculento botín… ¿alguna apuesta?
Para empezar, yo tenía pensado tomarme un gel en el km 14,
que coincidía ya dando la vuelta y con viento a favor; aunque, al ver que Manu
se lo tomaba en el 12, decidí copiarle la estrategia. Tampoco sabía si lo hacía
a posta o no, pero ante un previsible ataque más adelante, preferí tener ya el
gel dentro de mí. Como bien predije, el ritmo cambió a partir del punto de
retorno. Manu nos puso en fila de uno y el primero en ceder fue Fabián Roncero.
Ya solo quedábamos Pablo, Manu, la chica y yo. Llegamos al parque de Las Llamas
(km 16) y el ritmo era alto, en torno a 3:15, aunque asumible, pues no había
habido mucho desgaste. Lo que empezó como un bonito paseo entre la lluvia se
había transformado en un bonito duelo entre nosotros. Empezamos a vigilarnos,
sabíamos que la subida de Reina Victoria sería definitiva, y nadie quería
gastar fuerzas, por lo que al paso por Piquío se produjo un parón. Nos íbamos
controlando tanto que la chica, Kaoutar, decidió irse a su ritmo y se escapó
con facilidad. Nosotros a lo nuestro, subimos timoratos la cuesta hasta el
desvío de la Magdalena y, a falta de 3 km lo probé. Pequeño tirón con el que
Pablo se quedó un poco descolgado. Manu seguía enganchado a mi rueda y en ese tramo
el viento soplaba en contra. Quizás me la estaba jugando demasiado, pero había
que correr un poco, que ya habíamos ido demasiado tiempo de paseo. Con menos de
tres kilómetros por delante, volví a cambiar y, ahí sí, a un ritmo de 3:10 fui
abriendo hueco con Manu. Pero no sería fácil mantenerlo, porque un invitado
inesperado hizo acto de presencia. Los calambres en las piernas a falta de 2
kilómetros y el bloqueo muscular debido al frío, hacía que correr rápido fuese
imposible. De hecho, iba a la misma velocidad cuesta abajo que en llano, no
tenía capacidad de mover las piernas con más cadencia, y todo eso sin pasar de
170 pulsaciones, por lo que la sensación era de ir holgado de caja, pero
bloqueado de piernas.
Enfilo la recta del paseo de Pereda, voy noveno y por detrás
ya no me pillan. Incluso me permito el lujo de recortar muchísimo a mis dos
predecesores, uno de ellos Mohamed. ¡Qué pena! Me faltó un kilometro más para
pillarle y conseguir el segundo puesto de entre los cántabros. Aún así, tercero
y 75 euritos inesperados a la saca. Del tiempo mejor ni hablamos…. Algo más de
1h 14, aunque eso es lo de menos. La carrera tuvo de todo, momentos de
disfrute, condiciones climáticas cambiantes, buena compañía y finalmente
disputa por un buen puesto en meta. Por tanto, las conclusiones que saco son
que me lo pasé pipa y que no podría haber hecho un mejor entreno de domingo.
Ahora, con más ilusión que nunca, cierro la temporada de
atletismo (salvo alguna carrera puntual que pueda surgir) y me centro en los
duatlones. Dentro de 4 semanas es el Campeonato de España en Cerdanyola, al que
espero llegar lo más fino posible.
Pero antes habrá un par de sopresitas más…
…y que dure…
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