¡Cómo cuesta arrancar un nuevo año tras unas vacaciones casi
perfectas deportivamente hablando! Quizás el factor psicológico solo lo
tengamos en cuenta cuando nos golpea duramente y no cuando estamos en estado de
gracia. Esa motivación que te ayuda a superar tus límites solo se percibe
cuando te da la espalda, y eso fue lo que sucedió en el Cross de Ajo.
Tras una primera semana de vuelta a la rutina poco menos que
desastrosa, afronté la previa del Campeonato Regional de Cross con la ilusión
de recuperar sensaciones y demostrarme que la forma no la he perdido.
El Domingo por la mañana desperté como nuevo; y eso que el
viernes había hecho un test de esfuerzo hasta el agotamiento y me sentía
pletórico por el buen resultado del mismo. Sin embargo, y aunque mi cuerpo me
decía que estaba todo OK, al final no fue así.
Tras un calentamiento tranquilo con Sergio Bolado, me calcé
los clavos y me puse en el cajón de salida, junto a mis compañeros de equipo,
con quieres iba a luchar por conseguir la mejor posición posible a nivel de
club, en el Campeonato Regional de Campo a Través.
Por delante algo más de 10 kilómetros, dando 5 vueltas a un
circuito con muchas trampas. La aparente llanura de la campa del faro de Ajo
era solo eso, una apariencia, porque el trazado, además de los “tropocientos”
giros de 180 grados, era un constante sube y baja.
Se dio el pistoletazo de salida y arranqué fuerte para coger
posición antes de que la estrechez del recorrido produjera algún embudo. Así,
conseguí instalarme a cola del grupo cabecero, donde, sorprendentemente fui muy
cómodo desde el principio. Completamos la primera vuelta y me veía rodando con
Xavi Crespo, Pepín, Tico… Se había formado un grupo de unas 10 unidades y yo
estaba en el corte.
Al inicio de la segunda vuelta las sensaciones seguían
siendo buenas pero antes de que esta terminara se desataron las hostilidades.
Hachoumi cambió el ritmo y todos reaccionaron. Yo lo intenté pero tuve que ver
como el hueco con mis predecesores crecía a cámara lenta. Fue este un punto de inflexión
del que ya no me recuperé. De repente, sin explicación alguna (sin explicación
en ese momento, a día de hoy ya sé el motivo) me vine abajo. Un bajón similar
al que sentí en aquella primera media Maratón, en el Triatlón de Buelna en
2009, o la explosión de este año pasado en la carrera a pie del Triatlón de
Laredo. Una sensación conocida, pero a la que no estaba habituado últimamente.
Pese a ello, me empeciné en mantener dignamente el ritmo y, durante la tercera
vuelta fue a la estela de Pablo Martínez Serna. Mero espejismo fue el intento
de seguirle, pues, con 4 kilómetros aún por delante, mis piernas dijeron basta
y mi cabeza empezó a volverse loca. Cada recta, cada subida, cada giro era una
tortura. Miraba hacia atrás y veía a un grupo de miuras que me envestirían de
forma inminente.
La última vuelta fue un calvario y una sangría constante.
Acostumbrado a correr recogiendo cadáveres, esta vez me tocó a mí ser el
muerto. Perdí la cuenta de cuantas “camisetas” distintas me adelantaron en los
últimos giros. Sabía que el final estaba a pocos metros, pero no había chicha
para luchar por ninguna posición. Arrastrándome entré en meta el 20º, habiendo
sufrido en 3/5 partes de la carrera como pocas veces recuerdo.
Quizás un
abandono hubiese sido lo más lógico, pero por mis narices que en una prueba de
atletismo no me retiro. Creo que ya agoté el cupo de abandonos cuando era esquiador y la suerte jugaba un papel primordial. Ahora, que
las carreras que hago dependen única y exclusivamente de mi esfuerzo, pienso
lucharlas hasta el final y llegar lo más dignamente posible, pero siempre
llegar.
Fue una carrera dura pero de la que más he aprendido en lo
que llevo de temporada. Sé lo que hice mal y sé lo que hay que evitar hacer la
próxima vez, por tanto, lección aprendida y con más ganas que nunca ¡a por la
siguiente!
Muchas gracias a Andrea por las fotos que le he "robado" para amenizar esta crónica ;)
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