Lo bueno de estar inmersos en una
temporada tan cargada de carreras es que, en apenas una semana, podemos
resarcirnos de cualquier mal día que tengamos. Y ese fue el tiempo que tuve
desde que el Domingo 17 de Enero terminara el Cross de Ajo arrastrándome por la
preciosa campa del Faro.
La carrera de 10 kilómetros de
Oviedo a Las Caldas sería el escenario perfecto para recuperar la moral. Como
siempre, volver a casa y competir en mi ciudad es especial. Quizás nada supera
las sensaciones de la San Silvestre, pero estos 10 kilómetros llegaron en el
mejor momento y me ayudaron a afrontar motivado la semana previa de
entrenamientos. Durante la misma completé dos sesiones de rodillo: una
regenerativa y otra en ayunas. También dos sesiones de carrera a pie: una, el
Martes, que consistió en un fartlek con 6x1000 trabajando en el umbral
anaeróbico, y otra, el Jueves, con un rodaje de 50 minutos tranquilo. De
natación hice dos entrenos y de gimnasio otras dos sesiones. En resumen, una
semana bastante tranquila, donde el objetivo era tratar de descansar y
recuperar las sensaciones perdidas.
Y el objetivo se cumplió… La
mañana del domingo, día de la carrera, madrugué para testar las piernas con un
rodajillo de activación, un par de horas antes de la salida. Las sensaciones de
cansancio que fui acumulando durante la semana habían desaparecido y la
maquinaria parecía estar bien engrasada. Pero el engrasado tenía que ser
perfecto, pues el nivel de participación se preveía mucho más alto que el de
las carreras navideñas. Cuando alcanzas un cierto nivel vas a las pruebas
conociendo el panorama y sabiendo quienes pueden ganarte y quienes te van a
ganar. En esta ocasión, la presencia del fondista asturiano más en forma
actualmente, Martín Álvarez Espinar, del Piloña, (campeón del regional de Cross
largo el fin de semana anterior) reducía las posibilidades de triunfo. Pero su
presencia me motivaba, al igual que la de otros atletas como Adrián Silva
(Universidad de Oviedo), el leonés Rabanal o Raúl Lazo. A última hora también
se unía a la fiesta mi amigo Sergio Santiago, todo un sub 32 en 10 kilómetros
que llegaba en forma y con ganas de luchar por la victoria.
Sin duda, el panorama era
atractivo para el espectador, con cinco o seis atletas muy igualados y donde,
un mal día como el de Ajo me haría quedarme lejos del pódium.
En una mañana calurosa y soleada
nos fuimos colocando los más de 900 participantes en línea de salida. El
speaker, Vicente Capitán, ilustre atleta, destacaba por megafonía la presencia
de Martín Álvarez y también tuvo el detalle de nombrarme como vigente ganador
de la San Silvestre. Creo que lo de correr de tapado en Oviedo se me ha
terminado.
A las 11:30h se dio el
pistoletazo de salida de la cuarta edición de los 10 km Oviedo-Las Caldas, que
estrenaba inicio de recorrido. Esta vez salíamos hacia arriba desde las
piscinas de San Lázaro, coronando en Pedro Masaveu, recorriendo toda esa calle
hasta justo delante de mi casa y luego bajando por el Parque de Invierno para
coger la senda que nos conduciría hasta Las Caldas. La incógnita sobre la
estrategia de Martín quedó disipada de un plumazo en los primeros 400 metros,
donde tomó las riendas del grupo y, antes de llegar al kilómetro 1 ya había
hecho una selección en la que conseguí colarme. A rueda de Martín se colocó
Adrián, detrás Rabanal, yo y Sergio Santiago. Salimos a machete, por lo menos
esa fue mi percepción mientras bajaba despendolado por las cuestas del Parque
de Invierno, tratando de no perder comba. Martín era mejor que nosotros, pero
cuanto más tiempo le aguantásemos mejor.
Empezamos la senda en fila de uno
y pronto pasamos de ser 5 a ser 4. Sergio Santiago abandonó nuestra compañía y
se dejó caer ante el exigente ritmo de Martín. Yo sufrí como un perro los dos
primeros kilómetros para agarrarme a la rueda de Adrián, con quien podría tener
una lucha cerrada toda la carrera. Llegamos al kilómetros tres y fue entonces
cuando Martín empezó a poner tierra de por medio. Poco a poco se fue alejando. Adrián
y yo nos quedamos solos, pues Rabanal también había cedido un kilómetro antes.
Fue entonces donde comenzamos nuestra particular lucha por repartirnos las dos
plazas de pódium que quedaban libres.
Pasado el puente que cruza la
autovía (km 4 aproximadamente) Adrián me pide que pase yo a tirar. Aunque iba
justo, preferí pasar, para aparentar ir bien y hacer ver que tenía más fuerza
de la que realmente había en mis piernas. Mantuve un ritmo constante de en
torno a 3:05’/km hasta llegar al primer túnel, momento en que Adrián tomó la
iniciativa y se puso a tirar. ¡Madre mía que duro va a ser ganarle!, pensé.
Pero el gesto que hizo de girar hacia atrás la cabeza, buscando la referencia
con el cuarto clasificado me dio pistas de que él iba tanto o más justo de
fuerzas que yo, por lo que, de nuevo para aparentar, me puse a tirar con todo,
pegando algún ligero arreón sin otra intención que probar al atleta de la Uni.
Y, a falta de dos kilómetros, la estrategia funcionó. No suelo mirar hacia
atrás, pero la respiración de Adrián cada vez se oía más lejos, síntoma de que
estaba cediendo. Entonces decidí aún más apretar un poco y abrir un hueco
suficiente para no llegar al sprint. El pulso se me disparó bajando a tumba abierta por el campo de golf.
Las bajadas parecían llanos y los llanos montañas ¡qué agonía!
Empieza el
último kilómetro, entro en el pueblo de Las Caldas y empiezo a ver al público
agolpado al inicio de la subida de 200 metros pre-meta, una pequeña trampa con
la que hay que contar. Miro hacia atrás, por si acaso, y ratifico que Adrián
está lo suficientemente lejos como para amenazar mi segundo puesto, así que
encaro la subida a ritmo y con calma, hasta que a falta de 30 metros vislumbro
el crono de meta: 30:54, 30:55, 30:56… Es en ese momento cuando despierto de mi
letargo y trato de arañar esos segundos al crono para intentar pararlo sub 31,
pero no lo consigo, y el tiempo oficial me marca 31:00 ¡qué rabia! Aunque no
sea un 10 km oficial, siempre hace ilusión estar un segundillo por debajo de un
número tan redondo como es el 31.
Aun así estoy contentísimo por el
puesto, por la carrera, por el tiempo y, sobre todo, por haber recuperado las
sensaciones y volver a ser competitivo. Martín Álvarez ganó incontestablemente
con 20 segundos de ventaja, y poder compartir pódium con él y Adrián es un
lujo.
Para terminar llegó la entrega de
premios, donde la organización, con Alberto Suárez Laso a la cabeza, se lució,
agasajando a los tres primeros de cada categoría con diversos premios de los
que gustan, es decir, de los de comer, lo cual se agradece enormemente y anima
a volver a repetir el próximo año en una prueba, cuya
edición de 2016 voy a recordar con cariño.
El próximo domingo más y mejor ;)
No hay comentarios:
Publicar un comentario