Son las 3 de la mañana del 1 de Enero de 2016, y acabo de
ganar la San Silvestre de Oviedo. Teóricamente iba a acostarme, pero no puedo
hacerlo sin dejar escritas unas líneas de esta crónica.
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Pancarta de linea de salida de la San Silvestre de Oviedo 2015
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Lo que para muchos supone una buena forma de acabar el año, haciendo
deporte y quemando calorías, para mí, cada 31 de Diciembre se convierte en uno
de los días más especiales del calendario. Ya llevo varias crónicas de San
Silvestres estas Navidades y, en todas, pese a los buenos resultados, tenía la
cabeza puesta en la cita de mi ciudad, Oviedo. Bajar por Marqués de Santa Cruz,
persiguiendo al coche que abre carrera, y ver al fondo, a lo lejos, a toda esa
marabunta de gente que parece engullir al atleta al pasar, es una imagen
imborrable que no sé si seré capaz de repetir, pero que seguro guardaré en el
recuerdo para siempre.
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Todos los dorsales con los que corrí la San Silvestre, de 2009 a 2015 |
La carrera de Nochebuena de Gijón, la San Silvestre Angulera
y la San Silvestre de Mieres fueron el preámbulo de lo que sería la tarde que
siempre soñé. Me desperté el día 31 con más nervios de lo normal. Desayuno
tranquilamente y, mientras, leo la prensa y me entero de que me dan como
favorito para ganar en Oviedo. A mí, que siempre me gustó ir de tapado, me
cuesta asumir ese papel. Pero bueno, es lo que hay y tengo que asumirlo. Para
rebajar los nervios y el ansia hasta la hora de la carrera (18:10), salgo a
trotar un poco por el Parque de Invierno. Voy fijándome en los pequeños
detalles que me rodean, trato de distraer mi mente de la vorágine que preveo
vivir horas después. El rodajillo matinal me ayuda bastante a tranquilizarme y
relajarme, a la vez que me permite ratificar las buenas sensaciones físicas de
los días previos. La maquinaria está engrasada, solo falta ponerla a funcionar.
A las 17:20h quedo con Miguel en el semáforo de Muñoz Degraín.
La costumbre de bajar con él hasta la zona de salida, en la calle Uría,
llevamos repitiéndola año tras año, y no quiero perderla. Aún recuerdo aquel no
tan lejano 2009 en el que bajábamos por primera vez para correr la San
Silvestre. Ningún objetivo claro, ninguna presión, nada más que salir a ver qué
pasaba. También recuerdo, ese mismo año, al acabar la carrera, mirar de reojo al
pódium y comentarle a Miguel: "Algún año estaré yo ahí". Lo que no me
imaginé fue que ya en 2013 lo conseguiría. Aquel tercer puesto supuso mi mayor
logro deportivo hasta la fecha (al menos según mi valoración), pero aún
quedaban dos escalones por delante. En 2013 la promesa me la hice a mí mismo:
"Algún día voy a ganar la San Silvestre". Desde entonces entreno con
ilusión y, cada vez que me sitúo en línea de salida el 31 de Diciembre, busco
cumplir esa promesa.
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Las buenas costumbres no pueden faltar (con Miguel y Vanesa minutos antes de la salida) |
Llegamos a la zona de calentamiento. Este año nos acompaña
Vanesa, que, por primera vez, correrá la San Silvestre de Oviedo. Los tres nos
empapamos del ambiente que se respira en los prolegómenos de la prueba. El
Parque San Francisco se convierte en un desfile de corredores, trotando para
activar la musculatura. Mientras calentamos empiezo centrarme y a ponerme algo
nervioso. Las sensaciones son buenas y me intento convencer de ello para estar
tranquilo y seguro de mí mismo.
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Nervioso no, concentrado... Bueno, quizás algo nervioso sí que estaba |
Diez minutos antes de la salida hago unos progresivos por
delante del arco de EDP. Me encuentro ligero y confiado, y examino a los
posibles rivales: Nando Fernández
Junquera (Piloña), Victor Álvarez (Toscaf), Fernando Canellada (Maratón Oviedo),
Jorge Cosío (Atletismo Mieres) y Mohamed Bakkali (Universidad de Oviedo), se
perfilan como los favoritos a la victoria. La ausencia de Alberto Suárez Laso y
de Pablo Ibáñez, entre otros, deja una carrera muy abierta y en la que es
difícil apostar a caballo ganador. Sin embargo, a unos minutos para empezar,
saltan las alarmas. Se filtra la noticia de que Marcos Peón va a venir desde
Gijón a correr la San Silvestre de Oviedo. Un invitado más a la fiesta, que si
viene, lo hace con el cartel de favorito bien pegado al pecho.
Con la incertidumbre de si Marcos está o no formamos en la
salida. Por primera vez nos colocan a los 20 primeros de la edición anterior
delante de las 5000 personas que se van a lanzar a devorar los últimos 5500
metros del año. Circuito duro, "rompepiernas" y sin descansos.
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Arranca la XXXII San Silvestre de Oviedo ¡En marcha! |
La tensión se palpa en el ambiente. Me sitúo en el medio,
cronómetros listos y se da el pistoletazo de salida. No tengo que hacer un gran
sprint para no perder posición. Poca gente lucha este año por salir rápido y
posar en la foto, así que consigo curvar hacia Toreno bien colocado. Subimos la
cuesta en pelotón, muy despacio, lo cual hace que no se rompa el grupo, pero
nada más coronar y antes de lanzarnos Cervantes abajo, Víctor toma la
iniciativa y empieza a marcar el ritmo. Tampoco vamos a una velocidad
endiablada, pero sí lo suficiente para seleccionar a unos 15 o 20 atletas en
cabeza de carrera. Corro cómodo detrás de Víctor, siempre en posiciones
delanteras para estar atento a un posible ataque. Fernando Canellada y Moha van
a mi lado y Nando justo detrás. Pasamos por Independencia, cruzamos Uría,
seguimos por Melquiades Álvarez, Covadonga y llegamos a la esquina de
Arguelles. Me extraña que la carrera aún no se esté poniendo dura, sobre todo
por parte de Nando, del Piloña, pero me da igual, voy cómodo y prefiero
mantenerme a la expectativa.
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Kilómetro 2, juntos pero no revueltos |
Bajamos por Jovellanos y giramos a la derecha hacia la calle
Paraíso. Es ahí donde, sin querer, me coloco primero. Estamos en el punto más
bajo del recorrido, con más de 3 kilómetros por delante y gran parte de ellos
en subida, por lo que no es momento de
tirar. Aflojo y dejo que Moha tome la iniciativa, pero en la calle Postigo Alto
Nando lanza su ataque y se escapa. ¡Menudo hachazo! Me esperaba un ataque más
constante y he de admitir que me sorprende el cambio tan brusco. Me pongo algo
nervioso, pero evito calentarme y reacciono acelerando el ritmo progresivamente.
El grupo de 15 en el que iba se rompe, y yo me lanzo Marqués de Gastañaga
arriba en persecución del escapado, a quien pillo al inicio de Campomanes.
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Respondiendo al ataque de Nando (Calle Campomanes, kilómetro 3) |
Giro
la cabeza y veo que Moha va tercero pero algo descolgado. "Este es el
momento", pienso. Me pongo a tirar antes de llegar a la Plaza San Miguel,
con la intención de dar continuidad al ataque de Nando y aprovechar el factor
psicológico que supone ver cómo te recortan la ventaja. No miro atrás, pero
cuando llego a Pérez de Ayala y rodeo el auditorio, algo me dice que le he
soltado. Esta es la oportunidad de mi vida y no la voy a dejar escapar.
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Tirando más de ganas que de fuerzas ¡con todo hasta meta! |
Me tiro por Calvo Sotelo cual pollo sin cabeza. Tengo que
abrir hueco. Giro a la izquierda, cruzo la plaza de España, bajo por Santa
Teresa y giro de nuevo a la derecha para afrontar, ya en solitario, la dura
recta de Santa Susana, que pica para arriba, y donde el año pasado tuve una
pequeña crisis. No sé cuanta distancia me separa de Nando, pero aprovecho los
aplausos de la gente para hacerme una idea. Avanzo por Santa Susana, mente en
blanco. Solo me separan 700 metros de meta y no se me puede escapar la
victoria.
Es entonces cuando, al asomar en Marqués de Santa Cruz, veo
al fondo, a lo lejos, a toda la marabunta de gente en la esquina con Fruela. Bajo
Santa Cruz a tumba abierta, como si la carrera acabara ahí mismo, y llego donde
está el público. Tan solo 400 metros para cumplir un sueño. Giro hacia Fruela,
las aceras están abarrotadas, siento los aplausos con más intensidad que nunca.
No me sigue nadie, puedo disfrutarlo. Recorro Fruela y Pozos con una
tranquilidad que nunca antes había podido sentir. Última curva y veo el arco de
meta. Allí están mis padres y mi primo, pero también siento la presencia de
quienes ya no están. No me lo creo, recorro los adoquines que me llevan a
cortar la cinta blanca y ¡GANO LA SAN SILVESTRE DE OVIEDO!
El sueño que llevo
persiguiendo años se hace realidad, no sé cómo reaccionar, las sensaciones son
raras. Pasar de la máxima agonía a la máxima felicidad es algo a lo que mi
cabeza no está acostumbrada, y se queda en blanco. Pero da igual, lo acabo de
hacer, he ganado "mi" San Silvestre. Más por inercia que por consciencia
me abrazo con Moha (Segundo) y Nando (tercero), felicito al resto de corredores
que van llegando, giro la cabeza de un lado a otro, busco a los míos y pronto
veo a mi madre. La quiero abrazar, pero antes de que pueda ir donde ella me
"secuestran" los de la TPA, los fotógrafos y el speaker. Vivo todo
ese momento en un éxtasis del que recuerdo cada segundo. Cuando me libero y me
quedo solo, me abrazo al primer conocido que encuentro, que en este caso es
Luis Cue, quien me había estado apoyando toda la carrera. Luego veo a mi primo
y a Paula y después llegan Vanesa y Miguel, que ya sabían de mi victoria gracias
al anuncio por megafonía. Me abrazo a Vanesa y le doy las gracias por todo.
Luego voy donde mi madre y hago lo mismo. No sé a cuanta gente habré abrazado
en los minutos posteriores a la llegada pero aún ahora sigo con ganas de seguir
repartiendo abrazos.
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¿Me lo creo o no me lo creo? Foto de La Nueva España |
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Junto a Moha Bakkali (2º) y Nando Fernández Junquera (3º) |
Los momentos posteriores en el pódium superan las
expectativas. Me nombran como ganador y salgo entre deslumbrantes focos a
recoger el premio ante una plaza de la Catedral abarrotada de gente. Allí están
todos, familia y amigos. Levanto la copa y les dedico este premio. Y ahora, aunque mi cuerpo esté tumbado en la
cama y sean las 4 de la mañana, mi mente todavía está en ese cajón del pódium
donde se puso la guinda a un año 2015 de
ensueño.
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Un sueño hecho realidad |
¡FELIZ 2016!
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Con mis padres |
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Con Vanesa |
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Con Alex |
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Con mi tío Luis |
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Tíos y primos |
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Con el más "míticu" de la San Silvestre Carbayona. Entrena algo para 2016 ¡gandul! |
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Con Luis Cue |