No podía haberse previsto una mañana más desapacible para la
práctica deportiva que la de este Domingo. Además, se trataba de un día con
mucha actividad en la región. Por un lado, con la disputa del Duatlón de
Galizano (el primero de la temporada) y por otro, el Cross de Punta Parayas
(Campeonato Regional por Clubes). Como ambos eventos coincidían en fecha y
hora, tuve que decantarme por uno de ellos, y en este caso fue el Cross, ya el
último de la temporada para mí. El compromiso con mi equipo, el Selaya Reparte,
me hizo enfundarme de nuevo las botas de clavos para luchar junto mis
compañeros Yassine, Nacio y Adrián, entre otros, por el pódium regional por
equipos.
La motivación era inversamente proporcional a la bondad
meteorológica de la mañana del Domingo, es decir, máxima; y las sensaciones al
levantarme eran muy buenas. Amaneció lloviendo lo que no está escrito, y,
aunque la temperatura no era del todo mala (12 grados) el viento hacía que la
sensación térmica fuera de algún grado menos.
A las 12:00 h recogí a Adri y llegamos a Parayas poco
después. Mirábamos reticentes por la empañada ventanilla del coche cómo el
barro impregnaba la ropa de aquellos que
bajaban del prado donde se disputaba la carrera. Nos refugiamos en el coche un
buen rato y 20 minutos antes de la salida nos pusimos los clavos y nos fuimos a
calentar. ¡Cómo jode esa primera pisada en la que te llenas de mierda y te
mojas los pies! Es breve pero asquerosa. De todas formas, no tardamos en
anestesiar nuestros pies durante el propio calentamiento. Los apenas 100
atletas que íbamos a salir en la prueba Sénior mirábamos de reojo el circuito
por donde unos minutos más tarde nos íbamos a jugar el cocido. Si algún día
aquello había sido un prado verde, que baje Dios y me lo cuente, porque el
trazado era una mezcla entre chocolatada y piscina de agua turbia, con pocas
zonas donde se pudiese "correr" y muchas zonas donde se podía nadar. En
ese momento tuve serias dudas de que en la laguna, frente a los cajones de
salida, se pudiese hacer pie.
El caso es que, después de calentar (es decir, después de darnos
la primera capa de pintura color mierda), correr 10 kilómetros parecía un mero
trámite... pero no fue así. Nos repartimos por los cajones los diferentes
equipos. En el Selaya, nuestro jefe de filas, Yassine, se puso el primero. Yo
detrás. Delante de nosotros una laguna y aún la incógnita de si haríamos pie.
Con impaciencia esperamos al pistoletazo de salida y tras él arrancamos como
búfalos sobre la laguna. El primer largo lo hice a croll, luego ya me di cuenta
de que igual la braza era más efectiva jejeje. ¡Seamos serios! Cogí la primera
curva en puestos cabeceros del pelotón. La gente salió timorata mientras el
barro iba invadiendo cada centímetro cuadrado de nuestra piel.
Daríamos 5 vueltas de 2 kilómetros a un circuito pestoso,
donde el mejor equilibrista sobre el barro se llevaría la victoria. Cualquier
símil con correr era mera utopía ¡qué locura! Por suerte, la primera vuelta
pasó rápido, y las posiciones se fueron afianzando. Yo viajaba en el segundo
grupo, tras la estela de Pedro Muñoz y Manu Vega. Pero pronto empecé a notar
que mi lugar estaba más atrás.
En la segunda vuelta noto pasos cerca, por
detrás, y de una tacada me adelantan Luis Alberto y Pablo Martínez Serna
(Laredo) e Iván (Piélagos). Intento seguirles y me noto con fuerza pero cuando
llego a los charcos me hundo como un plomo, me trastabillo y me quedo clavado,
así que poco a poco se me escapan. En la tercera vuelta hacen los propio
conmigo Andrés Meviavilla (Cayón) y Miguel Ángel Cobo (Cárcoba) ¿pero qué es
esto? Menuda sangría de puestos. Por suerte pude recuperar uno de ellos en
detrimento de Manu Vega, que al parecer es como yo, más de duro que de blando.
Mi adelantamiento fue como el de los caracoles: a cámara lenta. Parecíamos los
dos recién salidos de una discoteca con una moña del quince, tambaleándonos de
lado a lado de la cuerda que delimitaba el trazado.
Y por fin última vuelta, no sé cómo voy, pero calculo que
sobre el puesto 15, aunque Raúl Gándara me viene recortando a pasos agigantados
por detrás y Diego Cuadrado tampoco va lejos, así que hago el último largo a
croll de nuevo, volteo y entro en meta.
Lo hago con barro hasta las cejas, sin haber podido sufrir
muscularmente pero con la sensación de haber hecho lo que he podido. Yassine,
espectacular, se hizo con el tercer puesto absoluto, y cerrando el equipo del
Selaya entraron Alberto y Adri, poco más de un minuto detrás de mí.
Tortura de cross y, en cierta medida, decepción por no
lograr clasificar al equipo tercero, lo
que nos daría plaza para el campeonato de España. Pero bueno, lo hemos dado
todo y si se da todo uno tiene que estar satisfecho. Está claro que no termino
la temporada de Cross con el mejor sabor de boca, porque este maldito barro no
se me da nada bien, pero sé que estoy en un gran momento de forma y me estoy
encontrando bien en los entrenamientos y en las carreras, así que para el
próximo Domingo, que estreno temporada de duatlón con mi nuevo equipo, en
Astillero, espero resarcirme y estar lo más adelante posible.
No quiero despedirme sin antes agradecer la gran labor de los pocos fotógrafos que se atrevieron a sacar las manos del bolso y dejarnos alguna imagen para el recuerdo: Penagos, Paco Cuadrado, Gustavo y al Diario Montañés.
Y nada más por hoy, espero no haberos aburrido mucho ni
haberos hecho pasar hambre hablando de tanto chocolatada jejeje.
Saludos!
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