Hace justo un año cumplí el primer sueño deportivo que tuve
en mi vida. Allá por 2009, cuando empecé a correr, me hice la promesa de que
algún día estaría entre los mejores en la San Silvestre de mi ciudad, Oviedo. Sin
esperármelo, ese sueño llegó el pasado año, con un tercer puesto que todavía no
acabo de creerme. A lo largo la temporada corro decenas de carreras, entre
duatlones, triatlones o carreras de atletismo, pero ninguna la vivo como la San
Silvestre de Oviedo.
Si algo me quedaba de 2014 era culminar el año compitiendo
por las calles carbayonas. En esta edición de la San Silvestre se modificó el recorrido,
teniéndose que completar una única vuelta de 5500 metros, algo más que la
distancia de años precedentes. 4000 inscritos y 1000 personas más sin dorsal se
echaron a la calle para despedir el año con el deporte que más está creciendo
en número de practicantes de nuestro país. El auge del "running"
popular se pone de manifiesto cada año con las San Silvestres y, gracias a toda
esa gente nueva que decide probar el gusanillo de la competición, los
habituales en carreras disfrutamos el doble cada y aprovechamos la ocasión para
intentar "lucirnos" entre tanta gente el 31 de Diciembre.
El día de la San Silvestre suelo dormir bastante. Este año,
aprovechando que estoy de vacaciones y que la carrera es por la tarde (18:30h),
me levanté a eso de las 12:00h del medio día, con la intención de hacer una
única comida, pues no me gusta ir pesado a carreras tan cortas. Un pequeño
plato de arroz y unos cereales bastaron para quitar el hambre de comida y
empezar a cocinar el hambre de competir. Pero esa mañana previa a la carrera no
fue nada tranquila. Durante la noche, una herida en el dedo gordo del pie
derecho se me infectó, provocándome unos dolores terribles que apenas me
dejaron dormir. Cuando me levanté no podía ni caminar, por lo que temblaba solo
de imaginarme lo que sería tener que ponerme las zapatillas de competir...Llegué
a plantearme no correr, pero gracias a una pomada, la infección fue remitiendo
en cuestión de horas y el dolor se hizo "soportable", por lo que a
las 17:45h ya me encontraba saliendo de casa con el mono de trabajo puesto para
bajar calentando hasta la calle Uría y vivir el ambiente de San Silvestre.
Mi pobre dedo la mañana de la carrera... |
Asomar por Santa Cruz y ver a toda la gente que baja en
manada hacia la zona de salida me pone los pelos de punta. Bufff ¡qué
sensación! Caliento por el Parque San Francisco y las piernas me sonríen y me
dicen que hoy sí les apetece correr. Pese a todo, este año va a estar difícil
entrar en el Top 5, que son los que suben al camión del pódium al terminar la
carrera, porque tengo identificados a al menos 5 corredores que andan más que
yo... pero los 5500 metros hay que correrlos, así que nada de darlo por perdido
y ¡a disfrutar sufriendo!
Con puntualidad nos vamos colocando en línea de salida. Apuro
el calentamiento hasta el último momento y me sitúo en medio, en primera fila.
Cerca de mí está Alberto Suárez Laso, Campeón Olímpico de Maratón en las
paralimpiadas de Londres 2012. La ausencia del último ganador, Pablo Ibáñez, y
la baja de última hora del atleta internacional, Carlos Alonso, le hacía, a
Alberto Suárez Laso, ser el máximo favorito a la victoria.
Difruta de esta carrera porque no la hay igual en todo el año |
Luces parpadeantes, música de ambiente, botes de humo,
flashes, lluvia de papelitos... es el escenario de la salida de la carrera más
especial del año.
17 minutos para la recompensa... |
Pistoletazo al aire y ¡comienza la prueba! En los primeros
200 metros de Uría Laso e Itamar Sutil (mediofondista de León) toman la cabeza
y curvan hacia Toreno los primeros, seguidos del joven del Piloña Víctor
Fernández Díez. Afronto la subida con calma, pero sin ceder muchos metros, y
antes de coronar Toreno y lanzarnos hacia abajo por Cervantes, encuentro mi
ritmo y me pego al atleta de la Universidad de Oviedo Víctor Álvarez Pérez.
Durante el transcurso por Cervantes los grupos quedan definidos. Por delante se
marchan Laso, Itamar y Víctor, Lionel Fernández se queda en medio y por detrás
vamos el otro Víctor, Juan Carlos (Piloña) y yo. Los dos primeros kilómetros
son cuesta abajo y se va muy rápido. Al inicio de la calle Covadonga absorbemos
a Lionel, y seguimos al ritmo marcado por Víctor. A priori el atleta del
Universidad debería esta un punto por encima nuestro, pero "mientras me
sienta cómodo a su rueda voy a aguantar detrás" (pienso).
Al paso por la Plaza Carbayín vemos al público agolpado en
las aceras e identifico voces de ánimo de mi padre y mi primo. Seguimos bajando
hasta el postigo y ahí Juan Carlos cede y nos quedamos Víctor, Lionel y yo,
siendo el primero el que marca el ritmo en todo momento. Rezo porque no haya
hachazos en la subida por Gastañaga, el punto crítico de la carrera pues un
exceso en esta rampa supone hipotecar tu rendimiento en el resto de la prueba,
y más cuando los siguientes 700 metros por Campomanes siguen picando para
arriba. Por suerte no hay acelerones y los tres nos mantenemos juntos. Estamos
en el kilómetro 3 y empiezo a sufrir. Si consigo aguantar hasta el auditorio
(es decir, toda la subida) tengo opciones de llegar al final con ellos, pero no
voy fino y sufro lo indecible para llegar junto a ellos al punto más alto del
recorrido. En la bajada por Calvo Sotelo cojo aire, pero nada más curvar hacia Santa
Teresa y pasar por la Plaza de España Víctor aprieta y me tengo que exprimir
para no quedarme atrás. ¡Y queda más de un kilómetro! ¡Qué agonía!
Sé que nos estamos jugando dos plazas de pódium (puestos 4º
y 5º) y que uno de nosotros tres se va a quedar sin subir al camión. Enfilamos
Santa Teresa, alias "la eterna", y digo eterna porque no veía el final
de esta calle. Cedo 10 metros y a punto estoy de tirar la toalla, pero ¡qué
cojones! En la San Silvestre de Oviedo no puedo tirar la toalla a falta de un
kilómetro, así que echo el resto en la bajada por Santa Cruz y engancho de
nuevo a Lionel y Víctor, antes de curvar en Fruela y afrontar los últimos 400
metros de carrera. Esa capacidad de sufrimiento que me falta en muchas carreras
solo soy capaz de alcanzarla en Oviedo.
Agonizo, no pienso, solo corro, sensación similar a la del
año pasado. La experiencia anterior me da confianza para saber que puedo sacar
fuerzas de donde no tengo. En mitad de Fruela Lionel pega un cambio de los que
te tumban y Víctor no puede reaccionar. Me pego a la estela de Lionel y volamos
por la calle Los Pozos. Nos vamos a jugar el 4º puesto al sprint y presiento
que Lionel es rápido, por lo que juego la baza de trazar bien la última curva
de 90 grados y afrontar la recta de meta con más inercia que él. Me abro en el
último codo, estoy viviendo la misma experiencia que en 2013, empiezo la recta
de meta con fuerza y a falta de 50 metros adelanto a Lionel. El ácido láctico
lo noto hasta en la punta de los dedos de la mano, me descoordino y el maldito
arco de meta no llega ¡Los 50 metros más rápidos pero a la vez más largos de mi
vida! Miro involuntariamente hacia atrás, porque no las tengo todas conmigo, y
veo que Lionel no cede, así que sigo apretando y ¡SÍ, consigo entrar en meta
cuarto!
Las manos a la cabeza porque esta vez, más que nunca,
encontré mi límite y coqueteé con él más de la cuenta. Sin aire suficiente en
el mundo para llenar mis pulmones me doblo y disfruto de lo conseguido ¡Otro
año entre los 5 primeros de Oviedo! que, aunque sea un cuarto puesto, me sabe a
victoria, por lo sufrido que fue y por el nivel de los rivales.
Suárez Laso se llevó el triunfo incontestablemente,
metiéndome casi 50 segundos, por detrás, Itamar Sutil y Víctor Fernández Díez
completaron el pódium en una carrera controlada en todo momento. Probablemente
la lucha más abierta fue la mía con Víctor Álvarez Pérez y Lionel por el 4º, 5º
y 6º puesto. Finalmente fue Víctor quien se quedó fuera del Top 5, lo cual me
sabe un poco mal porque tiró él toda la carrera, aunque siempre me llevó con el
gancho puesto.
Esto no lo cambio por nada |
Antes de poder ver a mis padres, primos y amigos, que me
habían estado animando durante toda la carrera, a los 5 primeros nos subieron
al camión del pódium para la entrega de trofeos. Salir a ese pódium, delante de
la catedral de tu ciudad, con las luces deslumbrando tu cara, tu familia y
cientos de personas abarrotando la plaza... esa sensación, lo siento, pero no
la cambio por ningún otro pódium logrado esta temporada.
Trofeo en mano y con una sonrisa que va a tardar 365 días en
quitárseme, despido este 2014 que ha sido, sin duda, el mejor año de mi vida,
en lo personal, en lo profesional y en lo deportivo. Sólo le pido a 2015 dos
cosas, una, que haya salud para todos, y dos, que pueda seguir disfrutando de
lo que más me gusta al lado de la gente que me quiere.
Yo creo que con esta crónica queda justificada toda la
ilusión que he puesto en la que yo siento como "carrera del año": la San Silvestre
de Oviedo. No hace falta ganar para sentirse la persona más feliz del mundo.
¡¡¡FELIZ 2015 A TODOS!!!
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