El fin de semana del 4 y 5 de abril, Pedro Ramos, amigo, gran
duatleta y mejor persona, decidió crear esa burbuja virtual donde cientos de
deportistas pudimos refugiarnos por unas horas. Volver a sentir el gusanillo de
la competición cuando sabes que, probablemente, en todo 2020 no vas a ponerte
un dorsal, tiene un mérito increíble.
Cuando hemos tocado fondo como sociedad, nos hace falta muy
poco para volver a sentirnos llenos e ilusionados. Y las personas que sienten
ilusión, transmiten ilusión. Hoy domingo, creo que hay cientos de ellas “contagiando”
a su entorno de este sentimiento, gracias a haber podido conectar durante un
fin de semana con el deporte, con su gente y con el ambiente sano que se
respira.
Creo que este Campeonato de Duatletas de Zwift, organizado
casi sin querer, va a ser mucho más importante para el futuro de nuestro
deporte de lo que podemos imaginarnos. Nos hemos reinventado, nos hemos
adaptado a una situación difícil, y gracias a la tecnología, se han sentado las
bases de una forma de evasión (y dolor de patas) inimaginable hace unos días.
Hemos creado nuestro propio “juego”, hemos conectado aún estando a cientos (o
miles de kilómetros) y nos hemos sentido más acompañados que nunca, rompiendo
la soledad del confinamiento. Como en la película, todos hemos sido el niño que
se divertía y divertía a los demás viviendo un mundo paralelo de ilusión, dentro
de la cruda realidad.
Pero como toda prueba deportiva, por muy virtual que sea, tiene
también su parte agónica, su sudor, lágrimas, gritos, nervios… También tiene
sus campeones, aunque en realidad todos nos hemos sentido ganadores en la lucha
contra el Coronavirus.
El formato de este primer Campeonato de Duatletas de Zwift
se iba a disputar a tres rondas para los chicos, y final directa para las
chicas. Llevo solo una semana metido en Zwift, pero ya me he hecho una idea de
lo que se puede llegar a sufrir sobre la bicicleta. Si además se juntan los
mejores duatletas/triatletas de España, os podéis imaginar lo que eso supone.
Pero ¡qué feliz nos hace acabar reventados!
Para la primera ronda se eligieron tres circuitos y se
repartió a los más de 300 participantes entre los tres. A mi me tocó correr el “Crit
city race (A)”. Era la más corta de las tres pruebas; 8 vueltas a un circuito
urbano, modo critérium. Pero que sea más corta no significa que duela menos ¡Al
contrario! A la 1 de la mañana en California, me subí al rodillo. Competir de
madrugada era el hándicap a pagar por vivir tan lejos. Calenté por New York
(virtualmente) media hora y me uní al evento a falta de 5 min ¡ERROR! Cuando
llegué ya estaban todos colocados y me tocó salir de los últimos. Salir a cola
de pelotón en Zwift supone perder los grupos de cabeza. Y perder los grupos de
cabeza supone decir adiós a cualquier opción de luchar por la victoria. Tras
darse la salida oficial, y para “limpiar” la carrera de corredores que no
formaban parte de nuestro campeonato, se decidió establecer la norma de dejar
pasar 1 min sin pedalear. Aquí vino mi segundo error. Ese minuto no estaba
cronometrado y yo no tenía la referencia del tiempo. Así que no me quedó otra
que empezar a pedalear cuando vi que el resto se movía. Desde que das el primer
pedal, hasta que el avatar comienza a moverse, suele haber un desfase de 3 o 4
segundos en los que prácticamente creí decir adiós a todas mis opciones. Comencé
siendo de los 10 últimos, puesto 140 de unos 150 en total. Cerré los ojos y
puse más watios en los pedales durante los primeros 2 min de los que nunca
antes había puesto. Cuando volví a levantar la cabeza ya iba en un grupo
cercano al puesto 100. Miré referencias y busqué gente conocida a mi alrededor.
Allí estaba Gonzalo Fuentes, uno de los cabeza de serie que también debió de
quedarse atascado en la salida. Fui con él y más corredores durante un par de
vueltas, donde pudimos ir cogiendo pelotones que se nos iban uniendo. A falta
de 5 vueltas ya estaba en el grupo del puesto 80 para atrás. Con nosotros venía
Miguel, compañero del Vetusta triatlón, y Pablo Marcos, amigo del Campeonato
del Mundo 70.3 de Chattanooga, en 2017. Seguimos pillando gente a una velocidad
endiablada. Aunque no daba un duro por conseguir una de las 33 plazas que daban
acceso a la semifinal, intenté darlo todo y probar mis límites durante los 20’
de carrera. A falta de una vuelta nuestro grupo era enorme, comprendido entre
los puestos 55 y 90 aproximadamente. Llegamos al último kilómetro. Esperé en
mitad de pelotón hasta los 300 metros finales para lanzar el sprint y conseguí
colarme en el puesto 59, y el 23 de los españoles. ¡Clasificado! Menudo
calentón. 20’ a 324 watios (4.5 w/kg) lo que suponía mi récord de potencia y
nuevo FTP.
Contento pero muerto, intenté dormir algo antes de la semifinal,
a las 6:45 de la mañana en California. Iba a ser duro pasar la noche en vela, pero
merecía la pena. Tras a penas una hora de siesta, vuelta a la bici. Dos semifinales,
de 50 corredores y 25 plazas cada una para acceder a la final del día siguiente. Me tocó
en la semifinal 1, de nuevo encuadrado con amigos como Miguel Arbesú, o
compañeros de batallas en Cantabria como Sergio Sobrino. Circuito rompepiernas,
a tres vueltas con una subida dura en cada una de ellas. En total serían unos
40’ de carrera, por lo que no podía tampoco salir a los mismos watios que la
primera ronda.
Aprendiendo de mis errores, esta vez me uní al evento media hora
antes, de los primeros. Y me pude poner en primera fila. En el calentamiento
las piernas iban solas. Las sensaciones eran buenísimas y sin fatiga. Llegó el
momento de salir, y al igual que en la ronda anterior, nos quedamos parados 1
minuto antes de empezar nuestra carrera. Pero… la tecnología y la mala suerte
hizo que mis pedales transmitieran una señal de potencia falsa e instantánea al
ordenador (yo estaba completamente quieto) que hizo que mi avatar se moviera 15
metros hacia delante ¿Y ahora qué hago? Porque eso es descalificación. Para
compensarlo, y aunque se debiera a un error tecnológico, decidí quedarme parado
3 segundos desde que dieran la salida hasta empezar a pedalear (ver video debajo). Esos 3 segundos
son clave para coger grupo, pero creí que sería lo más justo para demostrar la
no intencionalidad de mi problema anterior. Salí con todo, rabiado y dando
watios como nunca. Por suerte, un minuto después conseguí unirme al grupo de
cabeza. El pelotón era enorme, y el ritmo fuerte, por lo que no hubo tiempo
para relajarse antes de la primera subida ¿Resultado? Que me espatarraron en la
rampa. ¡Qué agonía! Los ataques en esta primera vuelta habían roto el grupo. Me
quedé descolgado pero con la cabeza fría y mucho sufrimiento, fui remontando
poco a poco y cogiendo a gente que también se había quedado suelta por delante.
Conseguí contactar con el grupo de Gonzalo Fuentes y Sobrino antes de la subida
de la siguiente vuelta, donde, esta vez, no que quedé. Faltaba un solo giro, y
sabía que si aguantaba en ese pelotón tenía la clasificación asegurada. Sufrí como
un perro para ir a su rueda, y en la tercera y última subida volví a quedarme. Tan
solo 3 kms a meta. Agaché la cabeza y conseguí de nuevo contactar con el grupo,
a falta de 800 metros. Un respiro de unos segundos y sprint (ver vídeo debajo), esta vez sin tanta
chicha como en la ronda anterior, pero que me permitió colarme 8º de los españoles
y sacar billete para la final. 317 watios medios en 41 min (4.4 w/kg), y nuevo
récord para mí. Mi FTP de nuevo actualizado por segunda vez en una noche…. Si
llego vivo a la final, será un milagro.
Pasé el sábado entero sin dormir, salvo una siesta de una hora por la tarde. La final, sería a las 2:10 am aquí en California. En ella estaban grandes nombres del duatlón/triatlón español como Antonio Benito, Okamika, Pello Osoro, Emilio Martín, Gustavo Rodríguez… Yo era de la partida tras gestionar los problemas de una posible descalificación por en incidente de la semifinal. Finalmente primó la justicia y pude correr. Pero las condiciones ya no eran las mismas que el día anterior. 48 horas sin dormir y carrera de madrugada, sumado al sobre-esfuerzo de las rondas anteriores y que el circuito de la final era durísimo (subida a Alp de Zwift incluida) hicieron que mi nivel fuera nulo en esta final. Me subí al rodillo porque quería tener la oportunidad de competir con los mejores, aunque mis piernas pedían cama. Ya en el calentamiento vi que no había watios, así que me esperaba más de una hora de agonía extrema. Se dio la salida y me quedé descolgado nada más empezar. Por suerte coincidí en estos primeros 15 kms de aproximación al puerto con Miguel Arbesú. Pero una vez llegaron las rampas de Alpe de Zwift tuve que bajar el pistón y tomármelo con calma. Disfruté de la subida a un ritmo ridículo, y completé la prueba a 270 watios medios, puesto 41 de la carrera. Aunque fui de los últimos, la sonrisa por haberme sentido tan cerca de mi mundo, estando tan lejos, no me la quita nadie.
Mil gracias a todos por la ilusión transmitida.
¡Nos vemos en Watopia!
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