martes, 19 de marzo de 2019

10 KM DE LAREDO 2019: ¡Santa petada!


Cuando te hubiera gustado que los 10 km de Laredo hubiesen sido 5, y no 10, significa que algo ha ido mal.

Laredo amaneció, la mañana del sábado 16 de Marzo, regalándonos el mejor día posible para correr. Tiempo soleado, temperatura de unos 14 grados y nada de viento. Todo apuntaba a que, durante ese día, la villa pejina se convertiría en el lugar más rápido del mundo. ¡Qué os voy a decir que no sepáis de los 10 km de Laredo! Atletas de toda España vienen cada año con el objetivo de batirse a sí mismos y luchar contra el crono. 



Yo llegué a Laredo con más ganas que dudas, aunque estas últimas estuvieron presentes. Si bien es cierto que hace un mes veía factible rebajar la barrera de los 32 minutos y mejorar mi anterior marca (32:30 en 2014), el día "d" la perspectiva había cambiado. Llevaba cuatro semanas bastante flojas de carrera a pie. En la Media de Siero me encontré bien, pero fue un espejismo de lo que luego era el día a día de entrenamiento. Además, ver cómo eres incapaz de seguir a tus compis de entreno, aunque en cierto modo invita a esforzarse más, llega un punto que también se hace duro. Pero yo soy cabezón, y optimista por naturaleza. Me convencí de que el 16 de Marzo estaría en la salida de Laredo al 100%. Y así fue.

Las sensaciones en el calentamiento eran espectaculares, tan buenas e irreconocibles que me asustaba lo que pudiera salir de ellas. Calenté con los compis del grupo de Ricardo, los dos Adrianes y Nacho, y tras calzarme las voladoras nos pusimos todos juntos en el segundo cajón de salida. Estaba todo listo para que 2300 corredores lucháramos por ganarnos a nosotros mismos. La intención inicial era intentar ir los dos "Adris" y yo juntos. Sé que por lo visto en los entrenos estoy un paso y medio por detrás de ellos, pero ese día, a esa hora me creía capaz de todo. ¡Me la jugué!


Se dio el pistoletazo de salida y esos 5 segundos que tardamos en ponernos en marcha se me hicieron eternos. Cuando la marea humana de mi alrededor empezó a moverse, comenzaron las hostilidades. En 10 metros, justo delante de mí, me encuentro dos caídas. Salto por encima y evito, de milagro, irme también la suelo, mientras noto como otros corredores no pueden salvar a los accidentados y tocan el asfalto. Llevamos 20 metros de carrera y siento que hemos pasado lo más difícil. Ahora solo toca mover las piernas.



Con el lío de las caídas pierdo de vista a mis dos compañeros de viaje. Corro de cara al sol, cegado por el precioso atardecer en el paseo marítimo de Laredo, aunque esa ceguera no me impide localizar a Adrián Rodríguez. Veo que está justo delante y le voy cogiendo. Ha salido a su ritmo, al que sabe que puede aguantar 10 km. Yo voy sin conocimiento y le paso por la derecha. No sé si se da cuenta, pese al intento hacerme ver. Tiro para adelante, superando corredores en el primer kilómetro. Aunque llevo reloj, no pienso mirarlo, no pienso comerme la cabeza con los tiempos, voy a hacer caso de mi cuerpo, que siempre ha sido mi mejor cronómetro. Pero en ese intento de aislarme del mundo, me doy de bruces contra la cruda realidad, "¡Primer kilómetro 3:01'/km!", oigo gritar a más de uno cuando pasamos por la primera pancarta. "¡Mierda! ¿Pa qué lo cantáis?" Realmente yo paso un poco más lento de lo que decían, pero aún así, voy rápido. 



Sigo corriendo y adelantando gente sin conocimiento ¿pero a qué ritmo salen estos? Paso el km 2 a 3:05'/km y voy súper atrás. Lo mismo el km 3, 3:05'/km, y no veo el final del largo pelotón que me precede. ¡Esto es Laredo señores! Decido bajar el pistón del 3 al 4, y es ahí cuando mi compi Adrián Rodríguez me adelanta. No hay mejor incentivo que este para volver a ritmos locos, así que aprieto el culo en la recta abarrotada de gente para encarar la segunda vuelta y pasar por el ecuador de la prueba ¡Otro kilómetro a 3:05'/km! (os recuerdo que yo no iba mirando el reloj, esto lo supe a posteriori). Las sensaciones era espectaculares, nunca me había visto así de suelto muscularmente, y llevando el cuerpo al límite. Pero... ¡ay amigos! llevar el cuerpo al límite tiene un precio, y lo iba a pagar muy caro.



Sin previo aviso, sin notar ningún síntoma, al poco de pasar el punto kilométrico 5 exploto. Exploto como nunca antes. En 1 minuto empiezo a bajar el ritmo y a notar que voy muy agitado de respiración y cardiovascularmente "¿Qué está pasando?" ¡Y todavía queda la mitad!. "Si sigo así me muero", pienso, pero por otro lado mi cabeza me dice que mejor morir matando. Voy al límite y empiezan a pasarme corredores, entre ellos Adrián Briz. Le animo, pero no puedo seguirle, aunque voy sufriendo como un perro. 



El kilómetro 6 no llega y pienso en retirarme. Pero ¿Cómo voy a retirarme? ¡Va contra mis principios! Y para un día que había salido valiente y arriesgando había que morir matando. En el 6 el ritmo se me va muchísimo, y no digamos en el 7 "¿¡Quedan 3!? ¡No llego!" Sigo viendo como me pasan por los dos lados. Tengo la sensación de ser el Minardi de Laredo. Los 10 km se han convertido en "5 de bonanza + 5 de tortura". Cuando paso por la pancarta del kilómetro 8 creo que mi cuerpo ya se ha acostumbrado a la agonía y sigue por inercia. Encaro la recta llena de gente antes de hacer el último bucle hacia meta. Si en la salida nos cegaba el sol, ahora me ciega el "pelotazo" que llevo. Pienso en qué pensarán los conocidos que me están viendo pasar con esa cara de muerto y ese ritmo de Minardi. Oigo a Ricardo y los niños animarme ¡Qué vergüenza de final de carrera!

Llego al último kilómetro suplicando no desvanecerme, la cabeza ya no funciona, las piernas se mueven, no sé cómo ni quién las hace moverse, pero se mueven. Encaro la recta de meta y cruzo el arco. ¡Se acabó! ¡Qué salvajada de sufrimiento! Sin duda los 32:30 que marco en meta (exactamente la misma marca que tenía) no hacen justicia al grado de agonía alcanzado. 



Sé que hice mal, salí a ritmo de bajar de 31:30 y acabé pidiendo la hora. Si hubiese sido más conservador, quizás habría rozado los 32' sin tanto esfuerzo, pero bueno ¿Hemos venido a jugar, verdad? Aposté fuerte y salió rana, pero saco muchas conclusiones de esta carrera. Por la parte positiva, me quedo con el hecho de haber sabido llegar al 100% muscularmente, tan al 100% que no supe identificar mis límites y me pasé. También me quedo con la capacidad de sufrir 5 kilómetros a unos niveles de agonía que jamás había experimentado. De la parte negativa, de la que también se aprende, saco como conclusión que no supe rendir al máximo para, como yo siempre digo, llegar lo más rápido posible del punto A, al punto B, y no al punto A', como sucedió. Experimenté sensaciones nuevas y de mucho contraste que me van a sumar mucho en mi curva de aprendizaje deportivo.

Y antes de cerrar la crónica de "lo que pudo ser y no fue", quiero dar la enhorabuena al dúo sacapuntas, a Adrián Rodríguez, por el CARRERÓN que se marcó, haciendo 31:30 y siendo 3er cántabro en meta (tiene mucho mérito un pódium en Laredo, Adri), y a Adrián Briz, que, aunque creo que vale un poquito menos de la marca que hizo, 32:06, también se cascó un carrerón. A veces uno busca la forma de verse delante en la clasificación y puede quedarte el consuelo de haber sido el primer "Pelayo" en meta... ¡A no! que hay otro Pelayo que es un cohete y ha hecho saltar todos los radares de Laredo. Pela, ¡ENHORABUENA, por ese 31:17! Sencillamente espectacular. Me quito el sombrero.

Y para celebrar la petada de algunos y las marcas de otros nos fuimos de cena por Laredo. El post carrera con Pablo, Pela, Capi y el resto de la expedición asturiana hizo que mereciera muy mucho la pena quedarse por allí.

Enhorabuena por leer este tostón y ¡nos vemos en la próxima!

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