miércoles, 8 de noviembre de 2017

DIARIO DE VIAJE: IBIZA Y FORMENTERA (18-25/10/2017)

Aún recuerdo esa llamada de Pablo Gutiérrez a las 11 de la mañana de un día cualquiera de semana, a pocos días del viaje: “Pelayo, no quiero ir a Ibiza”. Esas fueron sus palabras, que cayeron como una losa sobre mí. Unas palabras de las que se habría arrepentido toda la vida de haberlas ejecutado, pero que, por suerte, no puso en práctica. Me costó convencerle de que Ibiza iba a ser un viaje diferente, de que conseguiríamos que la Competición del Medio Ironman fuese solo una anécdota en comparación con la de cosas que podríamos hacer en una semana en la isla. Y así fue.
Aquí empieza una crónica diferente, la crónica de un viaje inolvidable y del que vuelvo con mucho más de con lo que me fui.
¡EMPEZAMOS!

Miércoles 18 de Octubre: Volando hacia la isla, nuestra isla
No nos podíamos imaginar, cuando cogimos el avión en el aeropuerto de Bilbao, la de recuerdos que nos íbamos a traer de Ibiza. El dúo del Bender, Pablo y Pelayo, estaba a punto de dar comienzo a una aventura difícilmente igualable. La isla de los DJs, gogós, alcohol y discotecas sería por unos días la isla del deporte, del “hippismo” astur-cántabro y de la aventura. Aterrizamos a eso de las 21:00h, compartiendo viaje con varios triatletas cargados hasta arriba de material. Nosotros íbamos ligeritos con nuestra mochila y maleta de mano, suficiente para cumplir el objetivo de este viaje, que iba más allá del de competir en el Medio Ironman de Ibiza, última prueba de la Copa de España. Nuestra máxima era no perder ni un minuto en Ibiza, disfrutar de los rincones de la isla y perdernos… sí, perdernos entre calas, acantilados, cuevas, dunas…

... a la isla.
Hay veces que la suerte le llega a quien la busca, otras, aparece sin más. Lo nuestro fue llegar y besar el santo. Y es que al entrar en recepción del hotel Figueretes nos dicen que cierran esa semana y tendrían que reubicarnos en el hotel Ibiza Playa. Nos pasaban de un hotel de una estrella a otro de tres, a escasos cien metros de distancia y, además, sede oficial del Campeonato de España de Triatlón de Larga Distancia del domingo. Eso sí, el precio nos lo mantuvieron, y pagamos lo correspondiente al de una estrella. ¡Mini punto para los del Bender!

Un menda, dos mendas y una semana increíble por delante
Esa primera noche la tomamos de relax y nos fuimos pronto a dormir. Aunque antes el señor Pablo dio cuenta de lo que en los días posteriores se convertiría en su “pizza” talismán, en uno de los infinitos restaurantes italianos que hay allí.

Jueves 19 de Octubre: Ciclotequeando por Ibiza
El "culo inquieto" de compañero de viaje que me eché abrió el ojo a las 6 de la mañana. Difícil dormir con el menda al lado desgastando la pantalla del móvil. A las 8:30 am ya estábamos saliendo del hotel rumbo a “La Cicloteca”. Tras ese nombre se esconde un templo del ciclismo retro-hippie de Ibiza. Allí íbamos a alquilar nuestro medio de transporte para esos días y también las “reliquias” con las que competiríamos el domingo (esto os lo cuento cuando toque hablar de la carrera).

La Cicloteca, cuna del Retro-Caos
Desayuno potente camino de la tienda y al poco rato estábamos ya montados en dos flamantes y pesadas bicis de paseo, cuan Chanquetes del siglo XXI, dispuestos a comernos el mundo con ellas. 

Como si lleváramos años viviendo allí, dimos una vueltecilla por la ciudad, compramos en Decatlón el “material” para una aventura que más adelante contaré y nos volvimos al hotel con la idea de pegarnos el primer chapuzón del día. Estrenamos el agua del Mediterráneo dando una vuelta a la isla de Las Ratas “¿qué te pasa Pablito? ¿No flotan los michelines?” Y es que a mi compi de viaje le costó un poco completar esos 2000 metros, siguiendo el mismo trazado que el que haríamos en competición. El regreso desde la isla hasta la playa se hacía sobre un campo de Posidonia que permitía saber hacia dónde iba la corriente con solo fijarse en el sentido de inclinación de la planta. El único “pero” de nadar en esa zona es el denso y frecuente tráfico marítimo que hay. Justo desde el dique que da forma a la pequeña playita frente al hotel Ibiza Playa, salen barcos cada 5 minutos que conectan la zona de Figueretes con el puerto. Pasar nadando por allí y que no coincida la salida o llegada de un barco es casi una lotería.

Si hoy no morimos arrollados por un barco, es porque somos casi inmortales
Con los deberes natatorios hechos (primera vez que nadaba en las últimas 2 semanas y media), fuimos a comer al “Retro Gusto” una hamburguesa contundente” para, a continuación, coger nuestras burras (o más bien bisontes) y dirigirnos hacia el Oeste de la isla. 

Uiiiiiii, el sitio que acabamos de descubrir. Ya la hemos jodido jeje


Muchos campeones de España y dos infiltrados

La carretera de salida de Ibiza en sentido San Josep es una tortura. Una larga recta en subida, con viento en contra y mucho tráfico que enseguida abandonamos para meternos hacia Es Cubells. Nuestro amigo de La Cicloteca nos había dicho que este era uno de los pueblos con mayor poder adquisitivo de Europa. No hace falta ser muy avispado para darse cuenta de ello “¡Vaya “casoplones”! ¿eh Pablo?” Nos dejamos perder por caminos laberínticos y fuimos a dar a preciosas calas, acantilados y pistas de tierra no aptas para bicis tipo "Verano Azul". Con mucho cuidado, pues nuestras “burras” estaban bastante limitadas de agarre, disfrutamos de la primera puesta de sol en la isla. “Mira para el suelo, Pablito, no te vayas a tropezar con billetes de 500€”. 

Yo me quedo a vivir en la terraza

El dinero me confunde. Cronoescalada a Es Cubels (Memorial Gonzalo Montoya)
Y es que no había más que lujosos palacios en aquella zona, muchos de ellos escondidos entre árboles en medio de las laderas y con unas vistas del mar Mediterráneo de película. Pero como estábamos en la isla hippie y en modo hippie, solo con una bici, una mochila y la libertad de poder ir o hacer lo que quisiéramos, nos sentíamos los más ricos del lugar.

Todo lo que necesito para ser feliz. ¿Pa qué más?
Volvimos casi al anochecer al hotel, tras un primer día de adaptación a nuestra nueva vida. Una vida sin preocupaciones, sin horarios, sin prisas… una vida más digna de un libro de poesía que de una crónica de blog deportivo. Haré lo que pueda para contarlo como fue, aunque nada de lo que diga se parecerá a lo vivido.

Viernes 20 de Octubre: El día que dejé de ser virgen…
Voy a tardar en olvidar el día en que me desvirgaron… ¡Que nooooo! Que no me estoy refiriendo a eso. El viernes monté por primera vez en moto desde que tengo uso de razón. Una moto de 125 cc que alquilamos en el mismo hotel y con la que pretendíamos llegar un poco más lejos de lo que lo habíamos hecho el día anterior con las bicis.

Está muy bien ir con lo puesto, pero los yates también ayudan a navegar hacia la felicidad ¿eh?
Tras un trote cochinero por la mañana para engañar al cuerpo y parecer “triatletas”, pusimos rumbo a Santa Eulalia, pueblo que está al Este de la ciudad de Ibiza. He de reconocer que las pasé putas yendo de bulto en la moto por primera vez. Primero, porque la sensación de no llevar el control del aparato da un poco de “canguelo” y, segundo, porque… ¿dónde narices se ponen los pies? Hasta que encontré las dos extensiones para apoyarlos fui con ellos en el aire, encogido como una oruga y agarrado a Pablo como una garrapata. Luego, todo fue más fácil.

El fotógrafo...

Primera parada del día en Santa Eulalia, pueblo turístico pero que conserva la esencia pescadora de sus orígenes. Allí hicimos unas fotos y Pablo compró su primer collar hippie. 

...y la foto

Seguimos ruta hacia Cala Nova, recomendación de Luna, la hermana de Pablo, nuestra guía a distancia por la isla ¡MIL GRACIAS! Estrené mi equipo de buzo “semi-profesional” (aletas, tubo y gafas de Decatlón) y me dediqué a ver peces y plantitas marinas, mientras “el moreno” le robaba rayos UVA al sol. Pablo tomó el relevo después y duró en el agua lo que tardó en ver un banco de medusas ¡Menos mal que yo ya había salido! Fin de baño y vuelta al hotel para comer y coger fuerzas, que la tarde promete.

Putos Iphones

De nuevo por recomendación de Luna, fuimos a ver la puesta de sol al mejor sitio de la isla: Punta Galera; una zona pedregosa y con grandes lajas rocosas apuntando al oeste, bastante escondida y donde esperábamos estar solos, pero no. Llegamos, no sin dificultad (ostión en la cabeza contra una roca incluido). Lo primero que nos encontramos fue un equipo de grabación que estaba rodando un anuncio para una marca de ropa… ¡Esto es Ibiza! 

3, 2, 1 ACCIÓN!
Nos apartamos un poco y cuando cogimos posición en una laja que asomaba al mar en voladizo, nos encontramos con esto (ver foto) ¡Esto es Ibiza +1!

Jugando al escondite...
En aquel acantilado vivía un personajillo curioso, metido en una especie de cueva y que parecía un poco nervioso por todo el revuelo inesperado que se había montado en su casa. Vimos cómo echaba las cartas a la chica de la foto anterior (ya vestida) e incluso nos ofreció una especie de purés hechos con hiervas y fruta que no tenían muy buena pinta.

La vida es más fácil cuando te olvidas de todo y te centras en nada

Esta cala está cogida, vamos a tener que buscar otra
Es muy típico en la isla ver a gente así, viviendo del aire, durmiendo en cuevas y al margen de la civilización. Punta Galera fue un ejemplo más del ambiente hippie de la isla.

Nos ponemos "morránticos"

De esta puesta de sol pueden salir la antología poética de Pablo al completo
El sol se puso y Pablito y Pelayo volvieron a la urbe. Pablo se pimpló la típica pizza de rigor y se quedó frito enseguida. "Recupera, amigo, que mañana sábado promete ser un día movidito".

Sábado 21 de Octubre: Tapering pre-carrera para recordar
¿Que mañana corremos un medio Ironman? Pues nada, vamos a cansarnos un poquito. Y es que no podíamos venir a Ibiza y condicionar el viaje dejando de hacer cosas por la carrera del día siguiente. Por la mañana, mientras Pablo agonizaba en su nicho, me fui a correr al puerto. Un fartlek de 5x1’ a 2:50’/km que no sé por qué lo hice; pero me lo pedía el cuerpo y las piernas, así que, “a lo hecho, pecho”. Sin apenas tiempo para desayunar, volvimos a la Cicloteca para cambiar nuestros “ponis” por “caballos de carrera”. Era el momento de probar las bicis de competición: Yo una Vitus de cuando Bahamontes ganaba Tours, con cambio en el cuadro, y Pablo una Olmo, otra reliquia, aunque algo más moderna. Íbamos a competir con bicis clásicas, toda una experiencia.

Colores que hipnotizan. Es Vedrá al fondo.
Con la mochila al hombro, el viento en contra y la bici pidiendo tregua cada vez que pasaba de 35 km/h, llegamos al mirador de Cala D´Hort. Un lujo de sitio hasta donde accedimos con las bicis al hombro. Con el peñón de Es Vedrá al fondo y el agua azul turquesa de base, Pablo petó la memoria del IPhone y me hizo ejercer de fotógrafo también. ¡Primer Máster en fotografía conseguido!

No levito porque me doy una leche contra el techo, pero el sitio es para meditar y levitar

No queda una cueva libre en la isla y eso que es temporada baja
Siguiendo las pautas de nuestra guía a distancia, Luna, bajamos a conocer una cueva metida en medio del acantilado, donde la gente deja objetos variopintos de recuerdo (tazas, espejos, fundas de móvil, peluches…). Nosotros no dejamos nada material, solo la firma en un cuaderno que había para que los visitantes escribieran una dedicatoria. No me acuerdo exactamente de la historia de esa cueva, pero creo que allí vivieron soldados que venían de la guerra de Vietnam en busca de paz y retiro espiritual a Ibiza (no sé si esto lo soñé o me lo contaron, pero la historia es resultona, así que os la creéis y punto).

Nairo estaría muy orgulloso de nosotros
Seguimos "trepando" con las bicis al hombro hasta llegar a un nuevo precipicio de 200 metros de desnivel. De nombre "Atlantis" y apellido "me voy a despeñar", se esconde uno más de los mil rincones mágicos de la isla. Por un camino tortuoso y con Pablo apuntándome con la “ballesta” por si me echaba atrás, no me quedó más remedio que bajar.

Lanzamiento de "clásicas", nuevo deporte ibicenco
¡Manda cojones! Hoy que pensaba que el plan era ir de playa en playa tomando el sol había traído solo las chanclas para caminar, y por donde nos metimos era más terreno de cabras y botas de montaña que de chanclas. Las pasé putas para llegar a Atlantis, pero llegué. Como siempre, al igual que hizo durante todo el viaje, Pablo vio el agua y se despelotó. ¡Cómo te gusta enseñar! ¿eh? Nos bañamos en aquellas aguas cristalinas tanto tiempo como tardamos en ver medusas... ¡Puñeteros celentéreos! Al menos ya nos habíamos dado el chapuzón correspondiente, si las hubiésemos visto antes no nos habríamos bañado.

Primero te mato y después de mato, Pablo
Desandamos lo andado, pero cuesta arriba. En cada paso y en cada resbalón iba odiando un poco más al que me convenció para bajar. Pasé las de Caín para llegar.
Una vez arriba conocimos a una señora hippie que llevaba media vida viviendo en una cueva con su marido, de aspecto ermitaño y que, casualmente, era asturiana, de San Juan de la Arena ¿Cómo acabaría una señora de un pueblo de pescadores asturiano viviendo en una cueva en Ibiza? Le compramos pulseras y colgantes. Con lo que me costó llegar hasta su casa, no me iba a ir sin un recuerdo ¿verdad?




Bueno, igual sí que mereció la pena bajar. Atlantis, tan salvaje como chulo
A lo tonto habíamos echado el día entero por ahí. Bastante reventados y "secos, secos, secos como la mojama" por falta agua (la próxima vez me descargo una aplicación de fuentes y manantiales), volvimos al hotel. Otros 25 kilómetros pedaleando zombis y con ganas de pillar la cena y la cama.
Pero fue llegar al hotel y salir de nuestra burbuja hippie. Dorsales, cabras, cascos... En definitiva, un ambiente pre-carrera como dios manda, con triatletas nerviosos, de un lado para otro, con medias de compresión y preocupados hasta por el canto de los grillos ¿de verdad soy así cuando voy a las carreras? Bueno, seguramente soy bastante peor, pero verlo desde otra perspectiva llama la atención. Después de un día de aventura y desconexión me costó recordar el motivo original de nuestro viaje a Ibiza: Correr un medio ironman. Aunque en ningún momento durante el día pensamos en la carrera, ya era hora de tenerla un poco en cuenta.

Ready!

Hicimos el "check in" para recoger las bolsas de las transiciones, el gorro, dorsal... ¡puff qué pereza ponerse con toda esta parafernalia! De la que subía con mi Vitus en el ascensor coincidí con Gustavo Rodríguez. Al ver la bici se le iluminaron los ojos "¡Pero si es de la tienda González, de Porriño, en Galicia! ¡La tienda de bicis donde fui siempre!" Me preguntó que de dónde la había sacado y que cómo había llegado esa bici de Galicia a Ibiza... "Hombre, a ver cómo te lo explico... la bici es ahora de un chaval de aquí, que tiene una tienda, la Cicloteca, con un estilo... peculiar jeje". Vamos, que la retro-bici había viajado de Galicia a “hippilandia” para quedarse. Me pidió sacarle unas fotos, y no fue el único. Cuando metimos el material en boxes, cada uno que pasaba junto a mi bici se paraba para comentar y fotografiarla. ¡Manda cojones! para hacerse famoso no hace falta ganar carreras, basta con llamar la atención.

La bici más fotografiada del Triatlón. Me decía la gente "pero no eres el único que va con una bici vieja, al fondo hay otro con una Olmo" jajajaja
Material colocado para la carrera y directos a cenar. Yo en la habitación y Pablo..., Pablo su pizza, la de siempre en el lugar de siempre. Eran las 10 y habíamos revivido un poco de la paliza de todo el día, así que accedí a la propuesta de mi compañero de irnos al centro a tomar unas cervezas (bueno, eso él, que bebe más cerveza que yo agua). Se unió a nosotros Ana Senso que, como no competía y sus el resto de compañeros estaban ya durmiendo, prefirió aprovechar para salir con nosotros. Fuimos a un sitio chulísimo, "La Escalinata", en medio de la Muralla Ibicenca y con vistas a la ciudad. Un bar en el que las sillas se cambian por sofás de esos moldeables y colocados a lo largo de una escalera. Sin duda un sitio para quedarse y dejar pasar el tiempo. A la hora de pagar sucedió la anécdota curiosa del día. Pablo le pidió a la camarera que le cobrase una cerveza de más, las que se había tomado esa noche y la que se iba a tomar al día siguiente en carrera, cuando pasara por delante del bar. La pobre camarera no sabía si la estaba vacilando o iba en serio, y no le dejó pagar esa futura cerveza.

No es de ese día, pero sí del mismo sitio: La Escalinata
Pero el fracaso en el intento de dejar pagada la cerveza quedó olvidado cuando, de vuelta a casa, nos encontramos con un chaval tocando la guitarra en la calle para sacarse unos eurillos. ¡Esta es la tuya Pablín! Dicho y hecho, nuestro triatleta-poeta sacó a relucir su faceta de musical y se puso a cantar con él. Allí estuvieron un buen rato, mano a mano. Lo que afinaba el guitarrista lo desafinaba Pablo con su voz (mañana llueve fijo), pero no estuvo ni tan mal. Al menos Ana y yo nos echamos unas risas e hicimos unos vídeos.

Pufff ¡qué día! Era más de la 1 de la madrugada cuando llegamos a la habitación, con Pablo "piripi" y el despertador amenazando con sonar cuatro horas más tarde, a las 5 am. De esta no salimos vivos. Pero... ¡que nos quiten lo "bailao"!


Lunes 23 de Octubre: Lo más bonito de Ibiza es Formentera
¡Qué fácil es despertarse cuando hay planes chulos por delante! Y es que ni el habernos acostado a las 4 de la mañana ni el haber hecho un Medio Ironman el día anterior nos echó para atrás a Pablo y a mí a la hora de ejecutar el “plan post-carrera”.

Formentera era el destino, la isla vecina, una más de las Pitiusas, de la que dicen que te enamoras al oír su nombre. Mochila al hombro, embarcamos junto a María y su madre rumbo a lo desconocido. Formentera es realmente pequeña, no llega a 20 kilómetros de punta a punta, pero esconde calas y playas donde querer quedarse para siempre.

Alquilamos una moto de 125cc por 25 euritos y nos pusimos en marcha. Mi función de “paquete” en moto iba mejorando. Por lo menos ya sabía dónde poner los pies y dónde agarrarme sin tener que cogerle la chicha a Pablete. Por cierto, Pablo ¿tú qué piensas? ¿que tengo un melón sobre los hombros? Mira que soy de cabeza pequeña, pues el amigo me cogió un casco dos tallas mayor, que bailaba la jota en cada curva.

Apetece, ¿verdad?

Primera parada de nuestro recorrido formentereño: Playa de Illetas. Llegamos casi hasta la punta, cogimos sitio y Pablo se despelotó, como siempre. No sé cómo va a hacer cuando vuelva a Cantabria para quitar la costumbre de ir en bolas a todos lados. Mientras mi compi le robaba rayos al sol yo, cual niño, me fui a nadar y bucear, acercándome hasta los yates fondeados a pocos metros de la playa. Llama la atención la claridad del agua y lo calentita que está para la época del año que es. La gente desde los yates me miraba con aire de superioridad y, mientras, yo chapoteaba feliz y libre en ese entorno que mezcla lujo y naturaleza. Pasamos más de dos horas en aquella playa, con siesta incluida que casi me cuesta una buena quemadura, y de ahí nos fuimos en busca de un sitio para comer.

Collares por el mundo, la historia de los abalorios que tan pronto te hacen un triatlón como te acompañan de cala en cala
Pasamos el pueblo de Es Pujols y antes de llegar a Es Caló giramos a la derecha para comer en el restaurante "Las Banderas", pero estaba cerrado. Nuestra segunda opción fue el chiringuito que lleva mi nombre: “Pelayo”. Un sitio precioso, casi sobre la playa, tranquilo y con buenas vistas.

Aquí no pago, ¿no?

Siempre sobre el mar. Vistas desde "Pelayo"
Prolongamos la comida hasta algo más de las 5 y de allí ya nos fuimos a buscar la casa de Lucas "Pez Mago", amigo de Pablo que nos había invitado a dormir ¡Qué suerte tenéis! Estaréis pensando. Vais a Formentera y dormís gratis invitados. Bueno, pues sí que es suerte, lo que pasa es que el detalle de que la casa del amigo Lucas es un árbol en la duna de la playa de Migjorn, también hay que tenerlo en cuenta.

Atardeceres de película, o más bien de Iphone
A Formentera se viene para estar en el ambiente de la isla, es decir, de perroflautas. Y además, ¿cómo le iba yo a quitar la ilusión a Pablo de dormir en “casa” de su amigo Lucas, cuando llevaba meses con ese tema? Con las indicaciones del GPS y tras perdernos en el bosque, encontramos el lugar exacto donde dormir. Montamos el campamento (esterilla y saco) en un pequeño claro rodeado de fauna y flora dunar. La única duda que teníamos es si habíamos elegido bien el sitio y estábamos alojados en la “habitación” o, por el contrario, habíamos instalado el campamento en el “baño”… Mejor no pensarlo.

Writing...

...reading. Cumplimos la promesa: fuimos "finishers"
Tras asentarnos fuimos a la playa para ver la puesta de sol. Mágica, como todo en estas islas. La tranquilidad y el silencio, únicamente interrumpido por ruido de las olas, me hicieron empatizar en muchos momentos con el espíritu hippie y aventurero de la isla. Allí te olvidas de todo, te das cuenta de lo poco que se necesita para ser feliz y te dejas llevar (un móvil y un sitio donde cargarlo son requisitos que ayudan a encontrar esa felicidad jaja).

Cara de... ya verás que nochecita vamos a pasar
Y con más relax en el cuerpo del que recuerdo en mucho tiempo se nos hizo de noche. Eran las 8 de la tarde ¿qué hacemos ahora? Pues nada, sin linternas y con las baterías de los móviles bajo mínimos solo quedaba la opción de volver al saco y dormir. Nos costó encontrar el campamento ya de noche. De hecho, por el camino “cenamos” unas cuantas telas de araña.
Nos metimos en el saco a eso de las 20:30h, yo me tapé las orejas, ojos y nariz con una cinta del pelo para que no me picasen ahí los mosquitos, y me quedé frito.



Formentera se apaga

En casa de Lucas. No te preocupes amigo, te hemos apagado el gas y cerrado las ventanas al marchar
¡Clinnn! El ojo derecho se abrió, le siguió el izquierdo y un desperezo. Buaaaaaa ¡qué bien había dormido! No me imaginaba haber sido capaz de caer tan profundo. Contento por ello y porque supuse que ya habría pasado gran parte de la noche, miré el reloj ¡PAAAAAAAM! ¡LAS 22:00h! ¡NO ME JODAS! JAJAJAJA. ¡LA MADRE QUE LO PARIÓ! Y yo que pensaba que ya me había quitado de encima la mitad de las horas de dormir y todavía eran las 10. Desde entonces y hasta el amanecer fue una tortura. Entre los mosquitos zumbándome en la oreja y picando en cada centímetro de piel al descubierto (que era poca), lo duro del suelo, la poca movilidad dentro del saco y Pablo… Pablo que se giraba cual croqueta y acabábamos los dos torcidos y fuera de las esterillas… no pegué ojo. Me acordé mucho de la experiencia de dormir al raso que tuve hace 10 años con Rafa y Sergio en la Torre Traviesos (Picos de Europa, a 2300 metros de altitud). No había pasado una noche más jodida que aquella en mi vida, aunque esta, quitándole el frío, que en Formentera no hacía, se parecía bastante.
Durmiendo a cachos aguantamos hasta las 7:30 de la mañana, cuando el sol empezó a salir…

Martes 24 de Octubre: Almas libres de cala en cala por Formentera
Más de 11 horas metidos en el saco, sí, sí, 11 ETERNAS horas. Pablo se quejó poco, porque con todo lo que había insistido para dormir en la “casa” de Lucas, no le quedaba más remedio que apechugar. Pero las debió de pasar putas aquella noche. Por eso a las 7:30 am levantamos en culo de allí cagando leches.

Formentera se enciende
Eso sí, la noche fue dura, pero el despertar lo compensó todo ¡QUÉ PASADA! Igual que despedimos el día anterior en soledad y silencio, dimos la bienvenida al nuevo día en las mismas condiciones. Solos, con el único ruido de las olitas rompiendo tímidamente en la playa y con el sol tomando protagonismo, empezamos la jornada dejándonos llevar por los caminos que recorren a lo largo el arenal de Migjorn. Una auténtica pasada.

The Walking Dead
El desayuno lo hicimos en un pequeño bar a pie de playa, pero en el pueblo de Es Caló. Aprovechamos para cargar los móviles y yo, para lavarme un poco, porque llevaba más de 24 horas con la misma ropa. Pablo para eso es más dejado y, como dice él, “me encanta la sensación de estar sucio y del salitre en el pelo”. Pues hoy creo que vas a tener ración doble de mierda, señorito.

Ya desayunados hicimos una de las visitas obligadas de la isla: el faro de la Mola. Allí se rodaron escenas de la película “Lucía y el sexo”. No tuvimos ni lo uno ni lo otro, ni Lucias, ni sexo, pero sí buenas vistas y fotos. Nos encontramos a María Pujol y a "la caña" de su madre, que tiene más marcha que una veinteañera.

El grupo crece

Copio el título de Pablo: "Ni Lucía, ni sexo"

Los famosos atendiendo a sus fans en las redes
Juntos fuimos a Calo des Morts (Cala de los Muertos) y, en concreto, a una zona un poco apartada de la típica donde van todos los turistas.
Es ver la arena y el mar y Pablo se despelota. Le importa tres pimientos que vayamos con quien sea, el necesita estar libre de ropa, y sin complejos lo hace. En la calita aquella, donde estábamos solos, nadamos y buceamos entre peces, rocas, y con un agua azul transparente del que no apetecía nunca salir. Uno de los mejores baños del viaje y donde más fauna vimos. Era curioso ver cómo los pececillos se te acercaban y te rodeaban si te quedabas quieto, pero luego no había quién fuera capaz de tocarlos (ya sé que tú sí los tocaste, Pablo).

¿Cala de la Muerte? Nombre bien elegido para espantar a los turistas
Pasamos la mañana en esa calita y a la hora de comer nos despedimos de María y su madre. Buscamos una sombra para devorar los bocatas que habíamos comprado el día anterior en el chiringuito “Pelayo” y pusimos rumbo a la última visita del día: Cala Saona.

Caótica Formentera
Otra de las cosas que no podíamos pasar sin que Pablo hiciera era rebozarse en el barro de esta cala. Al parecer un ritual típico, pero que ese día solo Pablete ejecutó. Como tenía poca mierda encima, por un poco más no pasaba nada, así que, en pelotas, se untó de barro y se bañó, ensuciando las transparentes aguas formentereñas. 

Traje de camuflaje. Es como un niño grande
Desde allí nos dirigimos al pequeño chiringuito de esa playa. Vale que no fuéramos en nuestra mejor versión, pero de ahí a que nos trataran como ratas de alcantarilla hay un cacho. Nos miraron amenazantes cuando amagamos con entrar al chiringuito y, una vez dentro, nos mandaron ponernos en una zona de pie, lejos de las mesas y apartados de todo. ¡Qué mal cuerpo se te queda cuando te tratan así! Pero ni esto ni los 80 céntimos que me cobraron por la piedra de hielo del café van a enturbiar lo bonito de Formentera. Quise despedirme con un baño pero un banco de medusas flotando en la orilla cuan barrera de policías antidisturbios me hizo recular y ya nos fuimos a devolver la moto a La Savina, donde está el puerto y los locales de alquiler de la isla.

No es un "Adiós", es un "para siempre"
Las últimas horas en Formentera las pasamos en la zona del puerto. Hasta las 20:00 h que salía el barquito nos dio tiempo a disfrutar del último atardecer de esta pequeña pero preciosa isla. Creo que Pablo se quedó con ganas de pasar unos cuantos días en casa de Lucas. El año que viene vuelves un mes entero.

Último rayo formentereño
Llegamos a Ibiza a las 21:30h, desembarcando en estación marítima. Cansados y sucios, pero muy muy felices, caminamos hasta el hotel y caímos redondos en la cama. El viaje se estaba terminando, pero los recuerdos iban a durar.


Miércoles 25 de Octubre: Ci vediamo presto, Ibiza!
Tengo que despedir el diario de este viaje con un título en italiano porque Ibiza es, sin duda, una extensión ese país. Está lleno de gente de Italia, tanto negocios como turismo. Creo que es más fácil y hay más alternativas para comer una pizza y un helado que en Roma.

Las amigas cumplieron
El miércoles despertamos temprano, para variar, y fuimos a correr. Dos días sin hacer deporte son muchos para dos frikis de ello. Pablo salió antes. Yo lo hice un rato después y para cambiar de ruta, en vez de ir hacia el Este, dirección al centro de Ibiza y a la zona del puerto, fui hacia el Oeste, a la Playa den Bossa. Corrí relajado hasta que me encontré a mi padre, con quien completé la sesión matutina a tirones, subiendo a la Torre de Sa Sal Rosa y vuelta por la arena haciendo cambios de ritmo con él.

Ibiza profunda.
Después del running y de devolver las bicis de carrera en la Cicloteca, dimos el último paseo de estas vacaciones por la Ciudadela, perdiéndonos por las callejuelas Ibicencas y viviendo los últimos coletazos que nos quedaban de la esencia de la isla. Nos quedaron muchas cosas pendientes por hacer que bien merecen una nueva visita el año que viene, ¿no crees, Pablito?

Olores, colores, sus calles, su gente... esto es la esencia de la isla

y estos somos nosotros, camaleónicamente adaptados al ambiente


Dentro de la muralla, arquitectura "perfectamente" aleatoria y desordenada

El miércoles por la noche volábamos de vuelta a Bilbao, pero antes disfrutamos de una paella en el centro de Ibiza con mis padres, José Luis y Matilde. Los seis teníamos el mismo vuelo, así que nos organizamos para quedar y poner, todos juntos, fin a una experiencia de la que me voy a acordar siempre.

de aquí no nos vamos...

Lo mejor de este viaje es… ¡lo que aún nos falta por descubrir!
TORNAREM, IBIZA!!  
FIN!!!



1 comentario:

  1. Grandes chicos un placer conoceros!!! un abrazo muy grande y espero volvera veros!!

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