viernes, 28 de abril de 2017

TRIATLÓN ORIHUELA MIGUEL HERNÁNDEZ: ¡SEXTO ELITE! "pudo más la gotita valiente que el océano cobarde"

Dicen que las cosas no pasan por casualidad, que por mucho que nos sorprendan siempre hay un motivo. Cuando crucé la meta del Medio Ironman de Orihuela en sexta posición Élite, lo primero que pensé fue en eso, en la casualidad de haber conseguido un resultado completamente inesperado. Pero ahora, unos días después, hecho la vista atrás y repaso el trabajo forjó ese sexto puesto y no puedo negar  la evidencia de que el resultado de esta primera prueba de la Copa de España de Media Distancia lleva meses cimentándose. "  Pelayo Menéndez Fernández, dime cómo entrenas y te diré cómo corres, pero aun así tiene que salir!!" Fueron las palabras de mi entrenador Ricardo Lanza, el menos sorprendido de todos, nada más terminar la carrera.  ¡Y qué razón tiene! Ambos sabemos dónde estamos y a donde queremos llegar; pero, sobre todo, tenemos claro el “cómo”: hacerlo de tal forma que disfrutemos del camino.



¡EMPEZAMOS!

El viernes a la hora de comer pusimos rumbo a Orihuela el equipo Astur-Cántabro formado por Sergio Bolado, Miguel Ruíz, Pablo Gutiérrez, Ramiro Ruíz y un servidor. Cargados como mulas y en la autocaravana más cañera que cruzó España, pusimos rumbo a la otra punta del país, con la ilusión de hacer una buena carrera en la primera prueba de la Copa de España de Media Distancia, en Orihuela. Este triatlón sustituía al recién desaparecido e histórico Triatlón de Arenales de Elche, y recibía el nombre de "Triatlón Orihuela Miguel Hernández" en honor al 75 aniversario de la muerte del poeta, nacido en dicha localidad alicantina.

Unas 10 horas de viaje dieron con nuestros huesos y músculos, molidos por el traqueteo sobre el asfalto, en la capital mundial de los poetas, donde Pablo, novel en esto de rimar versos, optaba a ganar en la categoría de "triatletas con libro de poesía publicado". Sergio, Miguel y yo saldríamos en categoría Élite, donde unos 70 participantes de toda España e incluso de primer nivel mundial, lucharíamos por los primeros puntos en juego de la Copa. Por su parte, Ramiro, que debutaba en Medio Ironman, lo hacía con la vista puesta en el pódium de grupos de edad.




La noche del viernes al sábado la pasamos, Pablo y yo, en un hotelito de Orihuela, mientras que los otros tres mosqueteros se fueron a dormir a la playa donde estaría la primera transición, a unos 40 kilómetros. La mañana del sábado, víspera de carrera, aprovechamos para rodar por el circuito de carrera a pie. Nos pareció bastante llano y entretenido, con zonas muy distintas como el Palmeral, paseo por la margen del río Segura o las céntricas y adoquinadas calles oriolanas. En definitiva, un circuito para correr rápido, siempre que las piernas respondan.




Con la activación ya hecha, a las 11 de la mañana dejamos el hotel y nos fuimos en taxi hacia La Dehesa de Campoamor, localidad costera donde se iba a dar la salida del Triatlón al día siguiente. Nos asentamos en nuestro nuevo apartamento, comimos y fuimos hasta la T1  por los dorsales. Allí nos juntamos con Sergio, Ramiro y Miguel, y comenzamos a empaparnos del ambiente de triatlón que se respira. No sé por qué, pero las pruebas que organiza Ximo Rubert tienen algo especial, un ambiente distinto a lo que se vive en el resto de carreras. Al ser el primer triatlón de la temporada para muchos, los nervios se notan y, en mi caso, no iba a ser menos. Nervios que se acrecientan con la difícil logística que una carrera en "línea" como esta supone. Y digo en línea porque hay dos transiciones en dos sitios distintos. La T1 en la playa de la Glea, y la T2 en Orihuela, empezando el triatlón a 40 km del lugar donde se termina. Preparamos la bolsa de la T2 con las zapatillas, los geles, la gorra y las gafas y se la entregamos a la organización el mismo sábado. También ese día por la tarde dejamos la bici en boxes.



Con todo listo y tras escuchar las útiles indicaciones y consejos de Ximo en la reunión técnica, nos fuimos a dormir. A las 23:00h más o menos conseguí cerrar los ojos, y antes de que me diera tiempo a hacerme amigo de Morfeo, sonó la alarma del despertador. Eran las 5 de la mañana, tres horas antes de la salida, prevista para las 8:00am desde la playa de Cabo Roig.

Desayuno ligero, deberes mañaneros hechos y rumbo a la T1 para ultimar los detalles que faltaban: zapatillas de ciclismo, dorsal, hinchar las ruedas... Todo a punto para afrontar el tercer Half de mi vida y el primero en categoría Élite.

Desde la T1 hasta la salida, en Cabo Roig, nos separaban unos 3 km por carretera. Gracias a los dos amigos de Ramiro, nos desplazamos en furgoneta hasta allí, en lo que parecía más un viaje de vuelta a casa tras una noche de fiesta, que un traslado a la salida de un Medio Ironman.

El tiempo, aunque fresco, parecía que nos iba a respetar, y el mar, que los dos días anteriores estaba movidito, amanecía prácticamente en calma, ofreciéndonos unas vistas de postal desde Cabo Roig.

Nervios a flor de piel, pocos minutos para empezar, y tras un breve calentamiento en el agua, los Elite fuimos llamados a cámara de llamadas. Eran las 8:00am y, lo que parecía que iba a ser una salida puntual, comenzó a retrasarse cada vez más. Dieron las 8:30 y allí seguíamos, con un frío de narices y la tensión típica de una salida. Es en esos momentos cuando por mi cabeza suele pasar la pregunta de... "¿qué narices hago yo aquí, con más de 4 horas de agonía por delante, pudiendo estar en una terracita desayunando tranquilamente?" Pero este pensamiento se esfuma tan rápido como tarda en darse el pistoletazo de salida.

Con más de media hora de retraso nos tiramos al agua del Mediterráneo los 70 Elite masculinos, con triatletas de la talla de Pablo Dapena, Gustavo Rodríguez, Pakillo, Silvain Sudrie, Emilio Aguayo, David Corredor, Fernando Santander, Iván Álvarez, Pedro Andújar, Jordi Pascual... un sin fin de nombres, muchos de ellos medallistas en Kona y especialistas en media y larga distancia. Era todo un lujo estar rodeado de esta gente, aunque ello conllevara irme a puestos discretos de la clasificación. A todos nos gusta hacer cuentas antes de empezar, y por nombre, me salían unos 15 triatletas que, salvo circunstancias extraordinarias, deberían estar por delante de mí. Aunque un medio Ironman tiene mucha tela y es una distancia más que propensa para que se den esas condiciones extraordinarias.

La carrera no pudo empezar de peor forma. La primera brazada casi me manda “al palco” Golpeé a alguien con el pulgar de la mano izquierda doblándomelo cuan balón de baloncesto suele doblárselos a los jugadores. Me incorporé asustado para comprobar que podía mover el dedo, y, aunque dolía a rabiar, me volví a tirar en modo delfín. El segundo encontronazo sucedió nada más volver a tirarme, cuando mi predecesor me arrea una patada en la nariz que me deja medio grogui. De nuevo me paro, esta vez más preocupado por si estoy sangrando o me ha podido desplazar el tabique. Me toco la nariz, compruebo que no hay sangre e intento, por tercera vez, empezar la carrera.

¡Ahora sí! consigo nadar cómodo los primeros metros, pero voy en el pelotón de cola por los incidentes. Hasta la primera boya, a unos 300 metros de la playa, adelanto a mucha gente, y cuando alcanzo el flotante y encaro la travesía paralela a la costa que nos llevaría hasta la Playa de la Glea, me doy cuenta de que voy cortado, fuera de ritmo y en un grupo que no es el mío. Intento ponerme delante y tirar, pero el grupo que me precede está muy lejos, y un calentón a esas alturas de carrera podría hipotecar el resto de la prueba. Así que, con sangre fría, decido resguardarme a cola de ese grupito de 6 o 7 triatletas en el que voy “excesivamente” cómodo. En lugar de comerme la cabeza, intento pensar en los beneficios que a posteriori va a tener ese ahorro de energía que voy haciendo. Me centro en nadar sin estrés, fijándome incluso en mis compañeros de nado. Y en estas, a medio camino, identifico a Sergio, que va nadando a mi derecha. Nos vamos viendo en cada brazada, él parece ir también cómodo y, probablemente haya decidido, igual que yo, mantenerse resguardado en el grupo, en vistas a que enlazar con los de delante supondría un sobreesfuerzo que no compensaría el tiempo que podríamos ganar.

Fueron pasando los metros. Brazada a brazada, boya a boya, recorrimos la distancia que separa Cabo Roig con la Playa de la Glea. Cuando encaramos la última boya que nos enfila hacia el arco blanco de salida de la natación, el grupo se dispersa. Cada uno decide afrontar la salida del agua por una trayectoria distinta. Intento seguir la línea más recta posible y poco a poco ese arco blanco, que en la salida parecía miniatura, se va viendo más grande. Salgo del agua en el puesto 40, marcando un parcial de 30’15’’, a 6’ 15’’ del líder, Pablo Dapena, a 4’45’’ del segundo grupo de Sudrie, Aguayo, Cardona… Yo creo que en un inicio “normal” de natación puedo intentar coger el grupo de Gustavo Rodríguez, que al final me metió aproximadamente dos minutos.



Me incorporo, nada mareado, lo cual ya es una novedad, pues mis salidas del agua suelen ser antológicas y merecedoras de interpretar un papel en la serie “The Walking Dead”. Los primeros metros sobre la arena los aprovecho para desabrochar el traje de neopreno y bajármelo hasta la cintura. “¡Qué fresquete hace!” Fue lo primero que pensé y sentí al quedar con el tritraje como única capa de abrigo. Corrí detrás de Sergio por la larga transición y llegué hasta mi bici sin problema. Por el camino comprobé que la pulsera amarilla, sin la cual no nos dan la paella al acabar la carrera, seguía en la muñeca. Y efectivamente, por ahora seguía teniendo derecho a comerme esa paella al llegar jeje.

Al igual que había hecho en otros Medios Ironman, bebí medio litro de agua con isotónico que había dejado preparado, asegurando una buena hidratación para los primeros kilómetros de bici. Metí el neopreno, gafas y gorro, no sin dificultad, en la bolsa negra, me puse el casco y salí de boxes con la Avenger TM6. De nuevo había hecho una T1 penosa, pues fui el último en abandonar boxes de mi grupo de natación, donde iban Sergio Bolado, Pedro Andújar, Daniel González o Víctor Mujica, entre otros. Como referencia, mi tiempo de la T1 fue de 2’36’’, mientras que los líderes, Pablo Dapena, Gustavo Rodríguez o Sylvain Sudrie, la hicieron entre 1’50’’ y 2’00’’. Se me habían ido entre 30’’ y 50’’ gratuitamente, cosa que no puede ser. De mis compañeros de expedición, Miguel Ruíz fue el más rápido en el agua y en la T1, con unos tiempos de 29’29’’ y 2’11’’ respectivamente.

Si el inicio de la natación fue penoso, el de la bici no lo fue menos. Meto el pie derecho en la zapatilla, pero al subirme, me percato de que el izquierdo no tiene la goma y se ha quedado colgando. Intento sin éxito calzarme en marcha y por poco me la pego. “¡Pie a tierra Pelayín!” Me tengo que parar para calzar el izquierdo y, ya sí, empezar a pedalear por el duro circuito que Ximo nos había preparado.

Los primeros 30 km eran todo de subida, coronando el puerto de Rebate en el km 27 aproximadamente. Este inicio duro me vino bien, pues tal y como estoy ahora en bici, voy mejor para arriba que para abajo. En el primer repecho, nada más salir, recorto los 20 segundillos que me separaban de Sergio y otro triatleta, Daniel González. Atufado por el calentón inicial me tomo un respiro mientras circulamos por una zona “delicada” paralelos a un canal. Aunque no llevo pulsómetro, y los watios no me funcionan, tengo la sensación de haber empezado un poco pasado de rosca, quizás por los nervios de haberla liado en la Transición y ver cómo mis compañeros de natación se iban hacia delante.



Pronto me doy cuenta, en el siguiente repecho, de que la bici no va a ser un camino de rosas. Me pongo en paralelo a Sergio por un momento, y me dice algo del “plato pequeño” que no llego a entender. Yo voy aún con el grande, y prefiero no cambiar de momento. Daniel González toma la iniciativa de este pequeño trío que habíamos formado y se pone a marcar el ritmo en la subida. Pasamos a varios triatletas, pero tampoco soy consciente del puesto en el que voy, sé que no es demasiado bueno, pues me esperaba que fueran otros los que me quitasen las pegatinas en bici y no yo a los demás.

Seguimos subiendo y cubriendo kilómetros. Voy haciendo la goma con Sergio y Daniel, siempre dejando distancia de sobra para no incurrir en drafting, hasta que aparece una bala por detrás y nos incita a cambiar el ritmo. Se trata de Andújar, pódium en Kona el pasado año con un cuarto puesto (suben 5 al pódium) en el grupo de edad 25-29 ¡casi nada! Es un lujo poder disputar carreras de este nivel y luchar con gente así.

Fue Sergio quien respondió a la pasada de Andújar, mientras yo sufría para no perder comba. Se me escapan unos segundos, sobre todo en las zonas de llano y bajada, pero en las subidas vuelvo a contactar. Sé que Sergio está muy fuerte en bici, así que aguantarle es buena señal. Con esa dinámica de quedarme en las bajadas y recortar en las subidas, van pasando los kilómetros. No me olvido tampoco de alternar, cada 5 km, un trago de Triforza (Keepgoing), que llevo en el bidón delantero, y un trago a los geles (llevo 4 geles disueltos con agua en el bidón del cuadro).



En una de las bajadas adelantamos a Miguel Ruíz, que se está tomando los descensos con más calma que nosotros. Aunque trata de engancharse a la grupeta, pierde un poco el hilo y se descuelga.

Llegamos al kilómetro 27, fin de la subida, coronando el “omnipresente” puerto de Rebate. Las sensaciones son estupendas pero quedan todavía más de 60 kilómetros por terreno rodador que no me viene tan bien. Y queda demostrado nada más coronar el puerto, cuando Sergio abre gas y se escapa en una bajada de la de dar pedales. En una bajada de las de potencia en la que ni Daniel ni yo podemos darle caza. Vemos la sombra verdi-blanca alejarse y yo me quedo con la referencia de Daniel. Sufro mucho para que no se me vaya bajando pero es inevitable no ceder unos metros. En un repecho, coincidiendo con el primer avituallamiento en el kilómetro 33, consigo darle caza. Me tengo que concentrar para, manteniendo los 12 metros reglamentarios, evitar que se me escape la buena referencia de Dani.


En este primer avituallamiento cojo un bidón de sales y me lo “trinco” de un trago. ¡Qué empacho!” la barriga casi me explota, pero es necesario, pues hasta el kilómetro 66 no vuelvo a tener la oportunidad de beber sales, así que hay que cargar bien.

Llegamos a la zona del embalse de la Pedrera, donde haremos varias idas y vueltas en forma de cruz, antes de tirarnos carretera abajo hacia Orihuela. En la primera de las “aspas” de la cruz que dibujamos, nos cruzamos, por primera vez, con cabeza de carrera.

Intento contar cuántos triatletas van delante, pues es la única oportunidad de hacerme a la idea del puesto en el que voy. En el resto de cruces iremos mezclados triatletas de primera vuelta con los de la segunda y con los de la distancia olímpica, por lo que va a ser imposible saber dónde estamos “pinaos”. Uno, dos, tres…. Veinte… Y los siguientes somos nosotros.

 ¡BIEN! Primera referencia en bici y voy entre el 20 y el 25. Por el camino calculo que habré remontado unos 10 puestos y perdido solo uno, con Andújar. Giramos 180º y de vuelta hacia el centro de la “cruz” del circuito alcanzamos a 4 triatletas más. Me pongo a liderar el grupo en algún momento, pero en el llano y bajada Dani tiene más ritmo y me adelanta. No pasa nada, referencia y “p´alante, como los de Alicante”. De los cuatro que pillamos, tres se nos pegan y aceleran el ritmo, que sigue siendo exigente. De vez en cuando levanto la cabeza con la esperanza de pillar a más gente y aunque ya no veo a Sergio, sé que no estoy haciendo una mala bici.

Los kilómetros caen sin enterarme. Me entretengo fijándome en los corredores con los que nos cruzamos, buscando caras conocidas, pero no identifico ni a Pablo ni a Ramiro, solo a Miguel, que va bregando solo unos minutos detrás de nosotros.

El kilómetro 66, punto del segundo avituallamiento, llega rápido y antes incluso de que mi cuerpo me pida beber. De hecho, no solo no me pedía beber, sino que me estaban entrando unas ganas de mear alucinantes. Me había pasado con la ingesta de líquido en ese primer avituallamiento en el que me bebí un bidón de golpe, y ahora iba con ganas de mear. “Aguanta hasta la carrera a pie”, me iba diciendo. Y es que esta sensación de ir sobre-hidratado era nueva para mí. Normalmente voy justito y con sed, pero ahora sucedía lo contrario. Aun así procuro seguir bebiendo y no rechazo pegarle un trago al bidón de sales.

Quedan unos 20 kilómetros, y tras hacer el último bucle en el pantano, nos lanzamos carretera abajo hacia Orihuela. Al paso por Huchillo, los badenes y las curvas hacen que casi me la pegue un par de veces. “No la vamos a liar a estas alturas ¿no Pelayín?”, así que “cabeza” y con calma, para llegar vivos a la T2. Uno de los triatletas que habíamos pasado es quien toma la iniciativa en la bajada. Daniel y yo nos quedamos detrás y el resto hacen lo propio, cubriéndome la retaguardia.



Llegamos a la T2, entre un pasillo de gente animando, Daniel González, Jordi Pascual, Rafael Lao y yo juntos. Transición tipo Kona, en la que, al bajar, los voluntarios te cogen la bici y nosotros entramos corriendo en una carpa donde están las bolsas azules que el día anterior entregamos a la organización con lo necesario para correr.

No tenía ni idea de la ubicación de mi bolsa, pues el día antes no había podido ir a Orihuela a ver dónde me la colocaban, así que entre la ceguera por el esfuerzo de la bici y la desorientación de encontrarme en un sitio desconocido, tardé unos segundos en localizarla.

J. V. Mingo

Una vez lo hice me senté en la silla, me puse los calcetines, la gorra y las zapatillas New Balance Hanzo, que Pepín nos había conseguido de forma exprés a través de Interval Running un par de semanas antes. Me la estaba jugando un poco saliendo a correr con ellas, pues son unas voladoras agresivas, más aptas para carreras de 5 y 10 km de atletismo que para una media Maratón, y menos de un Medio Ironman. Pero si era capaz de rodarlas a los ritmos que había planificado con mi entrenador, entre 3:30 y 3:35, me iban a dar un plus. Es, a ritmos altos, donde se nota el efecto “catapulta”, así que no había excusa para no apretar.



Tardé 1’25’’ en terminar toda la parafernalia de la T2, mucho mejor que la T1 en relación a los primeros, pero, aun así, dejándome unos segundillos. Los pros, estaban tardando entre 50’’ y 1’15’’. Por ejemplo, Iván Álvarez, que cerraba el TOP 5, la hizo en 55’’.

Salí de la carpa el último de mis acompañantes en bici, puesto 16 de la general, ligeramente aturdido y torpe de piernas. Por delante 3 vueltas y media a un circuito que ya había reconocido el día anterior y que me gustaba bastante: llanito y rápido, perfecto para volar bajo si las fuerzas acompañan. Pero en los primeros metros parecía que no, que las “patucas” se habían olvidado de correr.



En la larga recta antes de meternos en el palmeral voy cogiendo ritmo poco a poco y en el kilómetro 1 ya había adelantado, no sin dificultad, a Daniel González, Jordi Pascual, Rafael Lao. Sorprendido quedé de haber hecho el primer kilómetro a 3:34, cuando la sensación de torpeza en las piernas me daba la sensación de ir rodando por encima de 4’/km.



Con el puesto 13 en mis manos y 20 kilómetros eternos por delante, solo quedaba buscar nuevos alicientes para seguir corriendo. Y quién mejor que Sergio Bolado, mi compañero de viaje, para motivarme intentando darle caza. Mi desventaja con él era de 3’ al empezar a correr. Cuando entré por primera vez en el casco histórico de Orihuela, levanté la cabeza con la esperanza de verle al fondo… pero no. Aún era pronto, y esos tres minutos no se recortan así como así. Seguí bregando a ritmo constante, sin mirar el reloj, pero sabedor de que estaba yendo más o menos al ritmo establecido.



Pasé los kilómetros 2 y 3 por debajo de 3:30 y el 4 y 5 rondando ese mismo ritmo. Al llegar a la contra recta de meta, me cruzo con Sergio. Primera referencia visual que tengo con él y no parece estar muy lejos. Ahora sí, poco a poco le voy viendo cada vez más cerquita y antes de entrar por segunda vez en el palmeral le alcanzo. Corro con él unos metros, me dice que se ha bajado de la bici en “la pomada”, es decir, con gente que va a luchar por el TOP 5, como Iván Álvarez, y eso me motiva, aunque sé que estos son buenos corredores y por ahora solo voy en el puesto 12, a un mundo de ellos.



Los metros que hice con Sergio me sirven para tomar un respiro antes de volver al ritmo de carrera que llevaba. Hasta ahí la prueba estaba bastante clara, pero ya entrados en la segunda vuelta empezamos a juntarnos con triatletas doblados y triatletas que corrían la distancia olímpica, haciendo que fuera imposible ubicarse y saber si a los que adelantaba eran de mi carrera o de otra. Bueno, daba igual, yo a lo mío y a tirar, sin importar el puesto y buscando pequeñas motivaciones como la de cruzarme con gente conocida en algún punto del circuito (Ramiro, creo que nos hemos visto más en la carrera a pie que en todo el viaje). La presencia de mi madre también era un plus de motivación, y las zonas del centro de Orihuela, abarrotadas de público, suponían un chute de adrenalina que había que controlar para no pasarse de ritmo.

Al salir por segunda vez del palmeral identifico a Fernando Santander, otro corredor Elite que iba delante de mí y a quien paso antes de adentrarnos en las adoquinadas calles oriolanas.



Empiezo la segunda vuelta y alcanzo de nuevo una cara conocida. Es Julen, el joven chico vasco que en el duatlón de Galizano me había quitado las pegatinas y que, en Orihuela, debutaba con la Elite nacional y lo estaba bordando. Le toco la espalda, nos saludamos, nos deseamos suerte y ánimos, y sigo hacia delante. Es esos primeros kilómetros de la segunda vuelta me tomo el primer gel. Aunque lo tenía pautado para el kilómetro siete, ya estábamos en el diez y medio, y las sensaciones eran tan buenas que se me había olvidado tomármelo. Aprovecho la toma del gel para coger un poco de aire y, aunque ese kilómetro 10 se me va un poco en cuanto a ritmo (3:44’/km) me sirve para recomponerme y afrontar la segunda parte de carrera.

En esos kilómetros creo haber adelantado también a varios triatletas con los que me jugaba un puesto, como Eduardo Chorda o Adur Eskisabel, aunque, como digo, en carrera no tenía ni idea del puesto en el que iba.

Antes de completar la segunda vuelta llego a la altura de Pedro Andújar, medallista en Kona. Fue un subidón encontrarme con él. Es un “gallo”  de la media y larga distancia y, aunque no sé en qué estado de forma habrá llegado a Orihuela, encontrármelo en carrera significaba estar haciendo las cosas medianamente bien.



Toda media maratón de un Half tiene su momento de crisis, que puede ser pequeño y pasajero o directamente mandarte a la cuneta. En mi caso se dio el primer síntoma de bajón al inicio de la tercera vuelta, justo cuando me crucé con Gustavo Rodríguez que entraba en meta y casi me dobla, mientras que yo aún rodaba por el kilómetro 16. Por suerte fue pasajero y pude salvar el tipo. Tomándome el segundo gel Activation, de Keepgoing. Es increíble como algo tan pequeñito como un gel puede revivir a uno de esa forma. Noté el efecto del mismo a los dos minutos de tomarlo y me ayudó a motivarme de nuevo. Conseguí que el ritmo no decayera en esa vuelta y cada vez que miraba el reloj, este marcaba 3:30-3:35’/km ¡Buena señal!

Llego al kilómetro 18 y empiezo a restar. “¡Esto está chupao!” me digo, tratando de motivarme. Las fuerzas acompañan y hay que aprovecharlo.

Entro por última vez en el casco histórico de Orihuela. Sé que la próxima vez que salga de él será con la medalla de “Finisher” colgada al cuello, y eso me motiva infinito. Disfruto de los últimos metros, empiezo a oír la música de la zona de meta, lo veo cerca, muy cerca. Encaro la contra-recta con una sonrisa, giro de 180º y cruzo el arco de meta directo a los brazos de Ximo. ¡CONSEGUIDO!





No tenía ni idea del puesto y, en ese momento me importaba más bien poco. Estaba feliz por haber terminado el Medio Ironman en 4h y 17 minutos y, sobre todo, por haber hecho la media maratón a un ritmo constante y decente de 3:35’/km (1h 13’ para cubrir 20.5 km). Creo que me ha salido una de las carreras más sólidas que recuerdo. Como dije al principio, los entrenamientos apuntaban a que podría correr en estos ritmos, pero luego tiene que salir, y en Orihuela ¡SALIÓ!



Tras recuperar el aliento me fui directo a la zona de avituallamiento donde la organización nos tenía preparado todo un despliegue de fruta. Devoré varias naranjas, como si no hubiera un mañana. El cuerpo me lo pedía, cosa rara tras una carrera exigente, en las que más bien suelo rechazar cualquier tipo de comida al llegar. Allí me encontré con Antonio Esteban, de Triatlón Channel, que fue el primero en decirme que ¡Había quedado sexto! Ni en mis mejores sueños me lo podía imaginar. El objetivo de hacer un TOP 20 había quedado en anécdota y por poco me cuelo entre los cinco primeros en una de las pruebas de Media Distancia de más nivel del país. Una sorpresa enorme para mí, y a la vez, una pena, pues había premio en metálico para los 5 primeros (300 euros el quinto), y yo me había quedado a las puertas. Aunque, sinceramente, me daba igual y me sigue dando igual. No vengo, ni mucho menos, a “trincar” pasta a las competiciones, así que para mí, ya solo haberme metido con los gallos es un premio impagable. Repaso el Top 5 y me da vértigo: Gustavo Rodríguez, Pablo Dapena, Emilio Aguayo, Sylvain Sudrie e Ivan Álvarez… ¡casi nada!


Poco después llegó Sergio, que se marcó un carrerón, cimentando sobre la bici un 15º puesto de mucho valor en esta prueba. El siguiente fue Miguel, que pese a los duros meses que lleva sin poder correr, cruzó la meta en categoría ELITE el 28º, ¡Enhorabuena!

Pero aún quedaba lo mejor, recibir a nuestros Grupos de Edad, a las dos figuras que se estaban jugando rascar medalla en sus categorías, además del pique que tenían entre ellos. Ramiro y Pablo se habían retado antes de empezar y, aunque empezaron en salidas separadas, cuando cruzaron la meta ¡Casi clavan el tiempo! Dos simples, pero a la vez eternos y decisivos segundos precedieron a Pablo de Ramiro ¡Dos segundos en una carrera de casi 5 horas! ¡Increíble! Aunque la recompensa de la medalla se la llevó Ramiro, con su victoria en el Grupo de Edad 20-24 ¡Menudo debut!


Antes de que llegaran Pablo y Ramiro, fui a ducharme al hotel de mi madre. Fue la ducha de agua fría más reparadora y gratificante que recuerdo en mi vida. También aproveché para hacer balance de heridas de guerra, que, por suerte, fueron pocas o casi ninguna, así que muebles salvados en la primera cita de este periplo primaveral que la próxima semana me llevará a Soria, para competir en el Campeonato de Europa de Duatlón por Grupos de Edad.

Cambiamos de tercio de nuevo, pero seguimos con las mismas ganas e ilusión de ver reflejado en competición todo el esfuerzo acumulado estos meses.


¡A por ello!

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