Ya se está convirtiendo
en una tradición veraniega el hecho de aprovechar el parón en el calendario
triatlético para correr alguna milla. Carreras rápidas, de 1609 metros a pie,
en las que, como dice un amigo mío, “hay que cerrar los ojos y que sea lo que
Dios quiera”.
Con el único objetivo de
pasármelo bien, decidí, a ultimísima hora (digamos que el mismo día) correr la
milla de Santander. Los triatlones no son la mejor preparación para este tipo
de carreras, que requieren rodar a ritmos por debajo de 3 minutos el kilómetro,
por lo que experimentar estas nuevas sensaciones me motiva y me gusta.
Casi sin tiempo para
pensarlo ya me encontraba en línea de salida del paseo de la Hermida de Santander
para tomar parte de la carrera de federados. Éramos unos 20 y más o menos los
conocía a todos. Quizás lo más emocionante era el hecho de coincidir en carrera
con mis dos compañeros de equipo y de entrenos, Adri y Nacio.
Se dio la salida. Tres
vueltas a un circuito de casi 600 metros, de ida y vuelta; la ida con el viento
en contra y la vuelta a favor. Manu Heras salió tirando fuerte desde el
principio y en las dos primeras rectas cedí unos metros con los 4 primeros.
Aproveché el giro antes de empezar la segunda vuelta para engancharme a ese
grupito y no dejar escapar ninguna opción. El cuerpo fue entrando en calor y me
iba encontrando cada vez mejor. Llegamos a la última vuelta, con Manu tirando
todo el tiempo. Tan solo quedábamos cuatro atletas en cabeza: Manu, Toumani Sidibe,
un chico joven de Pamplona (Fernando Serrano) y yo. La ida con viento en contra
nos hizo pararnos casi por completo, ninguno queríamos tirar y gastar fuerzas,
parecía más una carrera ciclista tratando de hacer abanicos que una prueba de
atletismo. Preferí guardar las buenas sensaciones para el final. Último giro en
el cono y últimos 300 metros en los que cierro los ojos y tiro con todo lo que
tengo. Cuando los vuelvo a abrir voy primero. ¡qué largo se me estaba haciendo
el sprint! Consigo abrir un hueco importante con mis perseguidores y a falta de
50 metros me relajo y disfruto de la
meta y de una victoria totalmente inesperada.
Debutar en una milla
ganando, aunque no sea la Elite, me hizo mucha ilusión y me animó a preparar
con ganas las dos siguientes citas: Milla de Polanco y Milla de Selaya.
Estas habían sido las
millas que corrí el año pasado y las primeras de mi vida. En Polanco conseguí
un tercer puesto en la carrera federada, mientras que en Selaya sobreviví como
pude en una carrera Élite que se me quedó un poco grande.
Tras una semana de muy
buenos entrenos rápidos a pie (rápidos para lo que soy yo), llegué a Polanco
con la misma filosofía que a Santander: disfrutar de la sensación de volar
bajo. Ver en el reloj un 2 en lugar de un 3 hace mucha ilusión.
En parrilla de salida
formamos una veintena de atletas que, con puntualidad alemana, fuimos
colocándonos en nuestro sitio. El nivel era sensiblemente más alto que en
Santander. Además de los que compitieron el fin de semana anterior, se unió
Mohamed, mi compañero de equipo, que este año está como un avión y cuya táctica
de carrera siempre es salir a muerte hasta que reviente. No iba a ser menos en
Polanco, así que nada más darse el pistoletazo de salida puso tierra de por medio
y se fue en solitario a por las tres vueltas que teníamos que dar alrededor de
un parque. Detrás de él salió un joven atleta de Burgos, Pablo Gómez Sánchez, y
en tercera posición yo. En los primeros 300 metros se decidieron las tres
plazas del pódium, pero el orden dio un vuelco en la última recta cuando el
joven Pablo Gómez, que perseguía a Mohamed, se hizo con el triunfo in extremis.
Personalmente sufrí como un perro, corriendo 1609 metros yo solo, sin opciones
de pillar a nadie ni de ser pillado, y repitiendo nuevamente un tercer puesto
en esta milla al que ya estaba predestinado desde el principio. Prefiero las
carreras tácticas, en las que llegamos un grupito al final y nos la jugamos en
los últimos metros, pero como no siempre van las cosas sobre el guión, lo mejor
que pude hacer fue esa sacar esa medallita de bronce.
Y para cerrar el ciclo de
millas, el siguiente fin de semana participé en la más especial de todas, en la
organizada por mi club, el Selaya-Reparte. Al igual que el pasado año, fui
invitado a la milla Elite, así que me tomé el día como un premio por la
temporada que llevaba y una oportunidad de competir con grandes atletas.
Inicialmente estaba prevista la participación del reciente medallista de plata
en 5000 del Cto de España, Antonio Abadía, pero la norma de la federación
Española de Atletismo de no dejar competir a sus atletas becados en ninguna
prueba fuera del calendario oficial, hizo que no estuviera en línea de salida.
Aún así, los mejores atletas regionales se dieron cita en la capital del sobao:
Pepín, Adrián Cano, Samuel Abascal o Ilian, entre otros, además de nombres como
Workneh Fikire, Álvaro Gutiérrez o Marcos Peón…
Tras ser presentados uno
a uno ante el público selayense, nos fuimos colocando en parrilla de salida los
21 participantes en carrera Élite. En algún momento se me pasó por la cabeza
intentar hacer el paripé de empezar tirando los primeros 500 metros y salir en
la foto delante de todos esos grandes atletas, pero la idea se quedó ahí, y la
realidad me puso en mi sitio, que era el pelotón de cola. Salí a muerte los
primeros metros pero fue imposible evitar quedarme entre los 4 últimos. Las
tres vueltas que había que dar constaban de una ida picando ligeramente hacia
arriba y una vuelta picando hacia abajo. Empecé un poco atascado y el ritmo
frenético de los pros me hizo quedarme descolgado. En la primera vuelta solo
tenía por detrás a mis compañeros del Selaya Barata y Víctor, pero poco a poco
fui entrando en carrera. Primero superé a mi compañero Yassine, luego hice lo
propio con Youseff Benkert (AD Gijón Atletismo) y en la última vuelta, en un
plus de esfuerzo rebasé a Nacho Peña (Torrelavega) y a Víctor Ramón Peña(Polanco) para concluir
el 14 de 21, bajando mi marca en esta milla de 4:49 del año anterior a 4:42 de
este año. Sensible mejoría motivada por el hecho de ir de menos a más, algo que
hice esta vez sin querer, pero sobre todo, preciosa la experiencia de correr a
2:50 con verdaderos especialistas en la distancia.
Y ¿ahora qué? Pues ahora
tocan unas vacaciones creo que merecidas, desconectar durante una semana para
volver enchufado a preparar las carreras de Septiembre. Con el Triatlón de
Comillas como principal objetivo y otros pequeños retos que poco a poco iré
haciendo saber.
Como siempre, disfrutad
del camino, que la guinda del pastel se come sola.
Saludos
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