Cambio de país, cambio de
continente y cambio radical a mi vida. Hace poco más de tres semanas que hice
las maletas y me convertí en uno más de los miles de españoles que probamos
suerte fuera de nuestro país. Admito que en mi caso me ha movido más la inquietud
que la necesidad, es decir, las ganas de conocer mundo y ampliar el alcance me
mis perspectivas laborales. En estas tres semanas en suelo americano no puedo
más que confirmar las buenas sensaciones con las que me he ido.
Puestos ya en contexto, este blog
no lo creé para hablar de mi vida personal y laboral, sino para tener un
recuerdo de mi otra afición: el deporte. No es, ni mucho menos, un blog donde
busco venderme, enseñarme o publicitar mis éxitos o desgracias. La esencia con
la que lo creé y que aún mantengo vigente, es el de tener ordenada cada
competición que he hecho y poder, años más tarde, rememorar las sensaciones y
sentimientos vividos en carrera. Ya son más de seis años lo que llevo
escribiendo en “corriendo por lo segao” y espero que la llama no se apague
nunca.
Pues eso, tres semanas en Santa
Cruz de California ha sido lo que tardado en ponerme un dorsal en el pecho. Con
objetivos más ambiciosos a la vista, coincidió que este fin de semana se
disputaba la Media Maratón de Capitola (la “Surfers half marathon”). Una
carrera popular con casi 2000 participantes que recorre el frente costero de
Santa Cruz, en dirección a Capitola, para volver por el mismo lugar y terminar
en le emblemática playa de Cowell, junto al “Wharf”. El recorrido, siempre con
el océano Pacífico como testigo, transcurre por algunas de las zonas de surf
más conocidas de California.
Santa Cruz tiene un clima
“Mediterráneo”, bastante seco, especialmente en esta época del año. Pero este
mes de Mayo está siendo uno de los peores que recuerdan los locales en cuanto a
climatología. Tras una semana de lluvias constantes, el Domingo de carrera apuntaba
a “catástrofe meteorológica”, e igual nos quedamos cortos con este término. La
carrera estaba prevista a las 7:00 am ¿qué horas son estas? Desde luego que
tengo que cambiar el chip español de competir a medio día. El problema de
correr tan temprano es que, por mucho que te empeñes, siempre vas a dormir poco
la noche antetior y, además si tienes que desayunar, el madrugón puede ser peor
¿solución? Ir a la carrera sin desayunar, con la cena de las 6 de la tarde del
día anterior, y así poder apurar el sueño. Estoy muy acostumbrado a hacer
entrenamientos de intensidad con el estómago vacío, por lo que consideré menos
arriesgada la opción de ir en ayunas.
A las 5:45h sonó el despertador
¿ya? Bueno, me visto y salgo a activar 10’ las patitas y conseguir, a su vez, que
se active mi estómago; pero no hay manera. Estas horas no son las habituales y
no le da la gana “despertar”. No queda otra que rezar para que ya no se active
hasta el final de la carrera. Media hora antes de empezar, bajo a la zona de salida,
y justo cuando llego empieza a chispear. El cielo no puede estar más gris y con
peor pinta. Ante la previsible mojadura del calentamiento y como no tengo a
quien dejar la ropa (voy de corto, y me estoy congelando), opto por
resguardarme bajo techo de la lluvia y el frío y salir de mi refugio un minuto
antes de la salida. Creo que era peor empezar con hipotermia que sin calentar.
Avisan de que queda un minuto y salgo de mi escondite, colocándome en primera
fila. No tengo ni idea de quien corre, ni del nivel ni de nada, pero ya el
hecho de ponerme en primera fila y que la gente de alrededor se aparte y de
deje un metro a cada lado, quiere decir algo, y espero que no sea que es porque
huelo mal.
Poca tensión cuando termina la cuenta atrás y enfilamos la calle
paralela al Boardwalk. Y en un perfecto ejercicio de sincronización con el
pistoletazo de salida, el cielo se nos cae literalmente encima ¡QUÉ DUCHA! Ni
100 metros llevábamos y no me cabía más agua en la ropa. La coña de correr en
bañador iba camino de convertirse en la opción más lógica. Entre el viento (de
culo) y el agua, la sensación térmica era muy baja, por lo que
inconscientemente hice un primer kilómetro un poco rápido para entrar en calor,
quedándome más solo que la una. Sí, solo, solo desde el principio.
Ante ese
panorama no quedaba otra que tomarse la carrera como una lucha mental contra
uno mismo y contra los tiempos, el del reloj y el meteorológico, aunque el
primero de ellos iba a estar directamente condicionado por el primero. En el
kilómetro dos empiezan las rampas, no demasiado largas, pero sí machaconas, que
acumulan en total 150 metros de desnivel positivo. No es la Media Maratón de
Siero pero tampoco es rápida. Trato de centrarme y correr detrás de la moto y
la bici que abren carrera sin bajar el ritmo. Los primeros kilómetros voy
rodando a 3:20’/km y bastante bien, de momento no percibo las consecuencias de
no haber desayunado. En cada zona baja se había acumulado muchísima agua y he
llegado a pasar charcos de media pierna.
Público poco (lógicamente) pero el que
hay ¡cómo anima! Aquí en América se vuelcan con el corredor, cero prejuicios y
aunque no te conozcan te gritan como lo haría tu grupo de amigos si te
estuvieras jugando un campeonato de España. Trataba de ir devolviendo los
ánimos con un saludo o algún comentario. De esta forma fueron pasando los
kilómetros y llegué al punto de giro, en Capitola, donde había que dar la
vuelta para regresar por el mismo camino.
Hasta entonces el viento había
soplado de culo; al girar, pasaría de dar de culo a “dar por el culo”. Solo
faltaba el granizo en la fiesta, y apareció. Volviendo de Capitola empezaron a
caer piedras blancas que me hicieron pensar que estaba soñando ¿De verdad está
granizando en Mayo en Santa Cruz? ¡Manda cojones que tenga que venir al Estado
del surf, la playa, las chanclas y los bañadores para encontrarme con frío,
granizo, lluvia, viento y rayos! ¡y qué rayos! La tormenta eléctrica se quiso
unir a la fiesta. Afortunadamente, para contrarrestar las condiciones adversas
estaban los miles de participantes con los que me iba cruzando al volver.
TODOS, absolutamente TODOS con los que me cruzaba me animaban. Al principio me
motivé saludando a cada uno de ellos, pero cuando son miles de personas llega
un punto en el que acabas con el oído izquierdo un poco saturado y la mano más
atrofiada de saludar que la de la reina de Inglaterra. Aún así, gracias, de
verdad, porque esto es lo que da sentido a nuestro deporte.
Y cuando me las veía felices,
volviendo con holgura respecto al segundo (algo más de un minuto) y con la
gente animando, apareció lo que no tenía que aparecer… las ganas de ir al baño.
Kilómetro 11 ¡No fastidies! ¿Y cómo voy a aguantar yo 10 km así? Pues nuevo
reto para mí, tratar de controlar con la mente lo que el cuerpo quiere hacer.
Bajé el ritmo, me centré mucho en cada zancada y fui limando los kilómetros que
quedaban hasta meta con mi estómago pidiendo guerra. Obviamente no pude ni
beber ni comer nada en carrera, pero las sensaciones musculares seguían siendo
buenas. Lo mejor de todo era ver como mi marcha de supervivencia rondaba los
3:30’/km, y con un pulso de algo más de 150 pulsaciones, buena señal.
Cuando
por fin pude ver el Wharf al fondo respiré tranquilo. Tenía más miedo que se me
escapara otra cosa que no la victoria. Últimos metros, giro a la izquierda, y
meta en 1h 11’ 54”, batiendo el récord de la prueba. Meta que por cierto estaba
desangelada. Normal, ¿quién iba a estar ahí con la que caía? A los dos minutos
llegó el segundo y ocho minutos después el tercero. Hicimos la foto, nos dieron
el trofeo a los tres, y pa casa. A las 8:30h de la mañana ya estaba entrando
por la puerta de casa “cagando ostias”, nunca mejor dicho.
Sí señores ¡8:30 am! Y ya había
corrido una media maratón, me habían dado el premio y estaba en casa…. ¡A ver
si lo de madrugar no va a ser tan malo!
Nada más por ahora. Primer dorsal
californiano saldado con éxito. En breve repetiremos, pero la próxima vez no va
a ser ni tan fácil ni tan light.
¡Sean felices!