¡Qué bien sienta volver a ponerse
un dorsal!
Hacía tres años que no
participaba en la carrera de 10 km Oviedo-Las Caldas, una de las citas ya
míticas del calendario atlético asturiano y que se caracteriza por su pendiente
favorable durante todo el recorrido que anima a conseguir grandes marcas.
En 2015 fui segundo y en 2016
también. Este año la historia es bien distinta. Llevo ya unas semanas
entrenando bien, tengo más ganas que nunca y las sensaciones son cada vez
mejores, pero sé de dónde vengo y por lo que he pasado en este tiempo alejado
de las carreras, así que, sin otro objetivo que disfrutar sufriendo, me puse el
dorsal 323 para competir por mis zonas habituales de entrenamiento cuando voy a
Oviedo.
Hace ya tiempo que dejé de
preocuparme por quién corre, por quienes son los rivales en cada prueba y por
saber las opciones reales de hacer buen puesto. Esta nueva mentalidad ha hecho
que focalice ese esfuerzo en lo que realmente importa, en correr, en dar el
100% de mí mismo y en terminar satisfecho de haberlo dado todo.
Calentamos en la recta del CAU
Marta, Pablo, Javi y yo. Minutos antes de la salida, mientras activábamos a
trote "pachanguero", bromeábamos sobre la posibilidad de hacer pleno y subir al
pódium los cuatro… “Dios los cría y ellos
se juntan”, porque al final cumplimos nuestro pronóstico. El mayor
incentivo: las moscovitas, premio habitual de esta carrera y que bien merecen
un calentón.
Con puntualidad nos fuimos
colocando bajo el arco de salida en una lluviosa, fresca y ventosa mañana. El
día no era el mejor para correr, pero como digo siempre, las condiciones son
iguales para todos, así que no es excusa. De las dos líneas de salida
alternativas, me coloqué en la de la izquierda, quizás menos resbaladiza que la
del otro lado de la Iglesia Redonda. Ambas salidas se juntarían a los pocos
metros. Me puse en primera fila, al lado de Pablo, e identifiqué a quien sabía
que iba a ganar, a Borja Jerónimo. Pero yo a lo mío.
Foto de Miki López (lne) |
Salimos fuerte para coger
posición y evitar golpes. Si bien en otras carreras (San Silvestre, por
ejemplo), me cuesta mucho no verme desbordado en los primeros metros, aquí no
me costó nada estar en cabeza cuando nos juntamos con los de la salida de la
derecha. Desde el inicio Borja puso la directa y se fue solo, a su ritmo. Bajó
por González Besada abriendo hueco y únicamente un corredor de camiseta rosa,
al que no conocía pero que resultó ser el gran atleta leonés Jorge Manuel Pérez
Díaz, hizo ademán de seguirle. Yo me vi corriendo con gente de mi mismo nivel,
como Pablo Camino, Manu Álvarez Prado, Juan Manuel Pezón, Javier Mier o José
Piqueras. Bajamos por las curvas del Parque de Invierno marcando un primer
kilómetro a 2:58… No está mal. Cuando llegamos a la senda de Fuso, Manu Álvarez
(Piloña) tomó la iniciativa, y fue entonces cuando se me cruzó el cable e hice
algo que jamás había hecho ante una circunstancia como aquella: cambiar el
ritmo e irme solo desde el kilómetro 1,5. Con el viento en contra que iba a
soplar todo el recorrido, era arriesgado optar por esta opción. De hecho, no
sabía si estaba cavando mi tumba o construyendo mi gloria, pero, las ganas de
probarme superaron al “pepito grillo” de mi cabeza que siempre me manda
guardar.
Foto: Pedro Pablo Heres |
Sorprendentemente me sentí muy bien corriendo en solitario y, poco a poco, fui abriendo hueco con los de detrás. Aunque evitaba mirar, cada vez oía más lejos sus respiraciones, hasta que a la altura de la estación de la Manjoya dejé de oír los pasos que me seguían. Fue entonces cuando me centré en pillar a por Jorge Manuel Pérez. Metro a metro, muy poco a poco, fui reduciendo la ventaja de 10 segundos que me sacaba, y conseguí llegar donde él en el km 6. Respiré 20” a su estela y tras animarle para intentar ayudarnos mutuamente y darnos relevos, vi que yo aún tenía una marcha más, así que seguí a mi ritmo, camino de Las Caldas. Al ver que se quedaba me animé un poco y marqué unos parciales un pelín rápido que, a partir del km 8 empecé a pagar.
La gasolina iba al mínimo cuando
se terminó la senda y comenzó la bajada por el campo de golf. Sabía que la
ventaja con el tercero era mínima y mis fuerzas menos todavía, pero iba a
vender caro el puesto. El último kilómetro se me hizo eterno, sentía como Jorge
y Manu se me echaban encima, hasta tal punto que, a 200 metros de meta, giré la
cabeza y lo comprobé por mí mismo. Ir tan jodido como iba y darme cuenta de que
los de detrás venían esprintando para disputar el tercer puesto (o el segundo,
conmigo) me hizo sacar fuerzas de debajo de las piedras y sufrir como no
recordaba en los eternos 100 metros finales de subida hasta el arco de meta,
donde entré segundo y ¡MUERTO!
Foto de MV Foto |
Lo di todo, aposté a caballo
ganador y me salió bien. Pero, sobre todo, marcar 31’:39” en un 10 km (que era
algo más de distancia, aunque cuesta abajo casi todo) y volver a pisar un
pódium absoluto casi dos años después, me dan una motivación y unas ganas de
seguir disfrutando del atletismo que hacía mucho que no sentía.
Y lo mejor de todo, el ambiente
post carrera. El “Team CAU” hizo casi pleno, los cuatro del calentamiento nos
llevamos Moscovitas (Marta 1ª absoluta, Javi 1º Veterano, Pablo 2º Sénior y yo
2º absoluto), además de Pelayo Pozo, que quedó 3º Sénior.
Y con este calentón me despido,
probablemente, hasta dentro de 5 semanas, en los 10 km de Laredo, donde voy a
intentar rebajar mi mejor marca oficial de 10 km de 32’:30”, hecha en el año
2014.
¡Salud y buenos entrenos!