¡Qué fácil es volver a sentarse un 1 de Enero a escribir las
primeras líneas del año sobre nuestra querida San Silvestre! Creo que todos los
ovetenses que compartimos y sufrimos kilómetros por nuestra ciudad coincidimos
en que no hay otra carrera como esta en todo el año. Empiezo 2019 sin poder aún
creerme cómo terminó 2018. Correr estas Navidades estaba a años luz de mis posibilidades
hace poco más de 3 semanas, y me alegro de haber apartado mis prejuicios y mis
miedos, y haberme puesto el dorsal para despedir el año en la San Silvestre de
Oviedo.
No hay nada mejor que tocar fondo para valorar cada pequeño
paso, reforzar la confianza y multiplicar las ganas. Y es que este año y medio
alejado de las carreras ha sido el mejor estímulo para volver con más ilusión
que nunca. Es muy fácil adaptarse al éxito, pero nadie nos enseña a adaptarnos
al fracaso. De las carreras de estas Navidades me llevo una gran lección, y es
que, a veces, un pasito atrás es el camino para dar dos hacia delante y valorar
infinitamente más cada pequeño logro.
Por otro año repitiendo esta foto |
Más que números, ilusiones |
Tras la carrera de Nochebuena de Gijón y la de los Inocentes
de Arriondas, me volví a poner el dorsal 6 para correr la San Silvestre de
Oviedo. Casualidades de la vida, me tocó el mismo número con el que había
ganado en 2015. Esta vez iba con un objetivo completamente distinto, pero con
más ganas incluso que en aquella ocasión. Consciente de mis limitaciones pero
agradecido por haber sido capaz de sobreponerme a ellas, nos citamos en el
mismo semáforo de siempre, a la misma hora de siempre y el mismo día de siempre
Miguel y yo, para bajar juntos hacia la zona de carrera. ¡Qué sería de la San
Silvestre sin esta tradición que repetimos casi ininterrumpidamente desde el
año 2009!
Aprovechamos el calentamiento para recorrer parte del circuito y
examinar la nueva zona de meta, situada frente al teatro Campoamor. La bajada
por la adoquinada calle San Francisco, a 400 metros de la meta, me hizo ver
dónde podía ganarse alguna posición. Estaba mojada y resbalaba mucho, por lo
que lanzar un ataque en esta zona era inviable. Habría que entrar abierto en la
curva anterior y coger ya en velocidad la zona mojada. Elucubraciones mentales
que me gusta hacer antes de competir y que, a veces, resultan útiles, como fue
en este caso.
Mi sitio, mi sueño. El momento más especial del año. |
Los pelos de punta en los prolegómenos de la salida. Ya solo
con disfrutar de ese momento había merecido la pena tragarme el orgullo y
decidir correr. Los progresivos en la recta de salida se mezclaban con abrazos
de reencuentros con amigos del atletismo. Son muchos los abrazos repartidos en
esos minutos previos a la salida y las sensaciones de estar en el lugar que
realmente quieres.
A las 18:15 nos situamos los 5000 corredores tras el arco de
salida. Me puse en primera fila, no sé si merecedor de ella pero necesitaba
volver a sentir esa adrenalina ¡¿Quién me lo iba a decir, pocas semanas atrás,
que iba a estar ahí?! A mi derecha varios de los candidatos a la victoria:
Alberto, Moha, Hugo, Onís, Ciro, Pela... Les miraba con nostalgia y con la
ilusión de poder, en próximos años, estar pegándome con ellos. Pero mi lucha
era otra: la batalla a librar era conmigo mismo, con poder demostrarme que
había merecido la pena ponerme el dorsal.
Salida. Foto: La Nueva España |
Salida trepidante. Enseguida me veo desbordado por todos los
lados y antes de curvar hacia la subida de Toreno calculo que son más de 100
los atletas que me preceden. Manteniendo la mente fría y evitando los
calentones, fui viendo como, poco a poco, la gente iba cediendo en la cuesta.
Recuerdo también echar el ancla a mi amigo Carlos, que me adelantó al inicio de
la subida a un ritmo desbocado... Estos excesos se pagan muy caro en Oviedo.
Coroné Toreno a ritmo, y en la bajada por la calle Cervantes empecé a dibujar
el panorama. A unos 30 metros por delante se había formado un grupo donde iban,
entre otros, Pablo Camino, Mario o Luís Díaz Grueso. Sabía que ese iba a ser el
segundo "vagón" de carrera, tras los 8 primeros que se iban a jugar
la victoria y están dos puntos por encima. Apreté en la calle Independencia y,
frente a la Escuela de Minas, conseguí engancharme al grupo. Éramos unos 10 y
el ritmo parecía "sufridamente asumible", vamos, al límite de mis
posibilidades.
Sé que no tengo el ritmo de Pablo y Mario, pero me pareció que
la "marcheta" que llevaban podía aguantarla. El pequeño calentón para
enganchar me hizo sufrir mucho en el transcurso de Melquiades Álvarez y
Covadonga, hasta llegar a la curva de la calle Paraíso, donde, más o menos, pude
respirar. ¡Y menos mal! porque al terminar la calle Paraíso empezaba mi
suplicio: 1,5 km de subida donde mi gran amiga, la gravedad, alimentada por mi
sobrepeso, iba a joderme bien jodido. La empinada calle de Marqués de Gastañaga
me puso en mi sitio y me descolgué unos metros del grupo. "¡A ritmo
Pelayín, a ritmo!". Y a ritmo, no sé cómo, volví a contactar antes de
llegar a la plaza San Miguel. Solo me quedaba el último envite hasta el
auditorio y estaba hecho.
Grupeta de este año. Un placer sufrir juntos. |
De ahí a meta 2 km predominantemente de bajada.
Cuando conseguí llegar al auditorio a cola del pelotón de 10 en el que iba,
supe que había opciones de luchar por un buen puesto. Nos estábamos jugando del
9º al 20º aproximadamente.
Bajamos un tramo de Federico García Lorca y cuando giramos
hacia la plaza de España siento que he recuperado muy bien y me noto con
fuerza. Estuve a punto de pegar un cambio en ese tramo, pero no tengo la
confianza ni sé hasta dónde puedo tirar todavía, así que guardé fuerzas para el
final. La calle Santa Susana, que "pica p´arriba" la pasamos no
demasiado rápido. Me empecé a poner nervioso cuando vi que ni siquiera en
Fruela la gente quería mover el árbol. Tan solo 700 metros a meta y seguíamos a
ritmo. Situación perfecta para poner en práctica lo pensado durante el
calentamiento. Me dejé caer a cola de grupo en la calle Pozos, me abrí mucho en
la curva con San Francisco y arranqué desde atrás sin pensármelo hasta meta. El
factor sorpresa pareció funcionar, pues tras sobrepasar a todos los integrantes
del grupo y girar la cabeza, vi que había abierto un pequeño hueco. Me exprimí
al máximo, las sombras de Mario y Pablo venían muy cerca, pero la jugada me
salió bien y me pude colar en meta 9º y el primero del grupo donde corrí toda
la prueba.
Con el ganador de 2025 |
Tu día, Moha, ya te lo he dicho, pero te lo repito: tienes que estar orgulloso de lo que has hecho |
No le puedo pedir más al final de 2018, pero sí al 2019 que
empieza: disfrutar del camino hasta volver a ser competitivo.
¡Nos vemos el año que viene, querida San Silvestre!