Agárrense que vienen curvas, y yo seré el conductor de esta
sinuosa crónica en la que voy a contar lo ocurrido en el Ecotrimad, triatlón de
distancia Medio Ironman disputado el Sábado 3 de Junio en Buitrago de Lozoya
(Madrid) y tercera prueba de la Copa de España de Media Distancia.
El origen de los orígenes de esta carrera la sitúo nada más
cruzar la línea de meta en Pamplona, hace tres semanas, en el Campeonato de
España de Media Distancia. Aquel octavo puesto me hacía sumar los puntos
suficientes como para ponerme tercero provisional en la clasificación de la
Copa, tras Gustavo Rodríguez y Pablo Dapena. La siguiente prueba sería el
Ecotrimad (Madrid, 3 de Junio) y la siguiente Valencia 113 (11 de Junio). En
mis planes estaba solo correr Valencia, pero se presentaba una oportunidad
única de ponerme líder de la Copa si acudía a la prueba Madrileña, pues la
ausencia de Gustavo y Dapena, me aseguraba, prácticamente solo con acabar, ese
primer puesto momentáneo. "¡Tienes que ir a Madrid!" Me dijo Miguelín
nada más cruzar la meta en Pamplona. Aún exhausto del esfuerzo de esa carrera,
tomé la decisión de correr en Buitrago de Lozoya, una pequeña locura en la que
me he metido que implica hacer dos medios Ironman en una semana.
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Equipo de "Los Apaleaos" |
Hoy os voy a contar lo que finalmente sucedió en la carrera
de Buitrago, pero adelanto que fue una de las pruebas con más complicaciones
que he vivido... Porque vale que se te baje el sillín en un duatlón de 20 km de
bici (Torrelavega 2016), pero que te pase en el km 10 del segmento ciclista de
un Medio Ironman no tiene gracia... Hubo más.... ¡Empezamos!
El viernes por la tarde pusimos rumbo a la localidad
madrileña de Buitrago Pablo Guiérrez, Sergio Bolado y yo. Pablo nos hacía de
chófer y de animador, mientras que Sergio y yo bajábamos a Madrid con la idea
de "rascar" buenos puntos para la Copa de España. Llevaba toda la
semana dándole vueltas a la página web de "eltiempo.es", buscando,
cada vez que entraba, que se produjera un milagro y que la lluvia, rayos y
centellas que se preveían para el día y la hora de la carrera, se convirtieran
en un sol radiante... Pero no hubo suerte. Las previsiones meteorológicas eran
catastrofistas y yo, con el miedo que tengo a la bici en condiciones de lluvia,
me iba desmotivando poco a poco. El remate llegó tras reconocer el circuito
ciclista en coche. Dos vueltas de 37 km por un sinuoso trazado con constantes
subidas y bajadas... ¡Y qué bajadas! Con el suelo seco se pueden hacer a fondo,
pero con el suelo mojado y la velocidad a la que se entraba en las curvas, el
riesgo era máximo. Ligeramente acojonado me fui a dormir, soñando con que el
hombre del tiempo le diera la vuelta a la tortilla.
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Bonito atardecer en el campo de batalla (Buitrago de Lozoya) |
Amanecí nervioso el día de la carrera, corrí las cortinas y
al ver el sol se me iluminó la cara. Cogí el móvil y volví a consultar la
previsión... Lluvias torrenciales y descargas eléctricas a partir de las 12 y
hasta las cinco de la tarde.... ¡Cojonudo! ¡Justo a la hora de correr!
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La teoría del caos llevada a la práctica |
Pese a todo, las sensaciones físicas eran buenas. A Madrid
llegaba tras haber hecho los mejores entrenos del año, la semana pasada, y con
la sensación de que si no teníamos un clima adverso, podría estar luchando por
el pódium. Un pódium que aún así iba a estar muy disputado en categoría Elite.
A los previamente inscritos como José Andújar, César Pereira, Jordi Pascual,
Mikel Otaegui, Ivan Suárez o Sergio Bolado, se unían a última hora Ángel
Salamanca y Pablo Martín, estos dos últimos un peldaño por encima del resto de
competidores y que echaban un poco al traste las opciones de victoria. De todas
formas, como siempre digo, en las pruebas de Media Distancia hay que pelear
hasta el último metro y no dar tu puesto por bueno hasta que no cruces la línea
de meta.
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Armadura lista |
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Pica el sol, pero que aguante... |
Con esta premisa fui para la zona de salida en el canal que
conecta con el embalse de Riosequillo. Recorrí en sentido inverso lo que luego
sería la primera transición, y espantado me quedé al ver ese “kilómetro
vertical” de alfombra roja que conectaba el agua con los boxes ¡una auténtica
cronoescalada! Brutal esa transición, todo cuesta, hacia arriba y que nos haría
llegar a la bici con el contador de revoluciones al rojo vivo.
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Cronoescalada: Primera parte |
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Cronoescalada: segunda parte |
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Más tensos que Frodo en una joyería (Foto: Fermín Martín) |
Con algo de retraso fuimos citados los Élite en cámara de
llamadas. Era la una del medio día y, como si de un cuento de terror se
tratara, en ese momento de tensión antes de echarnos al agua, el cielo se tornó
negro y comenzó a llover... ¡Ya está liada! Lo que habían anunciado se estaba
cumpliendo y, no solo la lluvia, sino también trombas de granizo, cayeron sobre
nuestras cabezas.
Nos tiramos al agua los 30 Elites masculinos, colocándonos
tras una corchera a la espera de oír el bocinazo de salida. Sin calentar y con
la cabeza puesta en lo mal que lo iba a pasar en bici, me vi nadando hacia una
primera boya que estaba a 500 metros de distancia. Como siempre, la salida fue
algo accidentada y mi falta de sprint al principio me hizo perder posiciones y quedar atrapado.
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Noooo, si aquí nadie empuja la cuerdita de boyas... jeje (Foto: Fermín Martín) |
Habiendo aprendido la lección en Pamplona, en vez de
insistir en buscar hueco entre la maraña de piernas y brazos, decidí, pronto,
abrirme para la izquierda y nadar tranquilo. Escogí el lado izquierdo porque la
primera boya se giraba en ese sentido, y a mí me gusta coger las boyas por
dentro. Sin referencias de a la altura de qué grupo iba nadando, fui cubriendo
los primeros metros en solitario, pero sin separarme mucho de la espuma blanca
que el resto de triatletas dejaban a su paso. Tenía la sensación de ir
avanzando puestos y sobrepasando grupos. Sin duda me había quedado muy
retrasado en la salida, pero los 1900 metros de nado son suficientemente largos
para colocar a cada uno en su sitio. Llegué a la primera boya solo, con pocos
triatletas por delante, aunque bastante destacados (intuyo que el grupo de
Salamanca, César Pereira y Jordi Pascual, entre otros). Cubrí los 50 metros
hasta la segunda boya (de nuevo de izquierdas), y tras hacer un poco de braza y
ubicar el siguiente objetivo, seguí nadando a mi ritmo, rumbo a otro flotante
blanco que, en esta ocasión había que dejar a mano derecha.
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Búscate si hay narices...(Foto: Fermín Martín) |
Y fue en esta tercera boya donde se lió la primera del día.
Antes de la salida, los jueces que estaban con nosotros nos indicaron la
OBLIGATORIEDAD de pasar por la izquierda la tercera boya, a pesar de que ello
suponía desviarse bastante de la trayectoria natural del cauce del río. Yo, haciendo
caso de las indicaciones de los oficiales, me dirigía gustoso y feliz a hacer
el giro cuando oí un silbato pitando desde la barca que estaba en esa boya. No entendía
muy bien el motivo y por eso seguí nadando hacia allí. Cuando estaba a 50
metros de llegar levanté la cabeza y vi que el oficial me decía con el dedo que
por allí no era, que fuera recto a por la siguiente ¡Nos ha jodido! Todo el
grupo que llevaba detrás y que me seguía rectificó antes que yo, y cuando lo
hice ya me habían adelantado muchos de ellos. Los puestos recuperados al
principio de la natación se fueron al traste de un plumazo.
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Empieza a granizar (Foto: Fermín Martín) |
La mala leche que me entró me hizo pegarme un calentón
innecesario hasta la verdadera tercera boya, que estaba bastante lejos,
volviendo a ponerme primero del grupo y con terreno libre para nadar. Pero esta
vez se pegaron a mis pies y lo que quedaba de la natación me tocó dar la cara.
Salí del agua con la sensación de haber nadado muy bien y, a la vez, de haber
perdido la oportunidad de sacar tiempo en este segmento. Toqué tierra el
séptimo Élite, una de mis mejores nataciones de siempre, si no tenemos en
cuenta el desvío que tuve que hacer.
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Ese toque "épico" de las fotos al salir del agua |
Pero fue salir del agua y el "colocón" que llevaba
por haber tenido que girar la cabeza para ubicarme constantemente (no es lo
mismo ir a pies que ir tirando del grupo y tener que orientarse) me hizo subir
los primeros metros de la cuesta de la transición caminando, perdiendo algún
puesto frente a rivales como Andújar. Cuando por fin cogí aire y me deshice de
la parte de arriba del neopreno, pude empezar a trotar. Un trote tranquilo,
pues la cuestecita se las traía y correr descalzo un kilómetro hace daño a los
pies. Llegué a boxes como un pato mareado, el noveno y a 4 minutos del líder,
Ángel Salamanca, pero lo peor estaba por venir.
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Entre un pato mareao y este energúmeno de la foto hay poca diferencia |
Me tomé con calma el cambio de equipación, bebí un trago de
la botella de Full Isotonic de Keepgoing que dejo siempre en boxes para la T1,
cogí la bici y salí tras Sergio Bolado (me
había recortado los 15 segundos que le saqué en el agua) a afrontar los eternos y angustiosos 75
kilómetros de ciclismo.
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Empieza el Show |
Un circuito duro, con
1100 metros de desnivel positivo acumulado y el suelo mojado por la lluvia que
caía (antes granizo) era el escenario perfecto para hacer estragos y cobrarse
algunas víctimas. La primera, fruto del infortunio y debido a un pinchazo
(creo) fue la de José Andújar. El joven corredor y rival directo para la Copa
de España tuvo que abandonar antes del primer kilómetro. Sabiendo que el inicio
del segmento era hacia arriba, tenía que aprovechar esa circunstancia para
ganar todo el tiempo que luego fuera a perder en las bajadas. Empecé fuerte,
adelantando a Sergio y yéndome solo para delante. No veía a nadie en el
horizonte pero las piernas iban y las sensaciones eran cojonudas en estas
primeras rampas.
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Parezco bueno y todo.... |
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Aquí todavía el aparato iba bien |
Subo con fuerza y llego al primer alto. Comienzo la bajada y
lo hago de forma tranquila y segura. No me la pienso jugar lo más mínimo. Voy
contando los segundos que faltan para que me empiecen a quitar las pegatinas
los de detrás, pero pasan los kilómetros y, sorprendentemente, nadie me
adelanta ¿irán todos como yo? la respuesta es no. Sergio, que venía detrás no
me pudo pasar en esa primera bajada porque en la tercera curva se hizo un recto
y se fue a visitar los pastos madrileños, perdiendo bastante tiempo. Pero antes
de que la carretera se tornara de nuevo hacia arriba, dos flechas, las del
ex-ciclista profesional Iván Suárez (Insu) y la de Pablo Martín, me adelantaron
como si yo fuera en un triciclo. ¡Santa humillación! ¡Joder!, sé que estaba
bajando despacio, pero ¿tanto?
No hice amago de seguirles y al poco llegamos al cruce de la
Presa de Fuentes Viejas: unos 400 metros de adoquín que, cuando lo cruzamos en
coche el día anterior no nos dimos cuenta del efecto batidora que tiene al
pasar en bici.
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Sin duda los paisajes de la bici merece la pena que sean retratados (Foto: Fermín Martín) |
Entré un poco “fuerte” en la zona adoquinada y la bici
empezó a vibrar. Preocupado porque mi Garmin no saliese volando, estuve más
pendiente de sujetarlo que de dar pedales y avanzar. Y cuando por fin salí del
traqueteo de los adoquines fui consciente de la que se había liado... Al
sentarme en el sillín para afrontar el 1,5 km al 7% que venía a continuación,
me noté muy raro, como más encogido encima de la bici. ¡Como para no estarlo!
Por culpa de las vibraciones el sillín se me había bajado 5 centímetros e iba
sentado en la bici como los de la serie “Verano Azul” ¡Qué putadón!, así de
claro. El único consuelo fue ver que si no se había bajado hacia abajo del todo
fue gracias a que la pegatina del dorsal que llevamos en la tija había hecho de
tope y obstaculizaba el desplazamiento del sillín.
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Apaleado al cubo |
No lo pensé demasiado
durante la subida, porque esta la hice prácticamente de pie, pero cuando me
tocó volverme a sentar para acoplarme, me era imposible ir cómodo. Pero las
desgracias no vienen solas, ni siquiera de dos en dos, en este caso vinieron de
tres en tres. A la bajada del sillín se le sumó el descentre de la rueda
delantera, que se apoyó contra la zapata derecha, frenándome la bici y haciendo
un ruido insoportable y una resistencia extra en contra del avance. Y para
rematar, en el "adoquín de las lamentaciones" mi bidón de geles salió
despedido sin darme cuenta. ¿Resultado? 65 kilómetros por delante, sin comida,
con la bici frenada, el sillín bajado y lloviendo ¿alguien da más? Me vine
abajo psicológicamente. Las ganas que me estaban entrando de apretar se
esfumaron y la poca esperanza que me quedaba se diluía en cada pedalada
rascando la zapata.
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¡Pero si yo quería tirar pa boxes! ¿una vuelta más? ¡No jodas! (Foto: Fermin Martín) |
Mientras mi cabeza era un dilema y se debatía entre el
abandono o seguir, Sergio Bolado llegó por detrás, acompañado de otro triatleta
madrileño, y su pasadita me sirvió para olvidar por momentos mis penurias.
Traté de distraer la mente y seguirles, haciendo un esfuerzo enorme para que no
se me fueran en las subidas, pero en las bajadas me era imposible aguantar el
ritmo. Conseguí mantener a Sergio a tiro hasta el kilómetro 30, momento en el
que Mikel Otaegui, viniendo desde atrás, nos adelantó y Sergio subió una marcha
para tratar de seguirle, dejándome en la estocada, con la puntilla en el cuello
y hundido.
Con más pena que gloria conseguí llegar al punto de giro, y
mientras lo hacía, llorando incluso de rabia por la situación, cada vez tenía
más claro que allí se iba a terminar mi carrera. "Pie a tierra y pa
casa", era lo más sensato en vistas a tener que completar otra vuelta de
bici pedaleando de pie y sin comida. Lo tenía claro, en el punto de giro
abandonaría. Pero es curioso cómo, a veces, hay un fondo de armario en el
cerebro que, sin que tú le mandes, hace lo contrario a lo que uno tiene pensado,
y en vez de girar a la izquierda hacia boxes para retirarme, me vi pedaleando
de nuevo cuesta arriba, rumbo a una nueva vuelta de 35 kilómetros "¿a
dónde vas Pelayín?" Pues sinceramente, en ese momento no habría sabido
responder, pero había un "Pepito grillo" en mi cabeza que me gritaba
en silencio "¡¡¿¿cómo leches te vas
a retirar después de haber preparado tanto esa carrera, después de haber sacado
entrenos duros adelante en condiciones adversas, después de plantarme en
Madrid, después de haber creado ilusiones en mis amigos y compañeros, después
de haber sentido el ánimo de mis padres y, sobre todo, cómo iba a decepcionarme
a mí mismo de esa forma?!!" Sabía que si me retiraba me iba a
arrepentir, y a día de hoy confirmo que la opción de seguir fue finalmente la más
acertada.
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Venga que ya queda menos Pelayín (Foto: Fermín Martín) |
Al empezar la segunda vuelta traté de distraerme con
cualquier cosa. Ir cruzándome con la gente de grupos de edad durante los
primeros 5 kilómetros de vuelta me sirvió para espantar los fantasmas del
abandono y disfrutar un poco de la prueba y los paisajes. Además, había dejado
de llover y el sol “picaba” de lo lindo, ideal para ir transformando mi blanco
nuclear en moreno. Las bajadas, que tan peligrosas me parecieron con lluvia, se
tornaron en "divertidas", ahora que el piso estaba seco.
Llegué de nuevo al fatídico lugar donde se produjeron las
calamidades y esta vez crucé con mucho cuidado el adoquinado, al paso por la
presa de Puentes Viejas. Mientras vibraba como una batidora iba pensando que si
en la primera vuelta el traqueteo me había descuajeringado la bici, quizás otro
meneo lo pusiera todo en su sitio de nuevo. Pero no, al salir del adoquín todo
seguía igual.
Las piernas no iban mal, aunque la rampita del 7% posterior
al cruce de la presa se me atragantó un poco. Aproveché esta zona de subida
para levantar la cabeza y buscar triatletas en el horizonte. Reconocí la figura
de Sergio Bolado en lo alto de la cuesta, cuando yo aun no había empezado a
subir, mientras que por detrás no tenía a nadie a la vista.
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Echando el higadillo |
Más solo que la una seguí sumando kilómetros, sin dejar de
apretar, pero con prudencia, por miedo a quedarme sin gas. No tenía geles, y en los
avituallamientos la organización tampoco los daba. Paredes de Buitrago, Serrada
de la Fuente o Berzosa de Lozoya eran algunos de los preciosos pueblos
madrileños ("entachuelados" de narices, esos sí) por los que debíamos
pasar. Rampa arriba, rampa abajo el segmento ciclista del Ecotrimad llegaba a
su fin, y con él la penitencia que tuve que pagar en esta carrera.
"Cinco kilometrinos más y está hecho. Te bajas de la
bici y solo es correr una Media Maratón ¡chupao!", iba diciéndome a mí
mismo. Llegué a Buitrago de Lozoya con la intriga de saber la minutada que me
había caído en bici y la sangría de posiciones. Tampoco tenía muy claro lo que
iba a poder remontar y si las piernas responderían en la carrera a pie al hecho
de haber corrido en bici prácticamente de pie todo el tiempo y no haber comido.
Los 1100 metros de desnivel positivo en 75 kilómetros, en contra de lo que
puede parecer, me beneficiaron, pues ir de pie en los repechos era necesario,
así que el hecho de llevar bajo el sillín no me penalizó tanto como hubiera
pasado en una bici llana y de ir acoplado.
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¡Qué ganas de soltar la "cacharra"! |
Aparecí por el campo de fútbol donde estaban los boxes como
alma en pena, a casi 15’ del primer clasificado (Pablo Martín), y a 9 minutos
del pódium. Con calma me bajé de la bici y corrí con ella en mano hasta mi
sitio. El alivio de haber llegado sano y salvo a la transición contrastaba con
el bloqueo muscular que sentí en esos primeros metros corriendo descalzo. A
diferencia de otros Medios Ironman, esta vez tuve que sentarme en el suelo para
calzarme. Me lo seguí tomando con tranquilidad, mis piernas me pedían tregua, y
creo que fue lo mejor que hice. Aproveché para darle al cuerpo unos segundos de
respiro mientras me ponía los calcetines, las zapatillas, la gorra y me lanzaba
a por la media maratón.
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Salimos de boxes y empieza lo bueno |
¿Qué tendrá este último sector de los triatlones que aunque
vaya "apaleao" como el que más, despierta en mí un plus de motivación
y me hace sacar todo lo que llevo dentro? Me encanta correr y lo disfruto,
tanto entrenando como compitiendo. Saber que solo me quedaba mi sector favorito
me hizo olvidar lo ocurrido, resetear la mente, centrarme en lo que tenía por
delante y, por qué no, intentar maquillar un resultado que hasta el momento era
una incógnita. Pero como en cualquier problema de matemáticas, paso a paso se
van despejando las incógnitas, y a los pocos metros de salir de boxes los
ánimos de Pablo y la gran noticia que me dio al decirme que iba noveno, dejaron
la "x" prácticamente resuelta. Recapitulando, noveno puesto, a 1
minuto del octavo, a 2 minutos del séptimo, a 3 minutos del sexto, a 5 minutos
del quinto y del cuarto, a 9 minutos del tercero, a 12 minutos del segundo y a
15 minutos del primero.
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Trail por Buitrago |
¡Qué subidón! Empecé a echar cuentas y mi peor puesto en la
Copa de España era un 8º en Pamplona. En Madrid todavía tenía la oportunidad de
mejorar puntos y sumar para ponerme líder. ¿Cuántos? Estaba por ver.
Si algún día os piden que recomendéis un triatlón de media
distancia por su dureza en la carrera a pie, recomendad el Ecotrimad... ¡Qué
media maratón! Era un auténtico trail, con constantes subidas y bajadas, curvas
técnicas, piedras, barro, agua, suelo roto por el diluvio de los días
precedentes. Tenía todo lo que se le puede pedir a una carrera de montaña. En
el primer kilómetro pensé en que podría haber ido con unas zapatillas de trail,
o incluso con clavos y no hubiese pasado nada. Pero no. Ahí estaba yo con mis
voladoras, con mis New Balance Hanzo, unas zapatillas pensadas para carreras de
5 km en asfalto (10 km como mucho) y a las que estaba sometiendo a prueba por
los pedregosos caminos de la sierra de Madrid en una Media Maratón. Me encanta
correr con voladoras, sentir el rebote en el suelo y la sensación de salir
disparado en cada zancada. Sea cual sea la distancia o el terreno siempre me
veréis calzando uno u otro tipo de voladoras.
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Seguimos por el campo, ligeramente apaleado |
Pasé el primer kilómetro controlando el ritmo para no
pasarme de vueltas en las cuestas, y no tardé en tener a la vista a mi
compañero Sergio. Le di caza en el kilómetro dos, justo al paso por el primer
punto de avituallamiento. Él, con el dedo meñique roto, le estaba echando unos
huevos como los del caballo de Espartero, y había puesto la marcheta
"Ironman" para acabar como fuera este triatlón y sacar buenos puntos
para la Copa de España. Pasé a ser octavo en ese momento y, coincidiendo con la
larga recta sobre el muro de la Presa de Puentes Viejas, atisbé, al fondo, a
unos 300 metros, al que en ese momento era el séptimo clasificado. Mientras
corría a por esos 5 puntitos extra para la clasificación de la Copa, me fui
cruzando con los primeros, que volvían. Ángel Salamanca fue el primero en
cruzarse conmigo, aunque no era el líder, pues Pablo Martín, muy destacado, ya
había pasado antes de que yo llegara a la zona donde podíamos coger referencias.
Detrás de Salamanca, a un mundo, iba Iván Suárez, cuarto Jordi Pascual, quinto
Cesar Pereira y sexto Otaegui. Más o menos 2 minutos me separaban de esa sexta
plaza; demasiado lejos como para pensar en ella en ese momento. Había que
centrarse en objetivos cortoplacistas. Y el corto plazo pasaba por
"pescar" el séptimo puesto, con el cual me hice en el kilómetro 5
tras superar a Juan Benjumea.
Llegué de nuevo a la
zona de avituallamiento, donde bebí agua y, tras una leve mirada hacia atrás,
me llevé un buen susto. Un chico de rojo venía como un rayo recortándome “¿quién
leches me estaba echando el guante?” Vale que no estuviera teniendo mi mejor
carrera, pero creo que tampoco estaba corriendo lento y ver que alguien me
perseguía en la carrera a pie fue una sensación rara, novedosa y sorprendente.
Seguí a mi ritmo, haciendo el bucle entre el kilómetro 5,5 y 7,5 por caminos de
tierra, teniendo que subir una cuesta donde al mirar el reloj el ritmo se iba
por encima de 5'/km.
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La alfombra esta no está mal para correr |
El mosqueo al ver que mi perseguidor me estaba echando el
aliento en el cogote me hizo apretar un poco los dientes antes del final de la
primera vuelta. Pero antes de poner esa marchita más tuve que tomarme el
bendito gel del kilómetro 7. Esta vez no alargué más su toma, realmente lo
necesitaba y su efecto fue inmediato. El gel “Activation Mixed Berries” de
Keepgoing, me dio un plus al minuto y poco de haberlo tomado que me hizo
revivir y poder llegar a la zona de boxes con alegría, para completar la
primera de las dos vueltas. Mitad del trabajo hecho y con un séptimo puesto
momentáneo que si me lo dicen hacía menos de una hora no me hubiese creído.
Vale que esta era una carrera para haber luchado por el pódium, pero las
circunstancias no me lo permitieron así que yo ya estaba más que feliz solo con
ir camino de ser “finisher”.
A la motivación de recibir de nuevo los ánimos de Pablo al
pasar por meta, se unió el inesperado hecho de encontrarme por el camino con
César Pereira y ponerme sexto momentáneamente a falta de un giro. Otros cinco
puntitos para la hucha y todavía 10 kilómetros de trail por delante para seguir
remontando.
En esta segunda vuelta ya se empiezan a juntar doblados de
grupos de edad, a los que cuesta adelantar por la estrechez e irregularidad de
algunas partes del camino. Voy haciendo un entretenido "slalom" durante la
subida, animado por varios de los triatletas a los que pasaba e intentando
devolver yo los ánimos a quienes me los daban a mi o veía que iban más jodidos.
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Últimos kilómetros recogiendo margaritas |
Y casi sin querer, en la bajada hacia la presa, vi a Mikel
Otaegui delante, a menos de 100 metros. Quinto puesto a tiro. Llegué donde él,
tomé aliento 10 segundos y seguí a mi ritmo tras darnos ánimos mutuamente.
Rondaba el kilómetro 14, y tuve que retrasar la toma del segundo gel un poco
para evitar bajar el ritmo nada más pasar a Mikel. Ya de vuelta hacia el avituallamiento
del 16 pude degustar mi segundo gel ¡qué hambre! De nuevo fue como si hubiese
bebido de la pócima mágica de Asterix y Obelix. Pocas veces había notado tan
radicalmente el efecto de los geles, pero en Madrid, la circunstancia de no
poder comer durante la bici hizo que mi cuerpo fuera en déficit toda la prueba
y agradeciera cualquier aporte, respondiendo con energía.
Última subida dura y ya los 3 kilómetros finales eran
favorables. “¿Dónde estará el cuarto?” me iba preguntando. Pero por más que
levantaba la cabeza no conseguía identificar a Jordi Pascual. La diferencia
debía de ser grande. Aun así, no quise dejar de correr en el tramo final, ya en
bajada hacia Buitrago.
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Que síiiiii, que te he visto, Pablo |
Últimas curvas alrededor del Colegio Gredos San Diego, donde
más concentración de público había, y directo a meta en el estadio de fútbol, cruzando
el arco 5º y sintiendo una satisfacción personal enorme, más que por el puesto,
por haber sido capaz de vencer a mi mente, que tan caprichosa se puso durante
la bici, y completar el quinto Half de mi vida triatlética (el tercero este año
tras Orihuela y Pamplona).
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Una mano bien echada siempre es de agradecer. ¡¡META!! |
¡Qué pasada! No me podía creer que en una carrera en la que
estuve a punto de retirarme y en la que lo pasé tan mal en bici, hubiese
acabado así de bien. Si algo he aprendido en el Ecotrimad es que no se pueden
bajar los brazos hasta cruzar la meta. Un Medio Ironman es “UN MUNDO”, una
montaña rusa de sensaciones, donde tan pronto estás arriba como abajo, en la
miseria. Lo importante es convencerse de que esos momentos de miseria van a ir
seguidos de momentos buenos y que en cuatro horas de carrera hay tiempo para
que los malos momentos se arreglen. Con esa premisa debo salir siempre a
competir.
¿Y la recompensa?
Pues la recompensa es, nada menos que ¡PONERME LIDER DE LA
COPA DE ESPAÑA DE TRIATLÓN DE MEDIA DISTANCIA ELITE! Aunque se trate de una
posición virtual, porque Gustavo y Dapena solo han corrido 2 carreras, a mí me
hace mucha ilusión y me motiva infinito para seguir entrenando con ganas y no
bajar los brazos. Esto es como cuando un equipo modesto de fútbol se pone líder
de la liga en la jornada 3. Todos sabemos que va a durar poco en ese puesto,
pero la alegría de verse una semana en lo más alto es indescriptible. De
momento vamos a disfrutar del pastel.
Además, mi compi Sergio Bolado, con su noveno puesto ELITE
en el Ecotrimad se pone segundo en la Copa. Dos federados en Cantabria liderando
el ránking Nacional.
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Primero y segundo de la Copa de España |
Y con esto y un bizcocho (el que Almudena me tenía preparado
al llegar a Santander, mil gracias), hasta la semana que viene: Valencia 113,
lugar de mi debut en la distancia, hace un año. El domingo vuelvo a ese primer
escenario que me hizo descubrir una modalidad, el Medio Ironman, que me ha
encandilado, y en la que ya voy camino de mi sexta participación. Pero esta vez
vuelvo con otra mentalidad, con más experiencia y objetivos ambiciosos. Como
dice el míster Ricardo Lanza: “Pelayo, tú mentalízate de que tienes que salir a
ganar, luego puede que no ganes, pero hay que salir a por lo máximo”. Pues con
esa premisa nos vamos a la capital del Turia.
¡A por ello!